“Si la causa de los cuadernos termina en juicio oral es imposible que no llegue hasta Cristina”, me dijo Diego Cabot en enero de este año, cuando nadie imaginaba que el kirchnerismo intentaría todo —y más— para voltear ese expediente.
Allí mismo, pronunció una frase profética: “Las posibilidades de que la causa quede en la nada siempre están en una Argentina en la que las instituciones no son momentos suficientemente sólidas como para bancar las presiones de un poder que arremete contra la causa”.
Sus palabras cobran relevancia en el marco del accionar del juez Marcelo Martínez de Giorgi, que busca identificar en estas horas a la persona que le aportó los cuadernos del chofer Oscar Centeno. Ello a pedido de Néstor Otero, uno de los empresarios más corruptos de la Argentina.
El magistrado avanza en un gesto que revela una preocupante ignorancia de su parte. ¿O acaso desconoce que el tercer párrafo del artículo 43 de la Constitución Nacional protege las fuentes de información de los periodistas?
Ciertamente, hay dos datos que permiten entender por qué Martínez de Giorgi avanza en el sentido del sinsentido: primero, busca ser camarista y necesita agradar a los K; segundo, su mujer, Ana María Juan, pretende ser designada en un juzgado Federal de Hurlingham.
El juez ya había hecho lo propio para con Mauricio Macri al desprocesar a su primo hermano, Angelo Calcaterra, en la causa Odebrecht. Pero no tuvo suerte. Ahora supone que le irá mejor (y no se equivoca).
Vuelvo a lo que me dijo Cabot entonces: “El kirchnerismo trabaja constantemente en declarar la nulidad. La estrategia es no llegar nunca a que los hechos se ventilen en un juicio oral”.
Si ello parece profético, más aún lo es lo que sigue: “A mí me lo ha escrito un empresario. Consideran que la causa ha sido diseñada por mi y que luego fue amplificada por los medios. En ese panorama, los ‘diseñadores’, me escribió este empresario, tendrán que pagar las consecuencias. Lograda la nulidad ‘vamos a ir por ustedes’, me dijo”.
Efectivamente, todo ocurrió tal cual me vaticinó el colega. Ahora van por él y sus fuentes. ¿Para qué?
Es la pregunta del millón. Con un agregado, inquietante: ¿Qué harán cuando logren determinar quién fue la persona que le dio los cuadernos en cuestión?
Cristina está obsesionada con este expediente, porque teme que la lleve a prisión. Y su miedo no es zonzo: es una de las causas de corrupción más documentadas de la historia argentina.
Y lo que subyace detrás fue bien puntualizado por el propio Cabot, siempre en aquella entrevista de enero pasado: “El sistema de recaudación estuvo vigente más de una década, en ocho ella era Presidenta y tuvo todo el poder para hacer cambios en las áreas sospechadas. Jamás lo hizo y no solo eso, en esas áreas que manejaban la obra pública no sólo que no hizo cambios sino que mantuvo el mismo equipo que su marido y predecesor. No te olvides que De Vido y su equipo estuvieron en el cargo 12 años. Sea por acción u omisión, es imposible que la investigación no le llegue a ella”.
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