Y Alberto lo hizo de nuevo... Este jueves, volvió a agarrársela con los trabajadores de prensa, en el contexto de una entrevista con Gustavo Sylvestre por Radio 10.
"Hay periodistas que son voceros del poder económico y muchos jueces son, a su vez, los escribas de ese poder económico", sostuvo. En una muestra de sus propias obsesiones personales.
Luego añadió: “Esa vocación de hacer naufragar a la Argentina, necesita que a esos periodistas los atienda un psiquiatra para que entiendan que viven en una sociedad que necesitan que dejen de dividirnos”.
Y es curioso lo que dice el presidente, porque otra vez golpea a la prensa en términos despectivos, dando a entender que los cronistas están insanos mentalmente. Como si fueran los periodistas los que gobiernan de manera errática el país.
Pero no. Es el propio jefe de Estado el que se refuta a sí mismo. Una y otra vez. Diciendo “blanco” el lunes y “negro” el martes. Ergo, ¿quién precisa un profesional de la salud?
Por caso, hoy mismo aseguró que estaba convencido de que Alberto Nisman se había suicidado, contradiciendo sus propias valoraciones del 26 de febrero de 2015 en el programa "El juego limpio" de Nelson Castro. En esos días hablaba de la muerte del otrora fiscal especial del caso AMIA como un asesinato.
No es la única contradicción del ahora presidente de la Nación: supo tratar de “patética” a Cristina para luego aliarse con ella. Como si nada. Incluso trató injuriosamente a Axel Kicillof para luego elogiarlo.
Lo mismo ocurrió con Amado Boudou, a quien trató de delincuente hace un lustro y hoy mismo salió a defenderlo frente al avance de la Corte Suprema. De nuevo: ¿Quién es el que necesita un psiquiatra?
A esta altura no debería sorprender la crítica feroz del mandatario —y del kirchnerismo— a los medios de comunicación, a los que detesta con todas sus fuerzas. Básicamente porque es la prensa independiente la que deja expuestas las contradicciones y desaguisados del gobierno.
Es por eso que Alberto no otorga entrevistas a puntuales colegas. Como quien escribe estas líneas, a quien ha bloqueado en las redes sociales inclusive, como la mayoría de los funcionarios K.
Uno le preguntaría al mandatario todo aquello que no se animan tipos rastreros como Sylvestre y otros. Incluso cuestiones de su pasado no tan reciente.
Como su polémico paso a mediados de los 90 por la Superintendencia de Seguros de la Nación junto al hoy ministro de Trabajo, Claudio Moroni. Ambos vaciaron esa institución de manera bochornosa.
También uno lo interrogaría respecto de su participación en la campaña de Palito Ortega y Eduardo Duhalde en 1999, que terminó en escándalo cuando se descubrió que allí se lavó dinero del narcotráfico mexicano. El Cartel de Juárez para más precisión.
Pero ello jamás podrá ser. Porque, como se dijo, Alberto ha decidido que no quiere ser entrevistado por aquellos periodistas que podrían incomodarlo. Más sencillo es mandarlos al psiquiatra, para no tener que dar explicaciones.
Pero es él quien tiene que recurrir a un profesional. Está claro. De hecho, en la entrevista referida le dijo a Sylvestre, textual: "Estoy obsesionado con el tema de la justicia”. ¿No son psicólogos y/o psiquiatras los que tratan las obsesiones?
Ciertamente, sería bueno que el presidente recurriera a algún experto en temas de salud mental. Es bien cierto que ninguno resolverá los problemas judiciales que lo inquietan —y más aun a Cristina—, pero al menos le permitirán hacer algo de catarsis.
No es poco.