La foto de la unidad que se conoció la semana pasada fue solo eso: una fotografía. La necesidad de forzar una imagen para reflejar lo que los hechos desmienten.
El episodio que enfrentó al ministro Martín Guzmán con el subsecretario Federico Basualdo dejó en claro que la unión entre los distindos actores de la alianza del Frente de Todos es un argamasa sin consistencia.
Ello explica la desesperación de Alberto Fernández para que alguno de los allí presentes retratara el momento. “Saquen esta foto, es la foto de la unidad”, insistía exaltado el jefe de Estado. Como si fuera la última vez que se vería esa postal de la presunta unidad.
Con un particularidad, no menor, que se dejó ver a posteriori: el distanciamiento social que el presidente exige a los ciudadanos no era dogma de ese momento.
Quien lo retrató mejor que nadie fue el intendente del partido bonaerense de San Isidro, Gustavo Posse: "Era un engrudo de gente". Hasta la ministra de Salud, Carla Vizzotti, debió repudiar lo ocurrido: “Soy la que más lo sufre”, puntualizó.
Como sea, detrás de la referida foto, quedó latente la discusión entre moderados y radicalizados por la cuestión Guzmán-Basualdo.
El primero quedó completamente desdibujado como ministro, apenas sí se lo podría valorar como un “secretario de Deuda”; el segundo quedó fortalecido y hasta se habla de un posible ascenso en el organigrama del poder K.
Lo curioso es que Guzmán ni siquiera tiene el poder para renunciar: La Cámpora aclaró que “se va a ir, no cuando él quiera, sino cuando lo decidamos nosotros”. Patético.
Dicho sea de paso, ya habría un reemplazo ante su eventual salida: Augusto Costa, ministro de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica de la Provincia de Buenos Aires. Un cuadro más que cercano a Axel Kicillof... y a Cristina Kirchner.
Su llegada sellaría la tendencia que se viene dando en los últimos tiempos respecto del reemplazo de los funcionarios albertistas —aquellos que “no funcionan”— por otros que responden al cristinismo de paladar negro.
No solo es una clara postal del avance del kirchnerismo duro en el seno de aquel gobierno que juraba que había vuelto más moderado que antes, sino que además denota aquello que ya se dijo: la unidad solo aparece en la foto que todos sellaron en Ensenada. Luego, solo hay discordia y reproches, de un lado y del otro.
Desde el cristinismo hacen fila para pegarle a Alberto, empezando por quien más lo esmerila a diario: Guillermo Moreno. Frente al silencio elocuente del espacio comandado por la vicepresidenta.
Ni siquiera se le reconocen al presidente aquellas medidas que suelen agradar a los K. Baste prestar atención a la crítica que le endilgó Emilio Pérsico en las últimas horas, luego de que Alberto anunciara una mejora en el beneficio de la tarjeta Alimentar.
El militante del Movimiento Evita aseguró que era “pan para hoy y hambre para mañana”, y pidió que se enfocara el jefe de Estado en puntuales “programas de empleo”.
Del otro lado, desde el sector albertista, no se quedan atrás. Quien lo dude solo debe leer el testimonio en off the récord que logró el colega Jaime Rosemberg en diario La Nación el pasado 2 de mayo, por parte de un funcionario cercano a Alberto, que no sería otro que Santiago Cafiero.
“Ellos (por el Instituto Patria) piden de todo pero perdieron las elecciones y cuando fueron gobierno lo volcaron. Y todavía tienen que explicar a Ricardo Jaime, Julio de Vido, Amado Boudou y siguen las firmas... que se dejen de joder que solos no llegan ni a la esquina. No tienen ni un vocal de club de barrio competitivo que pueda ganar. Nos necesitan y necesitamos el espacio entre todos”. Inquietantes palabras en pleno año electoral.
El kirchnerismo sueña con una victoria en las PASO, pero tal posibilidad se aleja frente los indicadores económicos y la inflación que no deja de devorar el poder adquisitivo de los argentinos.
Por eso, los K han decidido recurrir a estrategias de diveros tenor. Una de ellas, arriesgada: devolver a Daniel Scioli a la provincia de Buenos Aires para que traccione en la lista de candidatos a diputados bonaerenses. Lo obligaría a dejar la comodidad que le regala el cargo de embajador en Brasil.
Entretanto, sigue avanzando el escándalo de Labpax, aquel laboratorio que hacía los hisopados en Ezeiza y que pertenecía a dos monotributistas.
Por caso, la diputada nacional de la Coalición Cívica-ARI Mariana Zuvic hizo públicas las sospechas opositoras respecto de la eventual participación de algún reputado miembro del gobierno de Alberto y Cristina detrás del negociado de marras.
Particularmente mencionó al ministro del Interior, Eduardo "Wado" de Pedro, a través de un personaje casi desconocido: Rodolfo Príncipi, coordinador de Serología del Banco de Sangre de Vicente López. Es un dato que ya había revelado Tribuna de Periodistas la semana pasada, documento mediante.
Ahora, a este culebrón se suma un dato que podría convulsionar aún más las aguas del kirchnerismo: existen sospechas de que Labpax no testeaba realmente a aquellos que hisopaba. Solo simulaba hacerlo. Una denuncia que se presentará esta semana aportará evidencia en tal sentido.
Ciertamente, será otro dolor de cabeza para un gobierno que ya viene agotando varias cajas de aspirina por día.
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