Finalmente, Cristina Kirchner tuvo su plaza. Que tuvo motivaciones múltiples y variadas. Primero, responder a aquel acto de Alberto Fernández del 17 de noviembre pasado, a días de la feroz derrota del Frente de Todos en las elecciones legislativas de este año.
Segundo, “marcarle la cancha” al peronismo tradicional, que intenta ahora mismo vaciar de contenido al kirchnerismo.
Tercero, dinamitar el acuerdo que el gobierno llevaba adelante con el Fondo Monetario Internacional. Con una irresponsabilidad discursiva pocas veces vista, como se verá.
Cuarto, presionar a la Justicia por el derrotero de las causas judiciales que aún le quedan abiertas a Cristina y que la preocupan en demasía. Principalmente la “ruta del dinero K” y los “cuadernos de la corrupción”.
En tal contexto, so pretexto de celebrar el Día de la Democracia, la vicepresidenta se la pasó hablando de sus propios problemas con la Justicia y se puso en posición de víctima.
Intentando comparar dos momentos históricos que no tienen parangón: la actualidad y la última dictadura militar.
Sin ponerse colorada, la hoy vicepresidenta sostuvo que, al igual que en los 70, a ella y a su gobierno les hicieron un “golpe”.
Solo que ahora, en lugar de tanques militares, “vinieron con togas de jueces y medios hegemónicos”, dijo. No fue todo: Cristina llegó a la locura de comparar la picana con “la tinta de los diarios”.
Tal afirmación, no solo carece de seriedad, sino que denota la ignorancia de la otrora presidenta. ¿Cómo comparar un hecho trágico e irrepetible de la historia con el trabajo que hace la prensa?
Si hay algo que no ostenta Cristina, es ignorancia. Ergo, debe suponerse que es perversa. A niveles hiperbólicos. Más aún cuando se recuerda que ella en aquellos años, lejos de luchar contra la dictadura, se la pasaba acopiando dinero y propiedades merced a la arcaica Circular 1050.
De hecho, en su discurso apeló a varias falacias, de diverso tenor, como cuando sostuvo que “los peronistas generamos más clase media en la Argentina que nadie”.
La refutación a esa frase la aporta el propio Indec, que ha revelado que hoy en día el 33% de los hogares argentinos de clase media son pobres. Alberto lo hizo.
Lo mismo debe decirse a su diatriba contra el macrismo por el endeudamiento con el FMI por U$S 57 mil millones.
Es cierto que aquello fue una enormidad, pero alguno debería recordarle a Cristina que el kirchnerismo ya tomó deuda por cerca de 40 mil millones de dólares en lo que lleva gobernando Alberto Fernández.
Tampoco es real su afirmación de que su anterior gobierno —y el de Néstor— desendeudó al país: entre 2008 y 2015 se incrementó la deuda argentina, de 170.000 millones a 240.000 millones.
En síntesis, lo único que puede concluirse de la extensa perorata de la vicepresidenta es que reina en el gobierno la desesperación. Y el desconcierto.
Todo indica que están en retirada. Y está más claro que nunca.
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