De pronto, todos son —somos— expertos sobre cocaína, y lo que produce, y cómo se “estira”, y cómo mata, y todo lo demás. Porque una veintena de tipos murieron por consumir “de la mala”, envenenada con "no se sabe qué".
Entonces, los opinólogos de siempre se multiplican por mil, diciendo lo mismo que diría cualquier hijo de vecino. Frases hechas y prejuicios por doquier. Jamás la profundidad que amerita el tema. Nunca.
Y en un rato incluso estaremos hablando de otra cosa, porque ya la cocaína dejará de “vender”, y habrá que encontrar otros tópicos periodísticos. Alguno que logre generar más escándalo, que se traduzca en lecturas, o televidentes, u oyentes. Según el formato donde se transmita la información.
Entonces ya no será importante aquello de los búnkers de drogas y los adictos que se mueren y los narcotraficantes que se florean impávidos e impunes.
Y es curioso porque, ¿cuántos otros narcos fueron detenidos en los últimos días, aparte del nada temible “Paisa”? Es una pregunta retórica, porque no pasó nada de nada finalmente. A pesar de todo lo que se dijo, incluso desde la política.
Y todos esos traficantes de drogas cuyos vecinos señalaron en estos días en plena cámara de televisión —jugándose la vida, dicho sea de paso— siguen vendiendo muerte dosificada. Con más impunidad que antes.
Todos saben quiénes son, dónde están, y qué venden, pero nadie hace nada. Porque la droga genera grandes cantidades de dinero, y eso compra voluntades de todo tipo: políticas, judiciales y policiales.
Es bien cierto que cada tanto es desmantelada alguna vivienda de algún pobre tipo que vende cogollos de marihuana, pero siempre son personajes de menor cuantía. Jamás los grandes narcos. Que todos saben quiénes son. Y, lo más importante, quién los protege.
Quien escribe estas líneas ha escrito infinidad de notas periodísticas revelando los domicilios de muchos de esos lugares donde se venden todo tipo de drogas. O sea... si un cronista del montón sabe tal información, ¿no deberían las fuerzas policiales conocer aún más al respecto?
Y hay más preguntas incómodas: ¿Hay real intención de combatir el narcotráfico? Si es así, ¿quién lo está intentando? ¿Cómo?
Patrañas. A nadie le importa más que de la boca para afuera. Porque, si hubiera intenciones ciertas de terminar con el flagelo de los narcóticos, mucho se habría avanzado ya. No se hubiera acabado con el negocio, porque es complejo, pero no estaríamos inundados de drogas.
Ahora mismo, a nivel nacional, mientras el “negocio” sigue creciendo de manera catastrófica, Sergio Berni y Aníbal Fernández se pelean por Twitter. Uno lo escribe y no puede creerlo.
Los narcos se matan de risa entretanto, porque se dan cuenta de lo impresentables que son estos tipos. Uno peor que el otro. Solo preocupados por salir sonrientes en las cámaras de televisión. ¿Las víctimas? Bien, gracias.
Mucho más podría decirse al respecto, pero no tiene mayor sentido, porque la tragedia supera todo concepto posible.
Ahora mismo lo mejor es hacer silencio, como señal de duelo por la desidia que nos ha regalado la clase política. Que nos llevó a este nivel de situación.
Y que quede claro: acá no hay buenos y malos. Solo hay malos e ineptos. Unos son responsables por acción y otros por omisión.
Así de simple. Así de duro.
© Tribuna de Periodistas, todos los derechos reservados