Mauricio Macri está convencido de que puede volver a la presidencia del país. No se lo dice sólo su ambición y su deseo de revancha, la invitación a volver a la Casa Rosada le fue cursada por los dos Fernández que lo desalojaron del poder en 2019, Cristina y Alberto. Esta semana, el ex presidente reapareció en la televisión argentina y se lo vio más seguro y exultante que en el Campeonato Mundial de Bridge Senior al que fue convocado en Italia. Eligió La Nación+ para contar sus ideas. Respondió seguro y sin enojarse, parecía estar como en su casa.
Se hizo un picnic analizando el estado de situación del Frente de Todos. La fractura en el oficialismo por la aprobación del Acuerdo con el FMI para refinanciar la deuda que él mismo tomó, le abrió la cancha y renovó sus sueños de volver. De tener un “segundo tiempo”.
La pelea entre el Presidente y su vice, abonada con cuotas de mezquindad, malicia y desconfianza de ambas partes, detonó un proceso de erosión suicida. Cristina Fernández, la arquitecta de la coalición de gobierno, catapultó a su ex Jefe de Gabinete al poder para que hiciera lo que ella “no podía hacer, pero que había que resolver” (léase acuerdo con el FMI, reconectar con los Estados Unidos, entenderse con Bolsonaro y algunas medidas que serían contradictorias con la mística kirchnerista). La ausencia de un acuerdo programático y la renuencia del Presidente a funcionar sólo como un mero delegado, abonaron el enfrentamiento. Casi como un calco de la votación en Diputados, la derecha más rancia y el kirchnerismo imaginan el mismo escenario de debacle. La paradoja es que para estos últimos será imposible esquivar la responsabilidad en el desenlace.
Pero volvamos a Macri y sus renovadas expectativas. Un buen jugador de naipes no puede desaprovechar semejante oportunidad. En la charla que mantuvo el lunes pasado con Eduardo Feinmann y Jonatan Viale cargó sobre sus viejos contendientes electorales:
“Ya hoy no le cree nadie en la Argentina, menos en el mundo. Le ha hecho mucho daño a la institución presidencial. Ha quedado en evidencia que unirse para agarrar el poder sin una gesta compartida, sin un modelo de país, sin un sueño compartido; termina en esto”.
Sobre Alberto Fernández: “No sabe dónde está parado, no sabe a dónde tiene que ir, ni sabe cómo ir”.
Sobre Cristina Kirchner: “Ella perdió contacto con la realidad hace mucho tiempo. Ella soñaba con pertenecer a una liga de países con gobiernos autoritarios y eso está cayéndose a pedazos con la invasión criminal que ha hecho Putin en Ucrania”.
También reivindicó el descomunal crédito que tomó con el FMI: “No vamos a creer más que el Fondo es el cuco. Es el espejo que muchos años los argentinos no quisimos mirar: es el espejo de los otros países que te dicen ‘vos tenés que hacer lo mismo que nosotros y arremangarte para construir un país. No podés vivir de prestado y echándole la culpa a los demás”.
Y más: “El fondo son los otros países qué con el apoyo de los presidentes como Merkel, Trump nos dieron una mano enorme para ver si podíamos salir adelante y continuar en el rumbo que íbamos. El acuerdo con el fondo es el kirchnerismo chocando contra la pared”.
Luego señaló su proximidad con las ideas de José Luis Espert y Javier Milei. A quienes imaginan con un rol clave en una eventual segunda vuelta.
Consultado sobre “sus preferencias” para las elecciones de 2023, a la hora de elegir entre Patricia Bullrich u Horacio Rodríguez Larreta dijo apenas que “ambos están muy bien. Han hecho mucho en el último tiempo”. Cualquiera de los dos aludidos podría decir: otra ayuda como esta y estaremos perdidos. Traducido: son buena gente, muy bien intencionada. Más ninguneo imposible. También pidió que se realicen primarias en todos los distritos del país.
Lo que parecía un imposible en 2019 -después de entregar un país a la deriva, con alta inflación, recesión y una deuda sideral- ya no lo es. Mauricio Macri tiene chances de volver a disputar la presidencia. No hace falta indagar demasiado para saber por qué.