Pertenecen al mismo grupo, pero solo en apariencia. Porque no se sienten parte del mismo proyecto periodístico. Los cronistas de diario La Nación miran con recelo a sus colegas de la señal de cable LN+. Sienten que su espíritu está hecho de otra argamasa, que nada tiene que ver con los valores del centenario matutino.
No lo dirán públicamente, pero sí en charlas de café e incluso en insidiosos grupos de Whatsapp. Allí despuntan las broncas y rivalidades, que se potenciaron en los últimos meses, a fuerza de Covid e incipientes fake news.
Porque, hay que decirlo, LN+ estuvo entre los medios que más difundieron noticias falsas referidas a lo que sucede en Ucrania. Videos que eran muy anteriores, pertenecientes a otros conflictos. O fotografías que nada tenían que ver con lo que sucede en aquel país. Y se mostraron una y otra vez como si fueran grandes revelaciones. Y nada que ver.
Entretanto, diario La Nación se manejó con total responsabilidad, sin replicar ninguna de las leyendas urbanas que se viralizaron en redes sociales.
No obstante, no es lo único que enfrentó a los colegas de ambos medios: desde el centenario matutino argumentan que allí se hace periodismo puro y duro, sin calificativos ni subjetividades. Salvo, claro está, las notas de opinión y editoriales.
Por el contrario, achacan a LN+ el hecho de que hace más política que periodismo, en una dirección casi inequívoca. Beneficiando a ciertos sectores de la política argenta.
A su vez, mastican bronca por el misterio que se generó en torno a la composición accionaria del canal, que jamás se reveló y que aparenta haber sido insuflado con dineros de oscuros empresarios de la política, del PRO y la UCR. Ese secretismo le permitió a Esmeralda Mitre hacerse con el 25% del holding, luego de que LN+ se negara a aportar los nombres de sus accionistas a la Comisión Nacional de Valores. Más furia acumulada.
Y en medio de ese cóctel explosivo, aparece otro factor de discordia: la pretendida “sinergia”. Esto es, la idea de que el diario replique lo que se dice en el canal... y viceversa. Entonces aparecen en las páginas del matutino las columnas de los conductores de LN+, generalmente opiniones sin mayor valor periodístico.
A su vez, a los cronistas del diario les piden que oficien como columnistas del canal, en cualquier momento del día, para hablar de lo que sea. Provocando en la ciudadanía la sensación de que son lo mismo, uno y otro medio. Justamente lo que buscan evitar los periodistas del diario.
Temen que, a corto o mediano plazo, la marca empiece a desprestigiarse. “Tardó más de cien años en construirse el prestigio de La Nación y en pocos meses lo tiraron al barro”, dijo a quien escribe estas líneas uno de los editorialistas históricos del matutino. Con alguna cuota de exageración.
Como sea, la buena vibra que aparenta entre uno y otro medio no es tal. Y todo promete estallar en cualquier momento. Mejor tomar distancia... por la onda expansiva, claro.
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