El discurso es algo más que palabras concatenadas a efectos de pronunciar una frase determinada. Es una acción que suele generar una reacción posterior, que siempre es imposible de medir.
Básicamente porque no se puede controlar el efecto que tendrá sobre aquellos que lo escuchan. Algunos no le prestarán atención, otros sí, y habrá incluso quien interprete que debe actuar en consecuencia.
Entonces, cuando los políticos, de todos los partidos se la pasan hablando de violencia, y de muertos, y de lo que puede pasar, y que todo es inminente, alguien puede tomarlo en serio, al pie de la letra. Y actuar en consecuencia.
Máximo Kirchner, líder de La Cámpora, fue uno de los que en las últimas horas habló de aquella posibilidad, y acusó a la oposición de buscar un muerto.
Desde la oposición venían sosteniendo algo similar, en el contexto del vallado de la periferia de la casa de Cristina Kirchner. Se hablaba de que la violencia que ostentaban los militantes podía resultar con un muerto en las calles.
No fueron los únicos: los medios de comunicación hicieron lo propio. No todos, pero sí dos de los canales más vistos de la TV argentina, C5N y La Nación Más. Ambos los extremos de la grieta.
El primero, ultra kirchnerista, viene profundizando el discurso de odio en los últimos días acaso para tapar los problemas judiciales que aquejan a la vicepresidenta.
El segundo, en la vereda opuesta, viene haciendo lo propio, con periodistas que en lugar de informar editorializan sobre la violencia “inminente”.
¿Cómo sorprenderse entonces con lo sucedido? ¿Quién puede ahora hacerse el asombrado por el intento de asesinato de Cristina Kirchner? Más aún: ¿Alguien se hará cargo, de un lado y del otro?
Lo más triste es que, a pesar de la gravedad de lo sucedido, nada cambiará. Porque ahora unos acusarán a los otros y viceversa. Sin darse cuenta de que la culpa es de todos.
Si acaso debe servir para algo lo ocurrido este jueves, es justamente para meditar acerca del discurso del odio, que no sirve para nada, ni jamás ha servido. Solo para llevar a la Argentina a su noche más oscura en los aciagos años 70.
En México ocurrió algo casi calcado, allá lejos y hace tiempo, en los idus de 1994, cuando un candidato a presidente llamado Luis Donaldo Colosio fue asesinado de un disparo en la cabeza mientras se encontraba charlando con sus acólitos.
Un hombre de unos 25 años logró sortear a los miembros de su seguridad y efectuó el disparo mortal. Seguido por otro impacto que le dio en el abdomen.
Colosio encabezaba un evento que, si bien exponía la crisis y el hambre que vivía México, abogaba por la esperanza de avanzar en transformaciones y llegar a la comunión de los ciudadanos. Para no dejar dudas al respecto, el meeting se había denominado “acto de unidad”.
Finalmente, México no aprendió nada de aquello sucedido hace casi 30 años. Y la Argentina, ¿lo hará?