“¿Sabés cómo le dicen a Alberto? Garúa, porque molesta pero no moja”. El chiste circula en los corrillos del Instituto Patria desde hace algunos días.
Refiere a la insistencia del presidente de la Nación de avanzar con las PASO allende la voluntad de la mayoría de los referentes del kirchnerismo. Ciertamente, el mandatario cree que es su única chance de ir por un segundo mandato presidencial.
Sus allegados intentan convencerlo de que no avance por esa senda, ya que no tiene ninguna posibilidad de ganar una interna. Pero él insiste. Está seguro de que está haciendo una gran gestión. Y quiere “repetir”.
Acumula en su despacho meticulosos informes que muestran mejoras en puntuales sectores de la economía vernácula. Pero son datos aislados, mayormente relacionados al “rebote” de lo que fue el derrumbe provocado por la pandemia del coronavirus. Luego, no hay mucho más. Todo va empeorando, sin solución de continuidad.
Pero Alberto no se entera, porque no es afecto a leer los diarios, ni a mirar noticieros. Suele informarse con resúmenes que le arman sus hombres de confianza, principalmente dos: Santiago Cafiero, hoy canciller, y Juan Courel, un experto en comunicación política que supo trabajar con Felipe Solá y Daniel Scioli.
Esas síntesis informativas que le “regalan” al jefe de Estado omiten los datos lesivos de la economía. Por eso suelen denominarlos, con sorna, “los diarios de Yrigoyen de Alberto”. Allí, al mandatario le filtran las malas noticias, incluso aquellas que refieren a las encuestas de opinión, que lo muestran con una valoración ciudadana paupérrima.
Ello explica por qué el jefe de Estado insiste en competir en 2023 por un nuevo mandato, aunque no tenga ninguna chance de ganar.
Entretanto, el Frente de Todos intenta desactivar las PASO a como sea, no solo para evitar la competencia interna, sino también -sobre todo- para complicar a la oposición y atomizar las preferencias de sus votantes. El “divide y reinarás” jamás falla.
Es curioso, porque las razones que esgrimen los referentes del kirchnerismo a la hora de tratar de eliminar las primarias, son exactamente opuestas a las que dictaron en 2009, cuando impusieron el mismo mecanismo so pretexto de mejorar la competencia electoral. La necesidad siempre tiene cara de hereje.
La disputa va para largo: hace apenas unas horas, puntuales intendentes de la provincia de Buenos Aires le pidieron a Alberto “bajar” las PASO. El mandatario les respondió lacónico: "Tenemos que dejar de lado cualquier diferencia y pensar en trabajar por el bien común". Nadie entendió qué quiso decir.
En la vereda opuesta, la disputa no es menor: dentro del espacio de Juntos por el Cambio, el PRO y el radicalismo se cruzan misiles de diversa índole.
Por caso, la UCR hizo una elocuente ostentación de fuerza con la excusa de festejar el aniversario número 39 del triunfo de Raúl Alfonsín en las elecciones que marcaron el regreso de la democracia.
Allí, en el “pituco” predio de Costa Salguero, los radicales mostraron su poder de movilización y aprovecharon para marcarle la cancha al PRO.
Por su parte, el partido fundado por Mauricio Macri busca reacomodar sus fichas apelando a los “halcones” de ese espacio, principalmente el “cuadro” que mejor mide: Patricia Bullrich.
No es casual que la otrora ministra de Seguridad acusara a Horacio Rodríguez Larreta de querer "entregar" la Ciudad de Buenos Aires a la UCR.
Fue un mensaje al interior del espacio macrista, pero también una “devolución de gentilezas” a la UCR. La interpretación es bien clara: se acabaron las pretensiones de antaño de avanzar en “fórmulas cruzadas” entre ambos espacios. Una idea que propugnó la propia Bullrich hace apenas algunos meses, cuando se mostró junto a Alfredo Cornejo en Mendoza.
Dicho sea de paso, el ex gobernador de Mendoza dejó en claro el por qué del meeting radical de este sábado: puntualizó que la UCR hoy cuenta con un rol más central del que tuvo en los armados electorales de 2015 y de 2019. “Estamos más fuertes y mejor organizados”, aseguró.
¿Qué opinará Macri al respecto? Imposible saberlo. El ex presidente suele tomarse todo su tiempo antes de dar algún veredicto. Y sus valoraciones son impredecibles. Siempre.
La única certeza son sus desconfianzas, principalmente sobre los dos candidatos radicales que empiezan a asomar la cabeza de cara al año que viene.
Por un lado, Gerardo Morales, que sueña con ser presidente de la Nación; por el otro, Martín Lousteau, que se ilusiona con suceder a Rodríguez Larreta. Con la ayuda del propio alcalde porteño.
Macri, por su parte, insiste en decir públicamente que no busca un nuevo mandato. Pero no es lo mismo que dice en privado. Más aún: su “lenguaje no verbal” dice todo lo contrario. Se mueve como si fuera todo un candidato. El tiempo dirá.
En otro orden de cosas, el juez Marcelo Martínez de Giorgi se encuentra a punto de desestimar la denuncia que este periodista hizo contra Sergio Massa por enriquecimiento ilícito y otros delitos. Lo hará sin haber impulsado ninguna de las medidas de prueba que solicitó quien escribe estas líneas. Ni tampoco haber llamado a declarar a ninguno de los testigos propuestos.
Será un escándalo de proporciones, que durará apenas 5 minutos. Hasta que algún otro tema trivial cope la agenda mediática de Argenzuela.
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