Finalmente se develó el misterio de la única encuesta más o menos segura que conoce el país. Y digo “más o menos segura” porque aun cuando de los que se tratan las PASO es de un voto real con gente real, hubo más de un 30% de gente en condiciones de “contestar la encuesta” que no la contestó, es decir, no fue a votar.
Sin embargo esa gente, sigue estando habilitada para votar en las elecciones generales, con lo que la primera pregunta que surge luego de ayer es saber si esa gente irá ahora a votar o no. Luego, por supuesto, restará tratar de desentrañar cómo votará.
Si uno se guía por lo que fueron las tendencias históricas desde que existen las PASO, debería concluir que solo el 5% de la gente que no fue a votar en las primarias, cambia de postura y va a votar en las generales. No es mucho respecto del ausentismo general pero si es suficiente para entregarle un boleto ganador a alguien, aun cuando, claramente, no pueda inferirse que todo ese 5% va votar al mismo candidato.
Estas elucubraciones son pertinentes porque quienes quedaron en carrera (Milei, Bullrich y Massa) tienen que ir a pescar votos a una pecera que les permita despegarse de sus números en las primarias y acceder a un edge ganador.
En ese sentido hay un candidato que tiene una pecera más clara y dos que tienen una pecera común. En efecto, parecería que Massa tiene más identificado el público adonde tiene que llegar con su mensaje porque claramente no puede aspirar a hacerle cambiar el voto a quien votó por Milei o por Bullrich: ellos son sus antípodas.
Lo que ocurre es que el ánimo social parecería indicar que la pecera de Massa ya está completa: lo que hay está ahí; ya estuvo en las PASO y no se ve que haya márgenes de crecimiento muy importante en ese acuario. Esta es una primera conclusión que en un momento más vamos a analizar.
Como dijimos, la pecera de Milei y de Bullrich parecería ser una pecera común, lo cual en principio, podría ser un problema para ellos porque sus mensajes tienden a canibalizar las preferencias de quienes los votan.
El votante de Milei es un elector claramente contra el sistema que ha gobernado la Argentina durante el último siglo: quiere salir del esquema de intervención del Estado, no solo en la economía, sino en general en la vida privada de la gente, quiere aliar a la Argentina con la corriente occidental mundial, quiere competencia, abrir la economía; quiere tener una moneda que le permita hacer transacciones seguras y servirle como reserva de ahorro; quiere seguridad en las calles, delincuentes presos, penas severas y, si se quiere, hasta una propensión “desequilibrada” que favorezca furiosamente a las víctimas del crimen en detrimento de los criminales. Este elector también tiene sed de honestidad pública, de castigos severos a los corruptos y de un sistema social que invierta el orden que hasta hoy la Argentina tomó como lógico y natural (esto es que la nomenklatura del poder viva mejor que el ciudadano común) y pase a otro en donde sea la ciudadanía la que refleje la opulencia social y no lo que el propio Milei llama la “casta” que incluye políticos, sindicalistas y empresarios asociados a la Corona.
El votante de Bullrich quiere lo mismo pero tiene como referente, no a un outsider que desprecia todo lo que provenga de la política y el sector público, sino a una persona que es una política profesional, que vivió toda la vida directa o indirectamente del Estado y que protagonizó en lo personal un viaje intelectual que la llevó de militar en las organizaciones guerrilleras de la izquierda peronista a su actual postura pro-mercados, pro-occidente, pro-libertad económica, y pro-negocios.
Bullrich, además, puede mostrar un legajo personal fáctico en lo que hace a las otras preocupaciones de los votantes que nadan en esta pecera: los temas relacionados con la delincuencia, el crimen organizado y el narco. Cuando fue ministra del área en el gobierno de Macri encaró una política fortísima que produjo resultados cuantificables en los cuatro años de su administración.
Bullrich, además, parecería contar (por provenir justamente de una coalición que pertenece a la tradición política corriente) con una mayor apoyatura territorial, lo que le permitiría tener un respaldo legislativo que Milei estaría obligado a negociar, ley por ley, básicamente con el PRO.
En ese sentido, es interesante comenzar a ver qué pasará en Juntos por el Cambio. Dentro de esa coalición hay, claramente, sectores que se identifican más que otros con lo que ocurrió sociológicamente ayer.
En efecto, hay subsectores de JxC (el PRO de Bullrich y Macri, Republicanos Unidos y Avanza Libertad) que se acercan más a lo que la gente expresó ayer (dándole a Milei la primera minoría en 17 de las 24 jurisdicciones del país) que lo que se acercan otros sub-sectores (el PRO de Larreta y Marcos Peña, la UCR de Morales y la CC). Por lo tanto será interesante ver qué ocurre allí adentro también.
Tal vez la Argentina haya tenido hasta hoy una variable para aglutinar sectores que quizás deba revisar. Es notorio que muchos personajes y partidos se han “juntado” para acceder a cargos o para seguir prendidos de un sistema que les dé de comer en lugar de unirse por las concordancias en las ideas. Por ejemplo, es notorio cómo Bullrich, Macri, López Murphy, Espert o García Moritán están más cerca de Milei que de Larreta, Carrió o Gerardo Morales. Todo ese desorden también explica la solidez del voto a Milei. La Argentina y los argentinos se deben también una enorme tarea de sinceramiento ideológico.
Por eso, si bien estos análisis no pueden ser estáticos, una primera conclusión es que casi la mitad de los votantes de ayer (47% – Milei + Bullrich) se expresó claramente por un achicamiento feroz del Estado, por una ampliación de los derechos individuales clásicos (trabajar, enseñar y aprender, circular libremente, comerciar, ejercer industria lícita, etc), por una disminución de los “derechos” cuya contrapartida sea un gasto que debe financiar la sociedad con sus impuestos (“derechos” de género, gratuidades sin financiamiento, etc) y por una política agresiva en materia de criminalidad que salga buscar delincuentes sueltos para ponerlos presos, que juzgue severamente el delito y que corte de raíz la permisividad social con la droga y el narcotráfico.
A su vez, un 16% (Larreta + Schiaretti) se pronunció por un “cambio”, quizás en muchas de esas variables también, pero a un ritmo mucho más lento, porque probablemente temen que un cambio brusco produzca un cataclismo.
Y, por último, un 37% (peronismo + la izquierda) que desea profundizar la confiscación estatal, la alianza con Cuba y otras dictaduras y que, en su propio ideal, pretende abolir el código penal actual para reemplazarlo por otro al estilo soviético o cubano.
Este es, a brocha gruesa, el tablero de lo que se votó ayer. Quedan menos de 90 días para que esta verdadera bifurcación de océanos se resuelva. Y no hay mucha más tinta en el tintero para que haya otra oportunidad para ser un país parecido -no a otros- sino a sí mismo, cuando la Argentina era un país notable por su desarrollo y peso internacional.
El partido está abierto. El final y el destino de la Argentina, también.