“¡Traidores! Serán unos traidores los que no voten las retenciones tal como están”, dijo Néstor Kirchner a fines de junio de 2008 tras el duro revés por la discusión de la Resolución 125 en el Congreso Nacional
Casi en su totalidad, el arco político opositor repudió esas palabras, más cercanas a un régimen totalitario que a un gobierno democrático.
Más de 15 años más tarde, Javier Milei apeló a los mismos calificativos para referirse al derrotero que sufrió la Ley de Bases en la Cámara de Diputados.
“Delincuentes”, “traidores” y “enemigos de la Argentina”, fueron solo algunos de los términos utilizados por el presidente de la Nación, sin caer en la cuenta de que esos mismos legisladores acompañaron más del 95% de lo solicitado por él.
Con un agregado pertinente: se trata de los diputados a los cuales Milei trató de ser parte de una “casta” maldita justo antes de pedirles que le den una mano.
Quien describió mejor que nadie la situación fue el diputado radical Rodrigo De Loredo, quien calificó las expresiones de Milei como “gravísimas en términos institucionales” y “sumamente injustas” con el radicalismo.
Al hablar con la prensa en la entrada del Congreso, el legislador se largó a llorar al tiempo que confesó indicó que estaba “triste” y “frustrado” porque desde la UCR “trabajamos mucho para que salga un texto que le sirva a los argentinos”. Incluso destacó que su partido “permitió que haya dictamen, que se apruebe en general”.
Es bien cierto que el caso del kirchnerismo es diferente, ya que ha operado para voltear todo proyecto ingresado al Congreso Nacional. Pero no es el caso del radicalismo.
Más aún: la acusación contra los gobernadores de Juntos por el Cambio es absurda directamente. ¿Quién le dijo a Milei que los mandatarios tienen influencia sobre los legisladores?
Basta mencionar el caso de Mendoza, donde Alfredo Cornejo carece de injerencia alguna sobre el hoy diputado Julio Cobos. De hecho, opinan diametralmente opuesto uno del otro.
A esta altura, es necesario poner el foco en la soberbia que insufla a La Libertad Avanza y no le permite ver sus propios errores. El principal, haber enviado un indigesto mamotreto plagado de normas relevantes que se mezclan con leyes insustanciales.
La soberbia no le permite hacer la pertinente autocrítica. Todo lo contrario: cuanto más se le dificulta el gobierno, Milei más se repliega la “mesa chica” que maneja todas las decisiones.
Es un error que, más temprano que tarde, hará “chocar” al presidente. A la cabeza de aquella soberbia se encuentran sus dos personas de mayor confianza: el joven e inexperto Santiago Caputo y su hermana Karina. Son los que hacen tropezar al mandatario una y otra vez.
También son los responsables de desautorizar de manera reiterada al ministro del Interior, el experimentado Guillermo Francos. Por caso, ya “lo han negado” tres veces luego de pedirle que negocie con gobernadores y diputados.
Un papelón imperdonable, producto de un gobierno que se muestra inexperto y errático. Y que no está dispuesto a escuchar a los que saben.