Javier Milei cree que es un “mesías”. Esto es, el “elegido” que llegó para salvar a la Argentina. No es una valoración sino la descripción de una situación que sabe mencionar el hoy presidente a sus íntimos. Principalmente a su hermana Karina.
En escritos judios ha encontrado puntuales coincidencias que lo hacen creer aquella cuestión. También anécdotas relacionadas a la numerología y la Kabbalah, donde cualquier situación puede ser forzada a través de la manipulación de cifras específicas para llegar a conclusiones de toda índole.
Como sea, Milei está convencido de que ha llegado al sillón de Rivadavia, no solo por la elección de la ciudadanía, sino por la decisión de Dios. Como si su destino estuviera escrito en algún lugar.
Es un lugar peligroso e inquietante, porque lleva a tomar decisiones sobre la base de las creencias y no por la tan necesaria racionalidad.
Es bien cierto que Milei es un hombre de las ciencias exactas, formado en las lides de la Economía, pero sus declamaciones parecen más relacionadas a dogmas de fe que a razonamientos técnicos.
Baste mencionar sus constantes apelaciones a las “fuerzas del Cielo”, que dan relevancia superlativa a una conocida cita de la Biblia.
Es esperable que Milei no se quede solo en aquellas referencias y que se permita tomar decisiones sobre la base del positivismo y el método científico. Será por el bien de todos.
Debe recordarse que para el judaísmo el “mesías” es el “salvador y rey descendiente de David, prometido por los profetas al pueblo hebreo”. A su vez, para el cristianismo es el “redentor enviado por Dios para salvar a la humanidad”.
El diccionario es un poco más crudo y terrenal: define al mesías como un “sujeto real o imaginario en cuyo advenimiento hay puesta confianza inmotivada o desmedida”. Nada que agregar.