Es un hecho: el juez federal Ariel Lijo es el candidato del Gobierno de Javier Milei para ocupar una vacante en la Corte Suprema de Justicia.
En lo personal, debería estar feliz ya que fue quien metió preso a Amado Boudou tras la denuncia que le hice al otrora vicepresidente en el año 2012 (Expediente 1999/12) por enriquecimiento ilícito.
Sin embargo, no todo es color de rosa: ya su nombramiento arrancó sospechado de parcial. Ocurrió merced a un decreto de Néstor Kirchner, entonces presidente, el 7 de octubre de 2004.
Ello lo llevó a aterrizar en el tercer piso de Comodoro Py, donde se encuentra el juzgado de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional Federal N°4.
Pronto cobraría celebridad gracias a su hermano Alfredo, alias “Freddy”, un hombre millonario que gestiona “alivios procesales” en una oficina cercana al despacho del ahora potencial magistrado supremo.
Para conocer la eficacia de su trabajo basta una anécdota contada allá lejos y hace tiempo por el inefable Carlos Pagni en La Nación.
“Trece días después de la masacre de Once, De Vido envió a su gestor judicial Alfredo Lijo a conversar con el juez. Es el hermano de Ariel Lijo, colega de Bonadio. De Vido comparte con los Lijo el amor por los pájaros. Y la amistad con José María Olasagasti, el secretario privado del ex ministro. Aquella mañana del 7 de marzo de 2012, Freddy Lijo y Bonadio se reunieron con un representante de la Procuración. Como consecuencia de esos trámites, el fiscal Federico Delgado fue retirado de la causa, y De Vido no fue siquiera citado a declarar“, detalló el columnista.
No obstante lo revelado por Pagni, el acuerdo de marras fue desactivado por la Cámara Federal al poco tiempo, ya que Bonadío recibió la orden de incluir al ministro en sus investigaciones.
A pesar de las acusaciones en su contra, que se acumularon a lo largo de los años, Lijo siempre logró sobrevivir. Básicamente por su cercanía con el ministro de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti.
A su vez, para sortear las dificultades de los últimos tiempos, supo esgrimir una frase que lo liberó de todo peso, una y otra vez: “Soy amigo de Alberto”. Ello explica todo lo demás.