La connotación de la agrupación Montoneros siempre es negativa, porque refiere a la catarata de atentados que motorizaron en la época más oscura de la historia argentina.
Es bien cierto que los estragos provocados por estos no se compara ni por asomo a la salvajada desatada por los militares que gobernaron durante la última dictadura.
Sin embargo, la violencia desatada no puede ser dejada de lado, como pretendió hacer el kirchnerismo a lo largo de las últimas décadas. No hubo “jóvenes ideales”, como insisten en sostener algunos referentes K, sino asesinos “de manual”.
En aquellos años, hubo diversas organizaciones abocadas a impulsar la violencia, pero se destacaron dos: Montoneros y ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).
Lo curioso es que, mientras los líderes de esta última agrupación fueron cayendo como moscas, los popes montoneros no sufrieron un rasguño. Dos de ellos, Mario Firmenich y Rodolfo Galimberti, son cabal ejemplo de aquella insólita impunidad, a la cual se suma el hoy periodista Horacio Verbitsky, otrora “segundo jefe de inteligencia” de esa organización terrorista.
Respecto de este último, Gabriel Levinas hizo una exhaustiva investigación que demostró que se trató de un “doble agente”, que reportaba a los militares al tiempo que se mostraba como terrorista. La documentación revelada por el colega es irrefutable.
Respecto de Firmenich, hay que enfocarse en lo que viene sosteniendo a lo largó de las últimas décadas el ex corresponsal del Washington Post en la Argentina Martin Andersen.
“Firmenich trabajaba como informante, que es la palabra que utilizó Sher (Robert, delegado del FBI en Buenos Aires en aquellos años) hablando conmigo. Firmenich, por lo menos desde 1973 era informante del coronel Alberto Valín, quien llegó a ser el jefe de inteligencia militar de la Argentina”, sostuvo en una entrevista que le hizo diario La Nación hace unos años.Ello consta en el libro “Dossier Secreto”, escrito por el propio Andersen.
Alejandra Vignollés, autora de “Doble condena, la verdadera historia de Roberto Quieto”, reveló algo parecido.
“Cuando investigué para este libro, encontré que en la causa del Primer Cuerpo de Ejército dice que la esposa de Firmenich, María Elpidia Martínez Agüero, estuvo presa con Carlos Quieto, hermano de Roberto. Según un testigo, a éste lo ‘trasladaron’ [eufemismo por ejecución], mientras que Martínez Agüero fue legalizada, tuvo a su hijo en la cárcel, el bebé fue entregado a su madre y luego le dieron pasaporte para dejar el país. Es para sospechar. Lo innegable es que Firmenich fue funcional a la dictadura”, sostuvo en una entrevista que le hizo Infobae.
Más allá de aquellos comentarios, debe recordarse que Emilio Massera, uno de los líderes de la dictadura, sabía tomar café con Massera en el Hotel Intercontinental de París, como lo descubrió Elena Holmberg y lo publicó el diario Neuen Zürcher Zeitung, de Suiza, el 28 de abril de 1978.
De hecho, la diplomática fue asesinada por ese motivo por peligrosos grupos de tareas de la ESMA, justamente los mismos que hicieron desaparecer al periodista Horacio Agulla, a quien la mujer había transmitido aquella información.
Lo mismo le ocurrió a Marcelo Dupont, quien fue torturado y arrojado desde un edificio luego de que su hermano, el diplomático Gregorio “Goyo”, Dupont acusara a Massera de haberse reunido con Firmenich, entregándole más de un millón de dólares a cambio de su colaboración para exterminar lo que quedaba activo de Montoneros en el Viejo Continente.
Podría aportarse mucho más material al respecto, pero no hace falta. Baste mencionar que los capitostes de Montoneros estaban bien lejos del pretendido marxismo de las agrupaciones rebeldes de esos años. De hecho, casi todos abrevaban en agrupaciones católicas como Tacuara. Más claro, echarle agua.