Las últimas batallas en las redes sociales, terruño donde supo hacerse fuerte, las viene perdiendo por goleada. Javier Milei no logra torcer esa tendencia ni siquiera a fuerza de bots y trolls pagos por el Estado.

El primer indicio se dejó ver en torno al mega fraude $LIBRA promocionado por el mismísimo jefe de Estado y calificado por la prestigiosa revista Forbes como “la mayor estafa de la historia”.

A ello se sumó el papelón respecto de la entrevista con Jonatan Viale, que expuso un sistema brutal de manipulación de las entrevistas para no incomodar al presidente.

La frutilla del postre se dio en las últimas horas, con el nombramiento “por comisión” de los jueces Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla para ocupar sendos puestos en la Corte Suprema. 

Amén de la polémica generada por la manera de designarlos, sorprendió ingratamente la incorporación de Lijo, un magistrado que acumula escándalos por docenas. Siempre funcional al poder de turno.

Sus desaguisados se acumulan en voluminosos expedientes que reposan en el Consejo de la Magistratura. Con elementos de prueba que espantarían al más avispado.

Lijo cuenta incluso con una condición sorprendente: es repudiado por opositores de todas las extracciones ideológicas, de izquierda, de derecha y de centro. Ni Oyarbide logró tal hazaña.

En tal contexto, es llamativo que Milei se anime a poner en la Corte a un tipo tan cuestionado, a través de un sistema que repudia la propia Constitución Nacional.

Se trata de un cuerpo que opera como la última garantía de hacer justicia en el país. Por eso, los jueces supremos deben ser personas intachables, con una reputación a prueba de carpetazos.

No es el caso de Lijo. Lo cual lleva a preguntarse, ¿por qué la insistencia de Milei para designar a un tipo tan pero tan corrupto? ¿Qué mensaje se está dando, dentro y fuera del país?

Lejos quedaron los tiempos en los cuales el presidente cuestionaba a los políticos de la casta. Inexplicablemente decidió incorporarlos a su propio gobierno. Incluso en cargos de enorme relevancia, como la ARCA y la AFI.

La república retrocede a pasos agigantados en estas horas, y saldrá muy pero muy caro a futuro. Ya lo vivimos con el kirchnerismo, afecto a estas mismas actitudes. Idénticas.