La sensación de déjá vu, que significa “yo ya he estado aquí”, es un fenómeno psíquico muy frecuente denominado en psicología delirio palingnóstico. Se trata de una situación en la que el sujeto cree reconocer hechos, objetos o personas que se ven por primera vez.
Éste, junto con ciertas narraciones de sujetos que creen ser otra persona ya fallecida, a veces hace siglos, es uno de los principales argumentos utilizados para convalidar la idea de la reencarnación.
Los parapsicólogos, como siempre, saliendo al paso de todas “las cosas raras”, tratan de explicar el déjá vu apelando a su portentosa, querida y afamada facultad HIP (en términos parapsicológicos: hiperestesia indirecta del pensamiento y en términos más claros: captación indirecta por parte de un sujeto de los pensamientos de otro con su variante: la adivinación por contacto o cumberlandismo).
De modo que si una persona que jamás ha estado en Australia, por ejemplo, se sienta en un cine al lado de un sujeto que alguna vez visitó ese continente, puede captar por HIP las imágenes grabadas en la mente del otro. Luego, si por casualidad llega a realizar una excursión turística a ese lugar, puede sorprenderse de reconocer en Sydney, Melbourne o Canberra, ciertos lugares “ya vistos anteriormente”. (¡Está claro! ¡Son las imágenes captadas en el cerebro de su compañero de cine! Exclamaría un parapsicólogo).
Si hubo contacto codo a codo, en este caso se trata —en la jerga parapsicológica— de cumberlandismo, por haber sido un tal Stuart Cumberland, un ilusionista, quien estudió y practicó este “fenómeno”, una de las forma de la hiperestesia, esto es, por contacto.
También pretenden explicar el “fenómeno” por la precognición.
Un año antes de la aparición de un modelo nuevo de automóvil, cierto sujeto puede conocer de antemano el futuro y “ver” ese modelo. Cuando este sale de fábrica al final de un año, la persona con la facultad psi-gámica se sorprenderá de tener ante sí el modelo de coche “visto en el futuro” para exclamar sorprendido: ¡Yo ya lo he visto antes, y aquí está!
También intentan explicarlo mediante la tesis del sueño premonitorio olvidado. Yo puedo soñar que visito las ruinas de Pompeya, que conozco por fotografías. Luego de unos años concurro al lugar como turista y me encuentro con escenas “ya vistas” en sueños antes, hace tiempo.
¡Bueno! Ya conocemos las extravagancias parapsicológicas, de modo que no nos debemos sorprender de nada en este terreno.
En realidad el déjá vu, tal como reza su definición en psicología se trata de un delirio, una laguna mental o tal vez un afloramiento desde el subconsciente, de imágenes grabadas por la vista de una fotografía, película, o una simple semejanza de lo visto en otra parte.
También pueden ser vivencias de nuestra primera infancia aparentemente borradas de nuestra memoria: una cueva, una calle, un monumento, un paisaje. Veinte, treinta años después concurrimos a aquel lugar y nos sorprendemos al hallarlo conocido para formar la frase mental o expresar: “yo ya estuve aquí”.
Finalmente, puede tratarse de una ilusión mental como acontece con las ilusiones ópticas como el espejismo, o como el eco, el sentido de “lo arriba y lo abajo” que no existen en el universo fuera de nuestro planeta, etc.
Pasando a otro tema: la reencarnación, el argumento que esgrimen los creyentes en esta especie de pseudofenómeno, es el que surge de los relatos de ciertos sujetos que dicen ser otra persona como fue el caso del curandero brasileño Ze Arigó, quien afirmaba ser el espíritu reencarnado de un médico alemán llamado Adolf Fritz y cuyo verdadero nombre y apellido eran José Pedro de Freitas, y de quien dijo el parapsicólogo de San Pablo, Brasil, González Quevedo, que ha sido un verdadero farsante.
Se citan en los libros sobre el tema, muchos casos de niños que dicen ser otras personas. Todo sirve para el intento de convencer a los lectores. Incluso las fantasías de los menores que suelen relatar como vivencias ciertos milagros que jamás ocurrieron.
Las historias de reencarnaciones, muy abundantes en los libros que tratan de deslumbrar al lector desprevenido, son absurdas ante un análisis desprovisto de credulidad, pues no poseen ni ton ni son cuado buscamos en ellas alguna finalidad en el supuesto “fenómeno”.
Mas la doctrina de la reencarnación que sostienen algunas religiones y agrupaciones como la Hermandad de la Cruz Rozada (denominada también de los Rosacruces), por ejemplo, no cae menos en el absurdo cuando se la analiza detenidamente.
¿Reencarnarnos para qué? ¿Acaso para tener otra oportunidad de salvarnos observando buena conducta si hemos pecado en la vida anterior?
En principio podemos tomar el tema de la sanción según la conducta individual. Notamos enseguida que la sanción no es íntegra si el individuo no posee conciencia de ella.
¿Qué podríamos pensar del Derecho Penal si un condenado cumpliese una pena luego de haber perdido la memoria? ¿Qué sentido tendría su reclusión después de haber olvidado para siempre su crimen sin entender por qué se halla en una cárcel?
Si la doctrina de la reencarnación que se extiende incluso hacia los animales fuese admitida por todos, la desgraciada suerte de algunos nos indicaría una existencia anterior con defectos morales Pero, ¿cómo, una vez convertido en animal podría este pobre ser, acumular méritos para escalar posiciones con respecto a otros?
Si los animales poseen una voluntad débil comparada con el hombre, ¿cómo explicar la elevación de un animal a otro? O ¡peor aún!: de una planta inferior a otra superior si admitimos también al reino vegetal en la serie de transformaciones.
Además, la posesión de un cuerpo animal por parte del alma de un ser humano recientemente fallecido debe realizarse en el preciso momento del nacimiento del animal, pues de otro modo se superpondrían el alma del hombre con la del animal. Nos hallaríamos entonces ante el caso de una superposición de almas.
Además todo esto contradice las leyes de la genética, de la herencia de los caracteres, y por ende la teoría de la reencarnación va contra la ciencia. Se trata de una creencia del pasado que puede subsistir sólo en las mentes de personas legas en materia de conocimientos científicos.
Ladislao Vadas