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¿Sale con fritas?

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EL VOTO DE LA RESOLUCIÓN 125 Y EL DILEMA K
EL VOTO DE LA RESOLUCIÓN 125 Y EL DILEMA K

Ya está. El kirchnerismo casi ha logrado conseguir la mayoría que necesitaba para sacar adelante la polémica Resolución 125 del Ministerio de Economía. El resultado de la compra de voluntades podrá verse más temprano que tarde a través de diversos cargos públicos que ostentarán actuales legisladores de diversa raigambre. Otros directamente habrán abultado sus cuentas personales.

 

Por las dudas, el titular de Solidaridad e Igualdad, Eduardo Macaluse, salió a desmentir que el kirchnerismo le hubiera ofrecido algo a cambio del voto positivo de sus legisladores. Quienes fueron testigos del inicial ofrecimiento oficial —no pocos, cabe aclarar— no lograban creer semejante refutación de algo que fue casi público en el Congreso Nacional.

El kirchnerismo corre contra el tiempo, quiere ganarle de alguna manera al ampliamente aceptado proyecto de Felipe Solá. Sabe Néstor que detrás de esa propuesta están Eduardo Duhalde y otros enemigos del justicialismo disidente y no se permitirá jamás perder semejante pulseada.

Sabe también que su relación son Solá está completamente destrozada luego de no haberle permitido ser reelecto como gobernador bonaerense, después de que este, a su vez, no permitiera al testaferro oficial, Cristóbal López, a ingresar su empresa del juego —Casino Club— a la provincia de Buenos Aires.

Mientras esto sucede, el vicepresidente Julio Cobos vuelve a mojar la oreja del matrimonio presidencial al reunirse con un encomiable enemigo kirchnerista, monseñor Jorge Bergoglio, a efectos de encontrar algún cauce pacífico a la pelea con el campo. Cobos ha enviado en secreto a sondear su imagen y ve con gran satisfacción el crecimiento de su figura en relación inversamente proporcional a la del matrimonio Kirchner.

El gobierno tiene sus propias encuestas y descubre exactamente lo mismo. ¿Está el vicepresidente esculpiendo su propio destino político? Es la pregunta que se hace el kirchnerismo en las últimas horas, sin tener aún certeza puntual.

Hay demasiados frentes abiertos y le cuesta al oficialismo —cada vez más— estar al tanto de todo lo que sucede. La ex SIDE espía a los ruralistas, se infiltra en reuniones de políticos afines y contrarios al kirchnerismo, y hasta sondea lo que se habla en el seno de la asociación Madres de Plaza de Mayo. Néstor no confía en nadie, es una realidad, y esto lo vuelve cada día más paranoico. Llama desde primerísima hora de la mañana para que le sean enviados los partes que la Secretaría de Inteligencia elabora.

Deglute esa información con una voracidad cada vez mayor y se preocupa al ver que crece la adhesión hacia el campo por parte de la sociedad. ¿Son todos golpistas, acaso? se pregunta una y otra vez.

Mira los documentos con detenimiento, pasa una hoja, y otra, y otra. Descubre que Eduardo Duhalde no para de moverse: se reúne con cada uno de sus enemigos. Néstor maldice e instruye. "Quiero saber qué se habla en la reunión que Duhalde va  a tener con los Rodríguez Saá hoy a la tarde", ordena.

Nada lo alegra ni lo tranquiliza. Ni siquiera la inédita victoria de Rácing, el club de sus amores. "¡Qué carajo me importa lo de Rácing!", vocifera a uno de sus operadores más cercanos. Nadie responde, es imposible contradecir al jefe.

Su enojo crece al enterarse que la mesa de enlace de las cuatro entidades del campo se ha puesto de acuerdo para dar una conferencia de prensa. Decide entonces que el vacuo discurso de su esposa en el marco de la Cumbre del Mercosur sea transmitido por cadena nacional. Todo sea por darle algo de protagonismo a la alicaída Cristina frente a la descomunal figura del campo.

Ha sido un inútil manotazo de ahogado, una evidente muestra de falta de reflejos. Tal es así, que algunas radios no dan importancia al llamado oficial y siguen con su programación. Hay una realidad: jamás ningún discurso de cumbre alguna ha sido transmitido por cadena oficial. Es una postal de la desesperación K.

Néstor no para de pensar, siempre juntando sus manos, como rezando. Es un gesto típico en él, de solitaria introspección. Quienes lo conocen saben, al verlo así, que cada vez se aísla más, pergeñando estrategias inútiles.

Ellos hacen lo mismo, juntan sus manos, pero para pedir a algún ser superior que se digne a iluminar al ex Presidente.

 

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