"Estoy de vacaciones, no vine a trabajar, necesito unos días de descanso", le dije sin dudar al periodista de Villa Merlo —San Luis— que me llamó para encontrarnos y trabajar en un tema periodístico. De alguna manera, el colega se había enterado de mi presencia en este hermoso lugar, y quería que lo ayudara a investigar una serie de desaguisados ocurridos merced a ciertos funcionarios municipales, aparentemente protegidos por el Intendente del lugar, Sergio Guardia. "Te lo agradezco, pero no", le dije, parafraseando el tema musical de Shakira y Alejandro Sanz.
"Mirá, en Merlo están pasando cosas feas y vos podés darnos una mano", insistió el hombre de prensa y, aunque lo intenté, no pude resistir el llamado de mi vocación periodística-investigativa. "Está bien, esta misma tarde nos juntamos", aseguré algo desganado, pero con gran curiosidad.
Allí me enteré de algunas denuncias contra funcionarios municipales que se sumaban a las recibidas tiempo antes en el correo electrónico de Tribuna de periodistas, luego de la gran repercusión que había tenido una entrevista que le realicé al intendente de Merlo en marzo de 2008 (1).
"No voy a intentar convencerte, sólo caminá y hablá con la gente", dijo el colega, esperanzado en mi eventual respuesta positiva. "Ok, voy a hacerlo, pero no te creas que voy a poder hacer demasiado, sólo soy un periodista", respondí finalmente.
Acto seguido, me interné en las calles de Merlo y comencé a hablar con los lugareños. Como podrá verse a continuación, fue una experiencia sumamente enriquecedora (2).
Algo huele mal
Merlo es una de las localidades más hermosas de la Argentina. Amén de ser el tercer microclima del mundo, posee una geografía que podría envidiar cualquier ciudad del mundo. Hasta hace unos años, la confluencia a esta villa por parte de personas que querían radicarse, era incesante. Nadie quería perderse la posibilidad de vivir en un lugar tan apacible, alejado del mundanal bullicio. Sin embargo, en los últimos años se ha estancado el asentamiento de nuevos vecinos, debido a la dejadez de la ciudad. Por caso, las calles con el asfalto totalmente deteriorado ya son una postal más de las calles de Merlo, lo mismo que el abandono de ciertos lugares públicos.
A esto hay que sumarle la insoportable corrupción que se vive a diario y que proviene de los más importantes despachos de la municipalidad. Este periodista ha sido testigo directo de la bronca de los comerciantes de la villa por diversos tipos de aprietes sufridos por funcionarios públicos. A la cabeza de las quejas, se encuentran los señalamientos contra la dirección de Bromatología, a cargo de Faustino Biscayart, junto a dos inspectores apellidados Urquiza y Luna.
Cuentan los vecinos de Merlo, especialmente aquellos que poseen locales gastronómicos, que los mencionados suelen invocar o inventar ciertas contravenciones a efectos de secuestrar mercadería en provecho propio.
Tal ha sido el caso de Ricardo, dueño de carnicería Tomfac, quien el 9 de diciembre de 2008, bajo falsas acusaciones, sufrió el secuestro de diez corderos y una onerosa multa. Después de pagar la contravención, el carnicero pidió que le devolvieran los corderos y se encontró con una asombrosa trama: "me dijeron que los habían quemado, lo cual me indignó. Pedí que me mostraran los restos y no quisieron. Fui a la Justicia y me dijeron que debían mostrarme lo que quedaba de mis corderos. Ahí me cambiaron la cosa, me dijeron que los habían enterrado pero tampoco me dejaron verlos", aseguró el damnificado a este periodista.
Algo similar ocurrió días más tarde, el 22 de diciembre, en el marco de una exposición judicial efectuada por Maximiliano Pereyra. Allí, el joven denunciante relata algo escalofriante: "trabajando para la carnicería Diego 10, en el mes de julio de 2008, el Sr. Luna, Urquiza y Biscayart, con carne decomisada a Transur, en ese mismo mes de julio de 2008, le encomendaron al Sr. Jorge Grasso (dueño de Diego 10) que le hiciera cinco mil hamburguesas a cambio de 10 medias reses (también decomisadas), quedando el resto para Diego 10, o sea su dueño, Grasso. Manifiesta que esto le consta porque el dicente trabajó en ese establecimiento desde julio de 2008 hasta agosto de 2008, en que dejó de trabajar por problemas con la Sra. de Grasso.
Aclara el Sr. Pereyra que de las 10 medias reses se habrían utilizado una y media, haciendo pasar por cinco mil hamburguesas, de las cuales se le entregó al Sr. Luna (que iba en su auto particular, Regata blanco) unas tres mil quinientas. Pereyra continúa manifestando que la carne llegó a Diego 10 en una camioneta a cuyo bordo iban los Sres. Luna, Urquiza y Biscayart, que él mismo ayudó a hombrear las medias reses que quedaron en la cámara frigorífica ubicada en la misma carnicería de la calle Coronel Mercau".
Como puede verse, las denuncias señalan siempre a los mismos tres funcionarios. No se trata de casos aislados, sino de los dos que se animaron a contar sus penurias con nombre y apellido. Obviamente, hay otros casos, como el del carnicero al que le secuestraron siete costillares que terminaron en la parrilla de diversos funcionarios merlinos, pero este último damnificado no se atreve a hacer público su nombre por temor a represalias.
Es que los funcionarios de Merlo no suelen andarse con chiquitas: "A mí por denunciar corrupción en la municipalidad me incendiaron el depósito que había estrenado pocas horas antes", aseguró a este medio Coco Fernández, dueño de la célebre casa de pastas Don Patrone.
Lo cierto es que, en todos los casos en los que se ha secuestrado mercadería comestible, aparece el nombre del titular de bromatología, Faustino Pedro Biscayart, junto a los inspectores Luna y Urquiza.
Pero, ¿quién es Biscayart?
Nacido el 16 de noviembre de 1952, veterinario, CUIT 20-10540703-4, este personaje posee una propiedad en Gral. San Martín 128, en la localidad de Mariano Alfonzo, provincia de Buenos Aires y un automóvil Renault Clío patente FWR879 modelo 2006.
Asimismo, posee cuentas en tres entidades: Banco de la Nación Argentina (C.A. $), Bbva Banco Francés y Comafi. En este último tenía 14.600 pesos a octubre de 2008.
A pesar de ser señalado con insistencia, Biscayart —junto a sus dos laderos— siempre sale bien parado. ¿Casualidad o protección judicial? No se sabe, pero es más que sospechosa la actuación del juez de Faltas Ricardo Gallego, quien suele "dormir" todas las denuncias que involucran al titular de Bromatología.
La ruta del malevo
Lo anteriormente mencionado es un juego de niños comparado con las denuncias de los hoteleros y constructores de la zona, los cuales aseguran ser pasibles de pedidos de coima permanente. Un caso puntual, que resume lo denunciado por otros, es el del hotel Sierras de Merlo.
Uno de sus titulares tuvo la infeliz idea de ampliar la estructura edilicia del mencionado lugar, para lo cual inició un engorroso trámite en la municipalidad. A pesar de que los inspectores comunales siguieron de cerca la obra a medida que se iba construyendo, una vez terminada multaron a sus dueños por haber violado una ordenanza comunal. Lo interesante del caso no es la contravención en sí —la cual es real y debe ser compensada—, sino el pedido que vino junto a esta: para permitirle seguir explotando el complejo, le pidieron una coima de varios miles de dólares, en nombre de las más altas autoridades municipales.
El que lo hizo no fue ningún improvisado, sino el ex jefe comunal de Merlo, Jorge "Malevo" Álvarez —de la mano del secretario de Planeamiento, Luis Leiría—, quien no dudó en amenazar con inhabilitar el hotel en caso de no ser pagado ese dinero.
Álvarez es un pícaro personaje que desde fines de 1999 purga un procesamiento por una serie de hechos delictivos tales como “fraude, perjuicios contra la administración pública e incumplimiento de deberes de funcionario público”. Aunque fue absuelto de casi todos los cargos por la sospechada Justicia de Concarán, las pruebas presentadas en el juicio son irrefutables, especialmente las pueriles rendiciones de cuentas del municipio a su cargo. Tan es así, que Tribunal de Cuentas de la Provincia le ordenó el reintegro de casi 130 mil pesos injustificados durante su gestión. Para que no quepan suspicacias, el Superior Tribunal de Justicia ratificó la medida.
La intachable evidencia fue colectada por los entonces concejales Manuel Cano, Miguel Zaragoza (3), María Rosa Miravet y Ángel Lemos, los cuales demostraron una serie de desaguisados en perjuicio de la municipalidad de Merlo por parte de Álvarez, con la ayuda de sus laderos, Norberto Orlando y Roberto Lecuona. Este último, es dable mencionarlo, sigue teniendo injerencia en el gobierno de Sergio Guardia.
Ponerse en Guardia
Sergio Luis Guardia es intendente de Merlo desde el año 2003, reelección mediante. Profesor de educación física, CUIT 20-14813028-1, nació el 17 de mayo de 1962 y posee una vivienda a su nombre en la calle Pringles 559 de Merlo. Asimismo, posee un automóvil Fiat Uno patente BOZ023 y una jugosa cuenta en el Banco de la Nación Argentina con más de 23 mil pesos a octubre de 2008. No casualmente, su esposa, Marianela Soledad Quintos —CUIT 27-25156742-0, 33 años de edad— trabaja en ese mismo banco.
Guardia ha sido ministro de Gobierno del mencionado Álvarez y, aunque intente diferenciarse de este, sólo es una continuidad en los jugosos negocios que depara el municipio, incluidos los desmanejos de las cooperativas merlinas —una de las cajas comunales más importantes— y otros. Por caso, Guardia aún no ha explicado debidamente dónde están los cinco mil litros de gasoil desaparecidos a principio de 2008 y que fueron denunciados recién en noviembre, gracias a la oportuna denuncia de un ex empleado municipal. La mentiras y contradicciones del intendente son un síntoma de que la transparencia no es un valor de su gestión.
Lo mismo sucedió cuando este periódico lo entrevistó en marzo de 2008 y le preguntó por la creciente cantidad de droga en Merlo. Guardia aseguró que todos sabían quiénes vendían estupefacientes, pero nunca puntualizó sus nombres. Esto le valió un oportuno pedido de juicio político.
Más allá de su propia ineficiencia, ¿sabe Guardia que sus funcionarios coimean? (4) ¿Desconoce acaso las denuncias contra Bromatología? Imposible que así sea, ya que Merlo es aún un pueblo donde los vecinos hablan con elocuente indignación en todo ámbito social posible.
Y si aún así el jefe comunal no estuviera al tanto de lo que sucede, es un síntoma de su ineficacia. La corrupción no acontece sólo por acción, sino también por omisión. Difícilmente el gerente de una empresa privada pudiera salvar su puesto argumentando desconocer los desaguisados cometidos por su personal a cargo. ¿No debería suceder lo mismo en la administración pública?
Si un intendente municipal —cualquiera que fuere— no puede hacer frente a las necesidades básicas de los vecinos, debe sincerarse y hacerlo público, en lugar de permanecer encerrado en su oficina. En Merlo los insoportables baches de las calles ya han pasado a un segundo plano para dar paso a hechos de flagrante corrupción.
¿Hasta cuándo seguirá tirando de la soga Sergio Guardia?
Christian Sanz
(1) Ver https://periodicotribuna.com.ar/Articulo.asp?Articulo=3651
(2) El impacto de la investigación fue tal, que ha sido reproducida —con entrevista incluida— por dos radios de San Luis y el diario de la República, el más importante de la provincia.
(3) Zaragoza posteriormente fue funcional a los desaguisados comunales, dando su voto de aprobación para aprobar diversas cuestiones contables.
(4) Se intentó dar derecho a réplica a la municipalidad, sin éxito.