En momentos en los que el periodismo debería haber superado sus peores épocas de censura vernácula, a más de tres décadas de la más sangrienta dictadura militar sufrida por el país y, luego de haber sobrevivido a la infamia del menemismo, acechan preocupantes jornadas de persecución al periodismo crítico en la Argentina.
Desde que llegó al poder, el matrimonio Kirchner ha atosigado a la prensa de toda manera posible, mostrando un elocuente pico de virulencia en las últimas semanas.
Por caso, el bloqueo a los centros de distribución de periódicos como Clarín y La Nación y revista Noticias, muestra a las claras la intencionalidad de acallar a la prensa no adicta al kirchnerismo. Ojo, esto último se conoce públicamente porque ha trascendido a la sociedad. Pocos conocen los casos de aprietes oficiales a periodistas díscolos, ya sea a través de la extorsión más pura, ya sea a través del hostigamiento permanente.
Los trabajadores de Tribuna de periodistas conocemos bien sobre estas cuestiones, ya que hemos sufrido el embate oficial desde el preciso momento que los Kirchner llegaron al poder en el año 2003.
Más allá de nuestro caso puntual, en días pasados pude hablar con media docena de colegas de medios de enorme relevancia, los cuales coincidieron en sostener que en las últimas semanas han comenzado a sufrir un incesante acoso por parte de funcionarios del gobierno de los Kirchner. Para que se entienda la magnitud de lo ocurrido, a dos de ellos les fueron "obsequiados" sendos CDs con imágenes de cámaras ocultas que los mostraban en situaciones privadísimas.
El resto de los colegas sufrieron hostigamientos de otra índole, no menos molesta: inspecciones impositivas, presión a través de sus editores y amenazas anónimas.
A todo lo antedicho habría que agregar la creciente persecución judicial que el oficialismo ejerce sobre algunos otros cronistas. En el caso de quien escribe estas líneas, el hostigamiento es inédito. Sólo por mencionar un dato, el jefe de Gabinete ha iniciado dos querellas por calumnias e injurias contra mi persona, la última de ellas a horas de que la presidenta Cristina Kirchner jurara que derogaría esas figuras penales a pedido de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (¡!).
A ello se ha sumado la intrusión y destrucción de elementos de trabajo de mi domicilio y el acoso a través de organismos fiscalizadores del Estado.
Eso sin mencionar la cantidad de denuncias que llevo efectuadas ante la Justicia por amenazas, la última de ellas por parte de un funcionario de la Secretaría de Inteligencia del Estado (ex SIDE) apellidado Salinardi, quien admitió ante testigos que iba a "cortarme", dando asombrosos detalles acerca de mi rutina diaria a sus eventuales interlocutores.
De más está decir que todas y cada una de esas denuncias siempre han sido cajoneadas, aún cuando suelo presentar prueba concluyente sobre la identidad de los que me amenazan.
Peligro inminente
Hace unas horas, sujetos desconocidos se dirigieron a la casa de mi madre y preguntaron por mí a través del portero eléctrico. Cuando esta bajó a ver de quién se trataba, ya no había nadie. Lo mismo ocurrió hace unas semanas en el hostel donde solía hospedarme en Buenos Aires, justo antes de exiliarme en Uruguay. Dos sujetos poco amables preguntaron por mi persona; dijeron ser periodistas pero jamás dieron sus datos ni referencia alguna.
Lo más asombroso es que todo lo que me sucede hoy fue anticipado oportunamente por una importante fuente de Casa de Gobierno en septiembre de este año. "Tené cuidado, Christian, te quieren aleccionar por algunas notas que estás publicando. No sólo a vos, a varios periodistas de diversos medios. Estás en un listado de diez periodistas que van a escrachar (...) No te extrañe que te allanen tu casa y te rompan todo, es una de las cosas que están evaluando", aseguró el informante. Pocos días más tarde, ocurrió eso mismo.
Mientras escribo estas líneas, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) se encuentra evaluando la situación de América Latina en general respecto al atosigamiento de algunos gobiernos para con el periodismo de estos lares. Como en los últimos años, es probable que emitan un documento crítico al respecto, especialmente en el tópico referido a la Argentina.
Sin embargo, de nada servirá lo que diga la SIP o cualquier otro organismo si no hay un involucramiento de la sociedad toda respecto a la libertad de prensa.
No debe olvidarse jamás un detalle no menor: el periodismo representa a los ojos de esa misma sociedad.