El Mundial de Fútbol ya está aquí, dispuesto a ponerle durante varias semanas cierta bruma a todos los temas de la realidad política y económica. El gol del "Gringo" Heinze le generó al Gobierno una sonrisa de oreja a oreja, a caballo de una performance bastante aceptable del equipo nacional. "Si la Argentina sale campeón del mundo hay Kirchner hasta 2020", suelen fantasear en Olivos.
Pese a que los K son especialistas en meterse de modo permanente en camisa de once varas, tal como les ha ocurrido en el caso Gualeguaychú, donde se compraron una autoencerrona judicial y además se excedieron en algunos calificativos que indispusieron más a los pocos vecinos que defendían el corte, creen que, si les sale bien, con el Mundial, finalmente, van a sumar muchos puntos a favor de su imagen.
Por supuesto, que apuestan a que el humor de la sociedad vire definitivamente hacia la gracia si el resultado futbolístico es el ideal y se lo capitaliza políticamente, tal como ocurrió con la fiesta del Bicentenario. Al fin y al cabo, si la cosa termina abruptamente siempre habrá tiempo de despegarse, como para no aparecer como gestores de lo que será un fracaso de otros.
De allí, que haya caído tan mal entre las huestes kirchneristas todo el ruido que se armó alrededor de los barras bravas, con una decena de ellos deportados desde Sudáfrica, cuando quedó más o menos en evidencia que el grueso viajó al Mundial bajo el calor de los funcionarios públicos y la plata de todos.
El grado de alineamiento en el discurso oficial fue tan grande, que de modo inmediato las habituales usinas que conforman su multimedios salieron a decir al unísono que "los barras siempre existieron" y que ahora su acción violenta estaba siendo sobredimensionada, debido a una "andanada" mediática.
Las hinchadas que viajaron solas han quedado ahora a la buena de Dios en Sudáfrica y sin referentes que las dirijan, salvo el grupo de los 300 que integran Hinchadas Unidas Argentina, que conduce el kirchnerista Marcelo Mallo. El peligro latente está dado en el control del centro de la tribuna y, aunque no le guste, esa espada de Damocles la tendrá pendiendo el Gobierno sobre su cabeza hasta el último instante.
No obstante, si el primer resultado del equipo de Diego Maradona ha sido un hito positivo para el Gobierno, la puesta en marcha del Mundial ha funcionado como un tabú para todos los políticos, tanto que la mayor parte de ellos se llamó a silencio ya desde el mismo viernes, en una suerte de autoexclusión, como si sintiesen que la gente les va a pasar alguna factura por vulnerar la veda futbolística.
Antes de esta suerte de paz que impone el fútbol y que nubla la realidad, también hubo otra bruma, que en este caso envolvió a la oposición política, situación que durante la última semana tendió a modificarse con la aparición de dos grupos que dicen que podrían competir con el kirchnerismo en octubre de 2011. Ya no son cabezas sueltas, sino que detrás de la neblina que aún persiste se notan claramente que hay aglutinamientos, aunque es bien difícil todavía predecir quienes van a emerger como líderes de ambos nucleamientos.
La UCR fue el primer grupo en definirse, a partir de la interna bonaerense, un escalón que permitirá de ahora en más encolumnar a muchos dirigentes detrás de Ricardo Alfonsín. Su victoria del domingo pasado ayuda a una mejor reconstrucción del Acuerdo Cívico y Social con los referentes del socialismo, con el GEN de Margarita Stolbizer y ya se verá si con la Coalición Cívica de Elisa Carrió o no. Julio Cobos no perdió entidad de presidenciable, pero ya no está solo en ese firmamento.
El segundo bloque que tomó entidad, con una irrupción fulgurante, fue el peronismo Federal, también llamado "disidente" del kirchnerismo "usurpador", tal como le gusta decir a Eduardo Duhalde. Este grupo de dirigentes (Carlos Reutemann, Francisco de Narváez, Felipe Solá, Jorge Busti, Mario Das Neves, Ramón Puerta, etc.), todos con vocación de poder, han jurado que ninguno de ellos hablará de candidaturas hasta principios de 2011.
Después, piensan armar una fórmula para presidente y vice y otras tantas para gobernadores y mientras tanto cada uno intentará posicionarse individualmente. Lo que no han decidido aún es si van a ir por adentro o por afuera del PJ, ya que todo depende de la reglamentación que el Gobierno haga de la Ley Electoral.
Dentro de ese espacio se piensa que allí podría armar una trampa el ex presidente y, por eso, la mayoría piensa que hay que vaciar de legitimidad ese espacio en poder de Kirchner. Igualmente, quieren ver cómo se estructura la interna, aunque habrá que ver si esa reforma alguna vez sale a la luz y si habrá tiempo esta vez para aplicarla. En tanto, en el Gobierno se dice a voz en cuello que ésa será la excusa principal que esgrimirán los disidentes para no competir con Kirchner, por el temor que le tienen.
Hasta ahora, la única gran duda es Mauricio Macri, aunque los federales dicen que no pueden prescindir de los votos porteños de ese color si quieren avanzar en sus pretensiones presidenciales. El PRO es un conglomerado de ideologías (peronistas, liberales, radicales y social cristianos) y el Jefe de Gobierno se encuentra tironeado desde varias puntas internas, aunque todo indica que se podría llegar a un entendimiento, no exento de chicanas políticas.
El tercer bloque, que aún no se nuclea del todo debido a las tradicionales diferencias que lo segmentan, debería estar conformado por los partidos de izquierda, hoy con referentes como Pino Solanas o Claudio Lozano en primera línea, pero con estructuras algo más cercanas al kirchnerismo y otras más ultras.
El cuarto espacio en discordia para 2011 es hasta ahora el único grupo que tiene entidad, liderazgo y coherencia. Es el kirchnerismo que sigue teniendo a mano, aunque algo diezmadas por su vocación de derroche y probablemente más acotadas por la acción legislativa próxima, las cajas de la política para disciplinar gobernadores e intendentes.
Pero además, si de dinero se trata, como el Gobierno hace del consumo el eje del crecimiento, supone que ésa será su bandera de victoria para 2011 y está seguro que inyectando fondos para que la gente gaste podrá seguir sumando voluntades, sobre todo si el Mundial le da una mano.
De allí, la pasión por negar los ajustes que para ciertos políticos son la negación del populismo. El propio ex presidente puso la semana pasada las cosas en términos de Ajuste o Plan argentino, casi al modo de una disyuntiva crucial como la que abarcaba la vieja consigna peronista de Liberación o Dependencia o aquellas más tétricas pintadas que decían Patria o Muerte.
"Se vuelven a dirimir dos modelos conceptuales, claros y concretos de cómo gobernar el país. Uno que tiene su epicentro en Europa y también en los EE.UU., donde creen que con mayor ajuste y profundizando la ortodoxia neoliberal van a hacer crecer la economía y el otro modelo, el que tenemos, con la experiencia de haber dado la batalla ante la crisis", dijo Kirchner ante la militancia, tirando un guante que hasta ahora desde la política nadie recogió.
Sin embargo, los conceptos del diputado podrían merecer francos reparos desde el sentido común. Ajustar el bolsillo es lo que hace cualquier familia, un consorcio o una empresa cuando se desbarajustan sus cuentas y las tarjetas de crédito explotan. Las amas de casa compran polenta y las empresas convocan a sus acreedores.
Pero en materia de dineros públicos, lo cierto es que, cuando los países se exceden en sus gastos, los políticos se resisten a ser impopulares, debido a su vocación por el corto plazo y por eso los Kirchner no han dudado en echar mano a las joyas de la abuela (fondos de la ANSeS, reservas del Banco Central, etc.) para cebar la bomba del buen vivir.
La experiencia señala que los desvíos fiscales fatalmente generan, a la corta o a la larga, una burbuja que en algún momento explota vía inflación, devaluación o default. Y además se produce un lógico tironeo para preservar la capacidad de compra de los salarios, que en la Argentina ha llevado a una carrera alocada más de una vez.
Específicamente, en la cuestión de la distribución del ingreso, que la inflación horada más que cualquier ajuste clásico mientras al Tesoro le licúa los gastos, durante la última semana se vivió un tironeo muy intenso entre Hugo Moyano y el gobierno nacional, puesto en sordina por los protagonistas, pero que los mantuvo en vilo durante varios días. En esa puja, además, se juegan otros posicionamientos.
Los camioneros pidieron 31%, el Gobierno decidió votar en contra en el Senado un proyecto sindical que había alcanzado unanimidad en Diputados, Moyano bajó a 24% las pretensiones de su gremio, pero volvió a pedir por el reajuste del impuesto a las Ganancias y en eso están, coqueteos y desplantes de por medio, mientras otros gremios hasta ya han hablado de reabrir las negociaciones, mientras los empresarios hablan de "desbordes" salariales.
En paralelo, y ya se está viviendo como secuela de los desajustes fiscales, no aparecen compradores de títulos ni vocación de los privados por invertir, más allá del simple mantenimiento de la capacidad instalada.
Toda esta historia, completa y del principio al fin, es bien conocida para los argentinos y lo que llama la atención es que se repita con tanta asiduidad y de modo tan recurrente que linda con lo adictivo. En el mismo corto plazo, mientras que algunos se cubren pasándose al dólar, buena parte del conjunto social suele apoyar esos espejitos de colores, aunque más adelante, ante la frustración, se declaran estafados.
Aunque no se quiera verlo, los países de Europa con dificultades, los mismos a los que aludió Kirchner, son un ejemplo a tener en cuenta, ya que el apretón no les ha llegado por generación espontánea ni por la maldad intríseca de unos pocos. Nadie ajusta lo que no se desajustó antes. El pobre José Luis Rodríguez Zapatero anda con el destornillador a cuestas para remendar sus propios desaguisados, cheque-bebé de U$S 2.500 euros por nacimiento, incluido.
Sin embargo, en la Argentina no hay peligro inminente ya que aún se conserva algo del colchón, pero lo que está claro es que si se persiste en la cadena de la felicidad, alguien deberá pagar luego el costo de remendarla cuando se corte. O el propio kirchnerismo, en un tercer mandato o quien se atreva a tomar un hierro que puede tornarse cada vez más candente.
Hugo E. Grimaldi