La noticia cayó como bomba, no sólo por lo inesperado sino por su relevancia intrínsica. Es que, sin que nadie pudiera preverlo ni especular con ello, fue anunciada oficialmente la noticia de que Jorge Taiana abandonaba su cargo al frente de la Cancillería argentina.
Según las agencias de noticias, se trató de la mera renuncia del funcionario, supuestamente por la "falta de apoyo y diferencias" con el Gobierno a la hora de llevar adelante temas de política exterior.
Sin embargo, la historia detrás de esta historia difiere sustancialmente de lo que rezan las crónicas oficiales. Es una trama en la cual aparecen involucrados los cuestionados servicios de Inteligencia vernáculos de la mano de la cúpula del propio gobierno.
La historia (no) oficial
Desde hace unos meses, en la Quinta de Olivos comenzaron a realizarse periódicas reuniones oficiales para intentar frenar oportunas filtraciones a la prensa, relacionadas a cuestiones de política exterior que se intentaban mantener en reserva total. Negociaciones con Uruguay por el tema pasteras, acuerdos privados con Brasil por la misma razón, detalles de los negociados con Venezuela y secretos de las relaciones comerciales con China han sido sólo algunas de las cuestiones que aparecieron publicadas con lujo de detalle en los diarios y que provocó la furia K.
¿Cómo era posible que se enterara el periodismo de esas movidas si se mantenían en total secreto? Se especuló entonces con una filtración por parte de la propia Cancillería y, a esos efectos, se “pincharon” los teléfonos de los funcionarios más relevantes de ese organismo.
Luego de dos meses de intervenciones telefónicas, surgió claramente que Taiana, a través de un correo electrónico no oficial, uno de sus celulares y por medio de los mails de dos de sus secretarios privados, hacía llegar información clasificada a sendos columnistas estrellas de diario Clarín y La Nación, dos medios enfrentados –sin posibilidad de retorno- con el kirchnerismo.
El detalle completo de esas pinchaduras —ilegales— llegó ayer jueves a las manos de un enfurecido Néstor Kirchner, quien inmediatamente se lo comunicó a su esposa y esta, a su vez, a su hombre "todoterreno", Aníbal Fernández. No sólo el Canciller daba detalles a los medios, sino que criticaba furibundamente a los Kirchner reiterando una palabra que enervó los nervios oficiales a límites poco antes vistos: "corrupción".
A causa de ello, Cristina Fernández llamó por teléfono esta misma mañana a Taiana y le pidió explicaciones por las filtraciones realizadas al periodismo. La discusión, según testigos presenciales, llegó a niveles inéditos de crispación de ambos lados.
Sabido es que la lealtad, para el kirchnerismo, es un concepto inquebrantable, y en este caso no fue menos. Lo que hizo Taiana es imperdonable para el manual de estilo K y, por ello, se le pidió que dejara su cargo.
Para que no se viera tan traumático, el funcionario pactó con la mandataria que sería él mismo quien daría detalles de su renuncia y decidió aportar a los medios una explicación tan escueta como elocuente: que dejaba su cargo por "las diferencias que sentía para la implementación de decisiones políticas que afectan el desarrollo de la Política Exterior de la Argentina".
Por el momento, ninguna de las partes dará detalles de la eyección, ya que a nadie le conviene que se sepan los vericuetos de la salida del funcionario.
En lugar de ello, se ha apresurado el regreso del ultra obsecuente Héctor Timerman para que se apreste a ocupar el sillón de Taiana. El perfil de Canciller que dará este último es de mayor exposición mediática y acompañamiento a las políticas oficiales. Es por ello que puede vaticinarse que hará de maravillas su papel.
Por lo pronto, Timerman demostró estar totalmente alineado al pseudoprogresismo K a través de sus insólitas intervenciones en el insoportable panegírico oficial, 6,7,8.
No es poco.