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Mauro Viale: el periodista chupasangre

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SENSACIONALISMO Y CONVENTILLO
SENSACIONALISMO Y CONVENTILLO

Hace muchos años, mientras su madre todavía soñaba para él un futuro de contador, Mauricio Goldfarb supuso que su apellido de origen judío era, en el mejor de los casos, “poco artístico” para un periodista y, en el peor, peligroso. Optó entonces por rebautizarse Mauro Viale, en módico homenaje a Luis Viale, una –por entonces– tranquila callecita de Villa Crespo donde vivía su abuela.

 

La historia de su vida ya es harto conocida y se sabe que es amigo del escándalo y el conventillo. Su consigna favorita parece ser "el fin justifica los medios".

Los años le mostrarían que eso a veces tiene un alto costo. Hace poco, un ocasional contrincante, Hugo El Turco Samid, le hizo conocer la peor cara del sensacionalismo, derribándolo de una trompada en vivo y en directo. Pero Viale, astuto, absorbió esa caída con un aumento del rating, y el golpe dejó de doler.

Dijo una vez a cámara, en tiempos de ATC y euforia menemista:No tengo dilemas morales, yo soy periodista”. El entonces incipiente Caso Coppola le había dado herramientas para llevar la primera parte de ese enunciado (“no tengo dilemas morales”) hasta las últimas consecuencias, en progresivo desmedro de la segunda (“yo soy periodista”). Poco después, en Canal 2, terminó de comprobar que era posible instalar en la Argentina un espacio de ficción virtual, que desplazara de la pantalla a las telenovelas rosas y a los policiales enlatados. Un teatro del absurdo, que combinara política y farándula, historias de bajos fondos y trivialidad de jet-set. Una postal televisada de su época. La proverbial tilinguería argentina lo proveyó de los “actores” adecuados, voluntarios de un ejército efímero, sin intereses comunes, movilizado por la luz roja de la cámara.

La saga de Sammantha y Natalia se reproduciría luego en otros personajes mediáticos, del mismo modo que la “vida real” escupía en la pantalla casos de actualidad que se superponían como capas geológicas descartables. Así, en el planeta Mauro, el Turco Julián y Jacobo Winograd podían discutir de política, y un “debate” sobre la pena de muerte, enriquecido por los aportes teóricos de “La momia” (que encima era falsa) era breve y naturalmente interrumpido para publicitar las bondades de una crema antihongos.

La carrera periodística de Viale admite un pasado de llamativa sobriedad, encerrado en su rol de periodista deportivo. Todavía se recuerdan sus frugales relatos de fútbol (al menos si se los compara con la posterior incontinencia de Marcelo Araujo) y su voz grabada a fuego en la televisación de los mundiales. “Durante la dictadura yo estaba en el limbo” le confesó a Nueva Sion el 18 de abril de 1991. Para escapar de ese limbo no escatimó esfuerzos ni desperdició contactos. Su amistad con Menem lo llevó a la gerencia de noticias de ATC.

Allí, uno de sus ciclos (“Anochecer”) exhibía en vivo a víctimas de violaciones que dramatizaban su tragedia. Años después (1997) y en Canal 2 mezcló la truculencia con la política, una de sus combinaciones favoritas: se teatralizó una declaración bajo tortura a una periodista desaparecida. No le importaba tanto la implicancia ideológica del caso como su impacto visual.

El 6 de julio de 1998, Viale pasó el límite que no debe pasarse: tuvo que retractarse ante las cámaras del canal América de las afirmaciones injuriosas y calumniosas vertidas contra la periodista Lila Pastoriza como parte de una campaña sucia contra el Frepaso. Pocos días después del anuncio de la fórmula presidencial a dirimir entre José Octavio Bordón y Chacho Alvarez, en septiembre de 1994, Viale emitió por el canal de gobierno, ATC, una teatralización en la que Pastoriza -quien durante la última dictadura militar estuvo secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada- era presentada como delatora de sus compañeros de militancia. Viale también afirmó que la periodista, casada en aquel momento con el dirigente frepasista Eduardo Jozami, era ñoqui del Concejo Deliberante. Pastoriza querelló a Viale por calumnias e injurias y El juez Eduardo Etcharrán lo obligó a hacer pública la retractación que el conductor leyó con cara de odio en el programa Impacto a las siete.

Debe decirse que, más allá de todo, su personaje se ganó el favor de muchos bien pensantes, que veían sus grotescas puestas en escena como capítulos imperdibles de una miniserie kitsch. La brevísima primavera aliancista amagó con arrojar definitivamente su figura a los márgenes de la tv por cable. Pero la realidad (complotada con Daniel Hadad y Carlos Avila) lo devolvió al aire. Argentina no había cambiado.

O sí: estaba peor. Primero en Canal 2, después en Canal 9, Viale intentó –breve y vanamente– bajar los decibeles de su monstruo mediático, para desilusión de sus admiradores freaks. 

Pero su naturaleza, embravecida por un rating que estira diariamente los alcances del país bizarro, decidió traicionarlo.

 
 

14 comentarios Dejá tu comentario

  1. Dejó una pésima referencia sobre la forma de hacer periodismo. Maestro del destrato y el individualismo. No siempre la muerte santifica a las personas, sus hechos y acciones que quedan como lastres en la construcción de civilizacion y que se aparecen como culto a la barbarie en un entorno de beneficio economico personal, no son actitudes para dejar como herencia

  2. Mauro Viale murió, no hace falta hacer un nota ensalzando a una figura si no lo merece, pero tampoco los comentrarios que aparecen en las notas que encima son re viejas. Me parece que la familia merece respeto y consideración por el momento que están viviendo.

  3. Publican una nota de 17 años atrás hablando mal de un colega que se acaba de morir. No solo son miserables sino ignorantes si se creen mejores que eso que critican. No lo son. Forte, no tenés hijos que un día puedan preguntarte por qué hacías estas porquerías? Por qué no te conseguís un empleo decente?

  4. No todo lo que hace el virus chino es del todo malo. Hace también cosas buenas. Por ejemplo, líquida a quienes se consideran inmortales y, qué, basándose en eso, se limpian el orto en todos los argentinos. Ruego que el bicho siga haciendo su trabajo y liquide a todos los inservibles e inmortales de este país, qué tal vez así los argentinos qué no somos inmortales podamos seguir viviendo decentemente.

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