Desde que empezó a ser célebre y a aparecer en los medios, he sido un férreo detractor de la mentalista Blanca Curi, quien ha alcanzado su pico de popularidad ayer, tras fallecer luego de sufrir un inesperado ataque cardíaco.
Quiero destacar que no había animosidad alguna contra Curi de mi parte, sólo me molestaba que ella fuera parte de la legión de mentalistas y adivinos que gustaban de estafar a la gente con falsas predicciones.
Habré discutido con Blanca no menos de media docena de veces, siempre en el marco de programas de radio y televisión de baja estofa, en una suerte de debate público que nunca llegaba a ningún lado. Ella jamás admitía sus equivocaciones, pero yo insistía en mis “trece”. Esto llevó a que, en dos oportunidades, Blanca se retirara de sendos “sets” de grabación, sólo por estar yo ahí presente.
Debo confesar que en realidad era muy sencillo refutarla, porque sus pifies eran descomunales. Por caso, en el año 2000 tuvo el dudoso coraje de anticipar que “en el transcurso del 2001
No hace falta mencionar que ese mismo años fue postal de una de las crisis más impresionantes que vivió nuestro país, y que De
Sin embargo, Blanca fue aún más allá en su fallida predicción, al asegurar que crecería la figura del ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, y que sería “disputado por todos los partidos”.
Al igual que en los casos de Lilly Sullos, Horangel y otros pseudo adivinos, refutar a Blanca era muy sencillo: sólo había que comprar sus libros y marcar sus predicciones para el año en curso. Más de la mitad de sus dichos, no se cumplían jamás.
Muchos de esos desaciertos han generado fuertes polémicas —y oportunas vergüenzas ajenas—, como cuando la mentalista le vaticinó al actor Carlos Thompson una “larga y feliz vida en este, su país”, a poco de regresar a
Aunque las tropelías de Blanca son legendarias e históricas, se hicieron célebres recién después de que Raúl Portal la dejara en evidencia con sus erráticas predicciones en el programa “Perdona Nuestros Pecados”. No obstante ello, mucho antes de su aparición mediática, la adivina tenía un largo historial de denuncias por parte de clientes que se habían sentido estafados por ella.
En esos días, se hacía llamar Celeste de Pérez y ya había sido “escrachada” por el Dr. Tangalanga, personaje que se hizo célebre por sus ingeniosas bromas telefónicas. El tenor de la conversación (que puede escucharse al pie) es desopilante por demás y tal vez represente la mejor manera de homenajear a Blanca.
Sólo me resta decir cuatro palabras finales a la fenecida ¿enemiga?: que descanse en paz. Se lo deseo de corazón.