Piaget solía afirmar que uno no sabe lo que ve si no ve lo que sabe. Tremenda verdad. Cuando uno no puede interpretar lo que está observando, es probable que haga un análisis equivocado de la situación que pretende discernir.
Yo mismo viví esa experiencia en el año 1992, período en el que trabajé en el El show de Jorge Martínez, un programa que se emitía semanalmente por Canal 9.
En ese mediocre programa -pretendida copia del de Susana Giménez- yo hacía un bloque con sencillos trucos de magia de Close Up (magia de cerca). Era algo degradante, pero pagaban bien. Y yo sabía que, luego de que finalizara el ciclo, tendría mucho tiempo por delante como para que la gente olvidara esas intervenciones mías en tan banal programa.
A pesar de mi insatisfacción personal, debo admitir que fue en una de esas emisiones que tuve la posibilidad de empezar a vivir de cerca lo que era el fraude de la parapsicología. Y ni más ni menos que con el malogrado Ricardo Schiaritti.
Recuerdo con gran precisión ese programa. Yo ni sabía quién era el tipo y me impresionó enormemente la fastuosidad con que se manejaba. Desde su ingreso al canal en un imponente auto importado hasta el modo con que manejaba ciertas situaciones con el público. Trataba a la gente como si todos le debieran algo.
Lo cierto es que Schiaritti había llegado para hacer lo que mejor sabe: engañar. Hacer creer que tenía poderes paranormales y conseguir potenciales clientes. Yo todavía no sabía de qué se trataba.
Parte de su camino de presentación había quedado zanjado luego de que Jorge Martínez -obvio conductor del programa- hablara de las bondades de los supuestos poderes paranormales de Ricardito.
Mientras tanto, el chanta se preparaba detrás de cámara bajo la atenta y disimulada mirada de quien escribe esta nota. Si fuera el día de hoy, me sentiría una especie de James Randi (1), pero en ese momento no tenía idea alguna de lo que estaba gestando el destino.
Lo único que me llamó la atención fue la similitud de lo que Schiaritti preparaba con algunos de los trucos que solemos hacer los magos.
Luego hizo algo que no entendí sino hasta el final de su actuación en el programa: buscó a alguien del público que no fuera demasiado brillante. Y lo encontró. Apareció de pronto con un hombre que evidenciaba una gran falta de lucidez y le preguntó qué color de calzoncillos utilizaba. Recuerdo que el tipo le dijo escuetamente: "color blanco".
Finalmente, y con toda la preparación finiquitada, se lo pudo ver por la gran pantalla de canal 9 haciendo supuesta clarividencia con el público. Fue algo grotesco. De lo más básico de la magia de mentalismo.
Poco tiempo antes, el chanta había actuado en una novela del mismo canal y era evidente que aprovechaba esa dosis de histrionismo para condimentar su fraudulento show.
Más allá de los sencillos trucos que hacía Ricagardo -tal cual lo bautizó Raúl Portal-, hay que ponderar lo bien que gesticulaba su cuerpo a la hora de aparentar tener poderes paranormales.
Esas tonterías realizadas se vieron coronadas con un final inesperado. Schiaritti ofrecía zanjar las dudas de sus supuestos poderes paranormales haciendo un acto de clarividencia en el piso. Para ello, invitó a que pasara al frente cualquier persona que quisiera participar de su acto. Hete aquí que, de entre quienes se ofrecieron, podía distinguirse la silueta del apagado hombre con quien momentos antes había intercambiado comentarios sobre los colores de su ropa interior.
Y adivinen a quien eligió…¡¡Exactamente, Ud. ha acertado!! Eligió al poco agraciado caballero de los calzones blancos.¿Y qué pudo haberle adivinado? Ni más ni menos que los colores de su ropa interior.
Fue una de las pocas veces en mi vida en las que sentí tal vergüenza ajena. La escena era dantesca: el tipo estaba con su mejor cara de imbecil y los pantalones a la altura de las rodillas mostrando su blanco slip, mientras Schiaritti esperaba con su desafiante mirada los aplausos de un público que se debatía entre morirse de la risa y ponerse a llorar de pena.
Lo cierto es que para muchos de los que estaban ahí, el tipo demostró tener poderes y se iba a hacer difícil convencerlos de lo contrario.
Eran los comienzos de las andanzas de Schiaritti como "dotado". Luego de esa vez, lo vi en mil oportunidades más. En muchas de ellas, pasando vergüenza por predicciones fallidas, como cuando predijo que en 1995 se descubriría la vacuna contra el SIDA. Algo imperdonable.
Pero la imagen que siempre me quedará de él es esa que presencié en 1992. Una anécdota que lo pinta de cuerpo entero: el típico chanta sabelotodo. Con el agravante de asegurar que puede solucionar problemas de salud. Y lo peor es que muchos creen, hasta el día de hoy, que Schiaritti tiene ese pretendido don.
Ya lo decía el viejo y querido Einstein: "la inteligencia es muy limitada pero la idiotez…no tiene límite".
Christian Sanz
(1) Conocido mago-ilusionista norteamericano dedicado a desenmarcarar a supuestos dotados.