Según un pormenorizado perfil psicológico trazado por un grupo de prestigiosos profesionales de la universidad de Harvard, existió un Jefe de Estado rencoroso, con baja tolerancia a la crítica, tendencia a menospreciar a las personas y de buscar permanentemente la venganza.
Este hombre, que ejercía la primera magistratura gracias al voto de sus conciudadanos, quienes estaban hastiados de la profunda crisis económica que había soportado su país, era incapaz de aceptar siquiera una broma y se mostraba perseverante frente a la derrota, gracias a una fuerte obstinación y una enorme confianza en sí mismo.
Los estudiosos que elaboraron un dossier de 250 páginas con su diagnóstico, asegurando que los profundos desórdenes sociales que generó este presidente pudieron deberse a una venganza por los abusos sufridos durante su infancia.
“La feroz avidez de este arribista trasunta el egoísmo más monstruoso”...
“La persona se cree infalible y omnipotente, pero, en realidad, su éxito político se debe al hábil empleo de todos los resortes la propaganda hablada, escrita, grabada, fotografiada y filmada”.
“En el tramo final de su carrera, la lucidez lo abandona; ya que no puede escapar a la megalomanía”. Se señala con asombro en algunos de los párrafos más destacados.
La calificación final fue lapidaria: el paciente sufría de neurosis, paranoia, histeria y esquizofrenia.
El perfil en cuestión fue descubierto entre documentos desperdigados de la Biblioteca de Derecho de esta célebre universidad bostoniana y es considerada por los siquiatras como "una pieza única".
Cabe aclarar, aunque resulta obvio, que los catedráticos estadounidenses sacaron semejantes conclusiones sobre la figura de Adolf Hitler.
Marcelo López Masia