"El mejor truco del diablo, fue convencer al mundo de que no existía”, reza una frase que se hizo célebre en una película que en la Argentina se conoció como “Los sospechosos de siempre”.
De alguna manera, el kirchnerismo parece haber aggiornado ese lema respecto a su propio progresismo. “El mejor truco de los Kirchner fue convencer a la sociedad de que son progresistas”, podría decirse en sentido similar.
Sin embargo, lo más increíble no es que los Kirchner logren disfrazarse de aquello que no son, sino que haya una legión de personas que se traguen ese cuento, especialmente colegas que trabajan en importantes medios de prensa.
Innumerables biografías han demostrado que, mientras sus compañeros de militancia desaparecían a manos de los militares, en años de la dictadura, el matrimonio de Néstor y Cristina acrecentaba su fortuna a través de la más pura especulación financiera, aprovechando las ventajas de la tristemente célebre Circular 1050, refrendada por el denostado José Alfredo Martínez de Hoz.
También es sabido que jamás han querido recibir a la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, en ninguna de las visitas que esta realizó a Santa Cruz, en días en que Néstor era gobernador de esa provincia.
No alcanza autodenominarse “progresista” para serlo; hay que dar muestras concretas de ello. Por caso, no se puede denostar la década de los 90, luego de haber dicho que el de Carlos Menem ha sido el “mejor gobierno de la historia” del país. Eso es lo que hizo Kirchner en el año 1995 (Ver video a continuación, con muchas otras contradicciones K).
¿Por qué se cita este ejemplo puntual? porque la hipocresía del kirchnerismo bien puede sintetizarse en su zigzagueante relación con el menemismo, con el que ha llegado a pactar insólitos acuerdos en el Senado de la Nación a efectos de que el ex presidente riojano bloqueara diversas iniciativas de la oposición.
Por si esto no fuera suficientemente vergonzoso, existe un convenio no escrito entre ambos ex mandatarios a efectos de mantener en secreto las cuentas que ambos poseen en Suiza, de acuerdo a lo oportunamente publicado por el periodista Juan Gasparini en su libro "El pacto Menem-Kirchner”.
No obstante ello, el kirchnerismo insiste en diferenciarse del menemismo, criticando sin piedad el modelo de los años 90 y asegurando que esa década fue funesta para el país. Si es así, ¿cómo se explican los permanentes contactos telefónicos entre el jefe de Gabinete de Ministros, Aníbal Fernández, y el propio Menem? Por lo visto, la hipocresía es más fuerte que la caradurez.
Antes de denominarse progresistas, los Kirchner deberían explicar dónde están los fondos de Santa Cruz —una de las estafas más grandes de la historia argentina— y por qué tienen fluidos contactos con funcionarios troncales del menemismo, como Roberto Dromi, ideólogo de las sospechosas privatizaciones que se hicieron en los años 90; Domingo Cavallo, autor del plan económico que hizo colapsar las finanzas públicas en 2001; y Juan Carlos Mazzon, el operador más oscuro en la historia del peronismo.
¿Esa es la izquierda de la que hablan los Kirchner? ¿O tal vez tenga que ver con las operaciones de prensa realizadas contra todo aquel que pueda hacer eventual sombra al oficialismo?
En tal sentido, nadie parece recordar los días en los que el entonces juez Federico Faggionato Márquez juraba que la sociedad se caería de espaldas por el contenido del expediente que tenía en su despacho y que mostraba los supuestos vínculos entre Francisco de Narváez y el narcotráfico (1). ¿Hace falta recordar cómo terminó la reputación de ese magistrado?
No es el único caso: años antes, en 2005, el kirchnerismo hizo una operación similar contra Enrique Olivera, a quien los servicios de Inteligencia le endilgaron una millonaria cuenta bancaria en una entidad foránea, la cual resultó finalmente falsa.
Exactamente lo mismo ocurrió en las últimas semanas con el senador cordobés Luis Juez, a quien se lo vinculó con millonarios fondos distribuidos en diversos paraísos fiscales. También resultaron ser inexistentes (2).
¿Eso es progresismo: el uso del espionaje vernáculo para ensuciar gratuitamente a propios y ajenos?
Es vergonzoso que existan aún colegas que apoyen —billetera mediante, en la mayoría de los casos— a un gobierno semejante; que no ha vacilado en vaciar puntuales empresas para entregarlas a sus propios socios y testaferros; que ha dilapidado recursos públicos para engrosar sus propias cuentas personales.
Esto no se llama “progresismo”, se llama “delincuencia”.
Christian Sanz
(1) Horacio Verbitsky ha sido quien más fogoneó el falso expediente contra De Narváez a través de las páginas del oficialista diario Página/12.
(2) Los medios de prensa alineados al Gobierno, especialmente los de Sergio Szpolski, publicaron docenas de líneas contra Juez cuando se conoció la versión y luego, cuando se demostró falsa, hicieron mutis por el foro.