Un demoledor discurso opositor escuchamos a última hora de la tarde de ayer, brindado desde el Seminario de Políticas Públicas desarrollado en el barrio de La Boca.
El orador se despachó duramente contra el gobierno nacional con conceptos tales como:
- “Hay temas que son de permanente actualidad, como la seguridad y la educación”.
- “Hay una delincuencia institucionalizada en las fuerzas de seguridad”.
- “La Policía bonaerense estuvo implicada en delitos de lesa humanidad”.
- “La memoria y la justicia implican profundizar la seguridad”.
- “La inseguridad me causa un profundo dolor”.
- “Hay que solucionar el problema de la justicia”.
- “No sirven de nada ni 700 leyes si esto no ocurre”.
- Tenemos la necesidad de reconstruir la institucionalidad en la Argentina.
Igualmente, no se privó de ser contundente para con el gobernador Scioli con afirmaciones como:
- “Que el gobernador Scioli diga quién le ata las manos para luchar contra la inseguridad”.
- “Basta de los que tratan de ver cómo se acomodan ante cada hecho de inseguridad”.
- “No tenga miedo Scioli, digamos lo que haga falta decir.”
Hasta aquí estamos ante un valiente alegato frente a la inacción gubernamental, fundamentalmente en lo que respecta al Gobierno Nacional y al de la Provincia de Buenos Aires. Un discurso minucioso y lapidario, propio de Solanas o Carrió.
Pero resulta que la persona que dijo estas cosas hace siete largos años que conduce los destinos del país y se llama Néstor Kirchner.
La verdad es que uno no comprende cómo se puede utilizar un racconto de falencias propias para invertir por completo la realidad e hilvanar un discurso favorable a partir de eso.
Es una disciplina dialéctica que construye una obra maestra de la distracción.
Hace siete años que Néstor Kirchner conduce los destinos del país, las políticas de seguridad, los lineamientos de las policías, el gobierno de la Provincia de Buenos Aires y tiene una presencia mayoritaria en las cámaras legislativas.
¿Cómo es posible que siete años después formule un discurso tan crítico hacia lo que él mismo debió hacer y nunca hizo?
Yo o la nada
Kirchner prosiguió con una catarata de descalificaciones que echa por tierra cualquier esperanza de diálogo si es que alguien, a estas alturas, aún la conservaba.
Descalificó duramente a la oposición ("son empleados de Magnetto"), subestimó el voto popular del 2009 ( 7 de cada 10 argentinos votaron contra Kirchner) al decir "los votos de 2009 fueron de Magnetto", a Macri ("se va de viaje cuando hay problemas", "No hay que hacer como Macri que ante los problemas le echa la culpa a los demás"), al Poder Judicial ("la justicia retarda decisiones y se escuda en un falso garantismo que termina redundando en que los delincuentes entren por una puerta y salgan por la otra. Quiero que los verdaderos delincuentes vayan a la cárcel"), al Poder Legislativo ("se arrodillan y le tienen temor a los medios económicos concentrados", "dictan leyes sin sentido"), a los empresarios por negarse al proyecto de Héctor Recalde de que los trabajadores tengan participación en las ganancias de las empresas y no se privó de darle un leve tirón de orejas al propio Moyano cuando dijo que "los trabajadores no tienen que hablar mal de los empresarios".
En resumen, descalificó a los ajenos y les marcó la cancha a los propios: acá la única palabra válida es la mía.
El Siglo XXI es 1974
Luego de sacudir a todos y cada uno de los actores nacionales y a los poderes de la república, pidió trabajar por un "funcionamiento armónico de las instituciones".
Pero,¿ qué funcionamiento armónico puede haber entre las instituciones de la República cuando el hombre más poderoso del país descalifica de manera taxativa a todos los que no sean él, su esposa, la Sra. Presidente, y algunos miembros selectos de su periferia política?
¿Qué mensaje de unidad nacional aspira a dar cuando se erige como único dirigente válido, calificador y juez de los poderes de la república?
¿A qué diálogo apela cuando descalifica a todo el mundo y dice que la única opción es él?
A la luz de este discurso queda claro que aquellas especulaciones sobre un supuesto giro de Kirchner hacia posiciones más dialoguistas y pacificadoras (para tratar de seducir a las clases medias), han muerto antes de nacer.
Néstor Kirchner se refugia en los sectores más confrontativos y sólo apela a seducir a algunos nuevos votantes ("a los pibes no los maneja nadie", "hay que hablar con los pibes", etc. etc.) y retener a las minorías que gustan de un método agresivo y peleador.
En una sociedad que necesita desesperadamente un mensaje a futuro, Kirchner habla de volver a 1974 (en cuanto al reparto de "la torta" entre empleados y patrones) como si la Argentina de 1974 con los subsidios, controles de precios, salarios y la “inflación cero” de Gelbard no hubiera conducido al “Rodrigazo” de 1975 que fundió a medio país.
Cuando leemos las encuestas de opinión y vemos cómo la gente mayoritariamente critica la confrontación y pide a gritos unidad y sentido común, Kirchner vuelve a subirse a la tribuna descalificando a todos y mostrándose como la única alternativa válida para la nación, en una nueva muestra del conocido mensaje "yo o el caos".
El problema es que ahora ha comenzado a invalidar públicamente a los otros dos poderes de la República, y eso pasa a ser sumamente peligroso y alarmante.
La imagen de la bancada oficialista retaceando quórum para el tratamiento de las leyes sobre salideras bancarias e infanticidio habla por sí sola: ni les importa el tema ni les importa el funcionamiento del congreso.
Uno a veces se pregunta cómo es posible que se hagan lecturas tan erróneas de lo que la gente reclama. Y se sigue preguntando, como desde hace ya algunos años, ¿a qué buen puerto se puede arribar navegando siempre el mar del odio?
Fabián Ferrante