En el peronismo, en el radicalismo, en esos debates de café que abordan el tema político después de pasar por el fútbol y las mujeres, y hasta en ámbitos empresarios se viene escuchando una insistente pregunta: "¿Qué pasa por la cabeza de Elisa Carrió?".
Contrariamente a Carlos Reutemann, la gran esperanza blanca del PJ, Lilita no es un misterio en sí mismo. Goza, desde siempre, de buena instalación en los medios, su cara es de las más conocidas del mundillo político y suele decir lo que piensa sin vueltas.
En todo caso, el interrogante apunta a definir el rumbo que piensa darle a su espacio, de cara a las presidenciales de 2011.
En las últimas semanas, Carrió produjo dos hechos políticos fuertes. Primero mandó una carta de renuncia al Acuerdo Cívico y Social que cayó como un bombazo entre los otros actores que conforman ese espacio opositor: la UCR y el Partido Socialista.
Sucedió en agosto, aunque da la sensación de que fue mucho antes. Y después presentó en sociedad a los que serán sus candidatos a puestos provinciales y comunales, como avisando que si decide cortarse sola ya tiene una grilla completa para presentarse en las elecciones del año que viene.
Carrió parece disfrutar de su condición de opositora eterna, la que le dio la posibilidad de erigirse como una suerte de fiscal del poder.
Cuando el ACyS se empezaba a perfilar como una opción sería de recambio institucional, aún con la indefiniciones internas en torno a la fórmula presidencial, Lilita salió a romper una de las patas argumentando que se estaba desvirtuando el espíritu inicial del espacio.
A dos puntas
Por motivos diferentes, Lilita tiene problemas con Hermes Binner, el socialista gobernador de Santa Fe, y con Julio Cobos, el vicepresidente actual y precandidato presidencial del radicalismo, dos actores centrales del ACyS.
No queda claro si lo buscó, pero el portazo de Carrió pareció contribuir a cierta sensación popular, sobre todo en la gente menos "politizada", de que la oposición termina siendo una bolsa de gatos en la que todos se pelean.
No es sólo mérito de Lilita: el cocoliche del Peronismo Federal, que no logra definir un líder-candidato que los ordene, también hizo lo suyo. Pero como lo de Carrió suele ser más ruidoso parece también ser más dañino.
Debe estar agradecido Néstor Kirchner, que se ha fijado como prioridad la división de todos los espacios opositores para fortalecer sus propias chances. O las de su esposa, se verá.
Conviene volver a Carrió. Fuentes de su propio espacio analizan, en forma reservada, que esa tendencia casi autoboicoteante puede tener que ver con una necesidad personal de no perder protagonismo político.
Lilita sabe que en un escenario en el que el ACyS articule una propuesta común, la fórmula de 2011 estará encabezada por un radical -Cobos o Ricardo Alfonsín- y el candidato a vicepresidente será el socialista Binner.
Sólo un imponderable podría cambiar esa decisión que se basa, sobre todo, en el poderío territorial que esos partidos muestran en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe respectivamente.
Si el candidato mayor fuera Alfonsín se reforzaría esta tesis.
Para Carrió, Alfonsín hijo reviste cierta debilidad aunque no alcance para ella los niveles de adoración que sí sintió por su padre, el fallecido ex presidente Raúl.
Bajo la lupa de los analistas
Lo dicho: Lilita pudo sentirse desplazada y por eso eligió realizar una acción que está en línea con su discurso tajante, confrontativo.
Según ha dicho recientemente el analista y encuestador Enrique Zuleta Puceiro, "el paso al costado fue inteligente y sobre todo oportuno. Aun cuando en lo inmediato Carrió deberá afrontar el costo político de ir contra las corrientes que pretenden imponerle un sacrificio a favor del mito de la unidad de la oposición".
Para Artemio López, más ligado al oficialismo y quien habló sobre este tema en algunos diarios, se asiste a la "desaparición virtual de un espacio electoral que fue emergente claro de la crisis de 2001, que ya quedó definitivamente atrás para la ciudadanía y con ella el tipo de liderazgo que ejerce, fundamentalmente desde los medios, la doctora Carrió".
No hay que tomarlas como un oráculo, pero cualquier encuesta que se consulte por estos días arroja resultados lapidarios para la Coalición Cívica de Lilita en los escenarios de intención de voto que la miden en soledad, sin la contención del Acuerdo Cívico y Social.
Probablemente, una aventura sin socios le reste votos a este espacio que a muchos les gusta definir como el pan-radicalismo.
La CC, se sabe, es un espacio hiperpersonalista. Allí se hace lo que quiere Lilita. A veces, Carrió cae en ciertas crueldades.
Como cuando decidió la presentación de su "team" para las elecciones, acto realizado en un teatro porteño para mostrarse con candidatos a gobernador e intendente.
En Buenos Aires, por ejemplo, bendijo la ascendente figura de Juan Carlos Morán y dejó mascullando a algún diputado nacional con aspiraciones. Morán, que da bien en los medios, es una suerte de cruzado contra el kirchnerismo en temas de corrupción.
Lo mismo que Adrián Pérez, el elegido para pelear la Capital.
Ahí sí hace bien Lilita en diversificar voces, acaso queriendo mostrar que tiene equipo.
Escenario platense
Aquella crueldad antes mencionada se vio claramente en La Plata, la capital provincial, donde Lilita ungió al senador Javier Mor Roig como su postulante a jefe comunal con el discutible argumento de que "tiene cara de platense".
Puede que muchos vecinos salieran a mirarse al espejo para ver si calificaban. Pero lo real es que quedó ciertamente descolocado el rival interno de Mor Roig, el diputado provincial Oscar Negrelli, quien venía remando la candidatura a intendente desde hace años.
Encima, el anuncio de Carrió llegó en una de sus bajadas a La Plata, a propósito de la inauguración de un local partidario al que había movilizado gran cantidad de gente el propio Negrelli. El hombre tragó el sapo, aunque no queda claro qué hará frente a ese destrato. Lo mismo sucedió en otros distritos de la Provincia.
Tampoco queda claro hasta dónde está convencida Lilita de que es factible su acercamiento a sectores peronistas, más allá de su convencimiento respecto a que cualquier coalición opositora difícilmente pueda gobernar si no tiene una pata justicialista (esa misma tesis la comparte el 90 por ciento del universo político).
Se sabe: tiene buena relación con Felipe Solá, con quien comparte trabajo parlamentario, y con Reutemann, de quien rescata su honestidad y su pinta.
Pero, convengamos, ¿no es difícil imaginar a Carrió compartiendo fórmula o gestión con un justicialista? ¿Se la puede uno imaginar como ministra de un gobierno encabezado por un hombre del PJ? ¿Y viceversa?
"La política es el arte de lo posible", diría Carlos Menem, robándole una frase al ex canciller alemán Otto Von Bismarck sin citar las fuentes.