Hace bastante tiempo nos dicen que la Argentina viene creciendo a tasas chinas. Otro tanto repiten como loros muchas consultoras y entidades privadas, como si fuera tan difícil demostrar que es otra falacia más del modelo k.
Lo paradójico del caso es que las mismas consultoras y entidades privadas que miden una inflación de más del doble de lo que dice el INDEC, dicen que venimos creciendo a tasas chinas. La incoherencia es interesante. Si la inflación real es más del doble que la oficial ¿cómo vamos a crecer a tasas chinas? ¿Entonces el PBI nominal supera al que emite el INDEC? No cierra.
Empecemos por decir que la tasa de crecimiento es la que mide el avance o retroceso de un país durante un cierto período.
El modo más habitual de este tipo de medición es tomar el ingreso per cápita real y el producto bruto interno y compararlo con otros países.
Para llevar a cabo este tipo de estudios se utilizan modelos, entre los que por ejemplo se puede citar el de Harrod-Domar o Tasa natural de crecimiento que
Permite analizar los factores que influyen en la velocidad del crecimiento, es decir, la tasa de crecimiento del trabajo, la productividad del trabajo, la tasa de crecimiento del capital o tasa de ahorro e inversión y la productividad del capital.
En ese contexto, se clasifican los bienes en dos tipos, los bienes para consumo y los bienes de capital. Los primeros sirven para la satisfacción de las necesidades de las personas y los segundos para producir otros bienes.
Producir genera ingresos, que son gastados a su vez para adquirir nuevos bienes de consumo o invertir en capital.
La inversión en bienes de capital es la que incrementa a futuro la producción y ésta se genera en la retracción del consumo de las familias.
Si la inversión supera el nivel requerido para sustituir el capital obsoleto o deteriorado hay crecimiento económico. Entonces, inversión y ahorro determinan el crecimiento.
Si países desarrollados tienen una tasa de crecimiento alto y los países en vías de desarrollo tienen una tasa de crecimiento baja, obviamente la brecha entre ricos y pobres será más grande. En cambio si países en desarrollo tienen una tasa de crecimiento superior a la de los desarrollados y la pueden mantener por un período prolongado, probablemente los primeros alcanzarían un ingreso per cápita similar a los segundos.
Pero la cosa no resulta tan sencilla en la práctica y mucho menos cuando se suma la macrovariable inflación, y en un país donde los indicadores oficiales son falsificados todos los meses a lo largo del tiempo.
Uno de los indicadores más confiables de la expansión económica es lo recaudado en concepto de IVA, pero como ya se ha dicho en otras oportunidades, el IVA se viene calculando además sobre los precios inflados, y de ahí que otra de las falacias del gobierno sea hablar de superávit fiscal, pero esto por el momento lo dejamos de lado. Ante este escenario, nos quedaría medir el crecimiento en términos reales, esto es, en unidades.
Otro elemento para conocer la expansión económica es considerar el consumo de energía eléctrica. Según el organismo oficial, el consumo energético rondó el 10 % comparativo interanual, mientras que para
Como es posible advertir fácilmente, existe una clara contradicción entre los fundamentos que validarían un crecimiento a tasas chinas y los indicadores que refleja la realidad, por lo tanto, el crecimiento a tasas chinas resulta otra falacia, o quizás mejor sería decir, otro cuento chino.
Nidia G. Osimani