El miércoles 23 de febrero, Cristina Kirchner visitó la provincia de Catamarca. ¿El motivo? Otro de esos actos a los que nos tiene acostumbrados el kirchnerismo.
En esta oportunidad, fue la reinauguración de una fábrica textil recuperada. Pero esta vez, no fue todo alegría, como suele suceder en este tipo de actos K —donde sabemos que la inmensa mayoría de los asistentes, por no decir todos, son personas beneficiadas con planes sociales a las que obligan a concurrir—, sino que como el acto ocurrió en tierras gobernadas por un radical, hubo piedrazos y botellazos.
Según informa la agencia de noticias DyN, “Manifestantes del Frente para
Los grupos, concentrados desde el mediodía en la zona donde se realiza el acto central, comenzaron a enfrentarse por la ubicación de pancartas que promovían la reelección del gobernador Eduardo Brizuela del Moral, lo que generó una batahola.
Botellas y piedras fueron arrojadas desde el sector kirchnerista a los manifestantes del oficialismo catamarqueño que fueron contenidos por apenas diez gendarmes ubicados en un vallado entre los dos partes”.
Luego de ver esto, vienen a mi mente solo dos reflexiones.
La primera es que, en su discurso, lo único que se le notaba a Cristina era una gran angustia y bronca, palabras crispadas de una persona a la que no le va nada bien.
La segunda es un tanto ambigua, ya que no sé si reírme de los diez gendarmes, de la intolerancia kirchnerista, —que seguramente eran mayoría— o de una nueva “reinauguración”.
Esta, mi querido lector, es la “nueva política” que prometía Néstor, allá por 2003 cuando se esmeraba en convencer a los ciudadanos de que lo voten.
Mientras tanto, después de ocho años de gobierno, todavía los argentinos estamos esperando que se solucionen problemas tales como la delincuencia o la inflación. Sin embargo, parecería ser que estas dos cuestiones —las dos preocupaciones más importantes del ciudadano común y corriente— no existen en el plan de gobierno kirchnerista; o si prefiere en “el modelo”, como les gusta decir al oficialismo.
Pero, a cambio, el gobierno nacional nos brinda otras satisfacciones, como por ejemplo que podamos tener “fútbol gratis” por TV a un módico costo de casi 1.000 millones de pesos por torneo, o una Línea Aérea de bandera, como Aerolíneas Argentinas que gasta cerca de 8 millones de pesos por día y que en 2010 tuvo un déficit de 3.000 millones de pesos, un 30% más que en 2009.
Estos son, como se puede apreciar, datos concretos, extraídos de la realidad argentina; pero claro, para el oficialismo en general, parecería que no solo el índice inflacionario está manejado por el INDEC, sino que absolutamente todo, desde lo más insignificante, nos lo pretenden hacer ver como si viviríamos en el “País de las maravillas de Cristina”.
Pablo Dócimo