La inseguridad se ha convertido de nuevo en la gran piedra de la discordia entre la Casa Rosada y la gobernación bonaerense, por dos visiones opuestas sobre cómo enfrentar este flagelo.
La presidenta Cristina Kirchner puso las fichas en el paño de la política —no en la represión—, y nombró al frente del Ministerio de Seguridad a Nilda Garré, con una estrategia que tuvo su bautismo en los sucesos del Parque Indoamericano.
La apoyatura intelectual parte de los manuales de León Arlasnian, Horacio Verbitsky y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).
De este sector parte la ofensiva furibunda contra Scioli y su ministro de Seguridad, Ricardo Casal, en especial, desde los terribles sucesos de los dos adolescentes asesinados en José León Suárez.
En aquella oportunidad, el ministro se apresuró a decir que los jóvenes habían hecho descarrillar un tren que luego desencadenó un enfrentamiento entre bandas. Este relato quedó descartado con rapidez por las investigaciones.
A partir de ese momento se acusó a Casal de responder a la escuela "norteamericana" de seguridad, basada en la represión y en la mano dura.
Para los críticos de este ministro, ese eje adoctrinario apunta, por caso, a sacar militares para hacerlos policías y saturar la calles para la represión antes que a la prevención.
Es en este marco que partió la ofensiva para Scioli, para que se deshaga de Casal y cambie la política de seguridad, con el fin de alinearla con los dictados de la Nación.
El gobernador salió a respaldar varias veces a su hombre de confianza, pero se creó así uno de los mayores roces entre la Presidenta y el gobernador, en un pleito que se encuentra lejos de quedar solucionado.
El tema se metió hasta en el caso del avión estadounidense que fue retenido en Ezeiza por transportar elementos no declarados, ya que varios analistas consideran que semejante operativo llevó un mensaje implícito sobre la política de seguridad "americanista".
Otro análisis más esotérico señala que se debió a una muy modesta represalia al gobierno de Barack Obama por su decisión de evitar a la Argentina en su próxima visita a la región.
Dos posturas que pueden parecer salidas de una noche afiebrada, pero que no se descartan en el imaginario de la política doméstica.
Más allá de estas especulaciones, la inseguridad y las diferencias entre Cristina y Scioli se convierten en las piedras del zapato que tendría la jefa de Estado en su camino a las urnas de octubre.
Las encuestas que se manejan tanto en despachos oficiales como de la oposición muestran resultados que por ahora sorprenden a propios y extraños.
En primer lugar, dan cuenta de que Cristina no ha sufrido el desgaste de una gestión que está por terminar y que es la continuidad de un proceso que comenzó hace ocho años.
Es como que su gobierno hubiera comenzado el 27 de octubre del año pasado, el día del fallecimiento de Néstor Kirchner.
La muerte del ex presidente cambió drásticamente el rumbo del barco político y electoral, que ahora se dirige hacia costas impensadas hace pocos meses.
Puede ser que Cristina se vea beneficiada por el luto, pero también se percibe como que aquel día se terminó el famoso "doble comando" en el gobierno.
Por otra parte, los datos dan cuenta que para la gente la inflación no es percibida como un problema monumental, mientras haya plata en el bolsillo.
Es así que los números ubican a Cristina muy cerca de ganar en primera vuelta y con un creciente valoración positiva de lo que está haciendo, algo que puede pavimentar más el camino de la reelección.
La oposición también maneja los mismos números, pero confía en un descuento que le permita arañar la segunda vuelta, ahí sí con mayores chances de victoria.
En el Peronismo Federal, hacen cuenta y la mayoría ve allí ganador a Eduardo Duhalde, quien luego apuntaría a sellar una alianza con Mauricio Macri y Francisco de Narváez.
La cuestión en este caso es quién cederá posiciones para acompañar al otro, ya que ni Duhalde ni Macri piensa en la vicepresidencia.
La apuesta es luego de varios domingos de internas abiertas a comenzar en abril, puedan posicionar a este espacio en la órbita electoral.
La UCR está en campaña con vistas a las internas y mientras tanto Ricardo Alfonsín sueña con que la Coalición Cívica tome su formato original con el ARI de Elisa Carrió adentro.
Ernesto Sanz prepara su lanzamiento en el Gran Rex y Julio Cobos ha decidido apurar el paso y analiza renunciar a la vicepresidencia, ante el terreno perdido frente a sus contrincantes internos.
Pino Solanas estrechó una alianza con el cordobés Luis Juez, pero su proyecto presidencial marcha a fuego lento. El salto de la ciudad a la Nación es demasiado grande si se tiene en cuenta que el cineasta hace dos años estaba fuera del escenario político.
Todos caminan demasiado despacio para competir con el proyecto oficialista, basado en anuncios constantes de campaña.
No en vano, gran cantidad de obras en el conurbano bonaerense fueron postergadas para este año con el fin de demostrar hiperactividad en tiempos de campaña.
No obstante, varios intendentes siguen en estado deliberativo por la decisión de la Rosada de impulsar a Martín Sabbatella en una colectora en Buenos Aires para captar el voto progresista que no apoyará a Scioli.
Esto ha provocado semejante cimbronazo que, en reserva, el propio Sabbatella anticipó que bajará su colectora si ésta pone en riesgo el hipotético triunfo de la Presidenta.
El malestar que provocó esta iniciativa entre históricos intendentes bonaerenses, la pelea por la inseguridad con Scioli, y los movimientos dubitativos de la oposición permiten que, por el momento, Cristina Kirchner sea la única capaz de poner en riesgo su propia victoria.
Daniel Casal
NA