El FMI reeditó hoy, en su Reporte Económico Mundial, su fórmula ortodoxa para recomendarle a la Argentina un freno a la inflación con el enfriamiento de la economía, en un momento de elevados valores internacionales de las materias primas y de que en el país se encuentra en una carrera de precios y salarios, enmarcada en la puja redistributiva.
El Fondo advierte que la inflación se ubica como la más elevada de Sudamérica, luego de la que muestra Venezuela, el país de la región más condenado por los centros financieros.
Este criterio ubicaría al país en una virtual zona de riesgo económico ante la posibilidad de que, al final, se genere una burbuja de precios que termine por explotar.
La receta del enfriamiento fue llevada a la práctica por Dilma Rousseff, en Brasil, y ahora surgieron allí duras críticas del siempre potente empresariado frente a la pérdida de competitividad.
El gobierno argentino ha rechazado en forma sistemática la revaluación de la moneda como el camino para este parate, y apuesta al desarrollo del consumo con políticas proactivas, pero a su vez, el Banco Central trata de absorber —con bonos y letras— el sobrante monetario.
El Fondo pone de alguna manera también el foco en la política monetaria expansiva del Banco Central que, a criterio de los técnicos, estaría fogoneando la suba de precios.
Más en este tiempo de ingresos de dólares de la cosecha que obliga a la autoridad monetaria a comprar todos los días cifras en torno a los 100 millones de billetes estadounidenses.
El Banco Central emitiría este año unos 14.000 millones de pesos para quedarse con una parte de los 30.000 millones de dólares que ingresen por la cosecha récord de 100 millones de toneladas, y las dudas están puestas en cuánto de esos fondos serán reabsorbidos y cuánto quedará en circulación, fogoneando el consumo.
Es en este marco que se presenta el desafío de evitar que la inflación se acelere mientras no cesan las presiones externas por los ascendentes precios de los commodities que exporta; y en segundo lugar, alcanzar un equilibro entre los salarios y las góndolas cuando nadie está dispuesto a perder terreno.
Los commodities y sus precios de referencia internacional elevan así la presión a los valores de los alimentos en la economía doméstica, aunque hasta el momento las retenciones siguen disminuyendo notoriamente el impacto y las Licencias No Automáticas frenan la importación de inflación.
La alta concentración de la producción de los alimentos que más consumen los argentinos también le suma nubarrones, ya que de este modo la formación de precios quedaría en manos de unos pocos, mientras que el Gobierno tiene un acotado arsenal de herramientas para evitar las subas.
Un camino idóneo hubiera sido la firma de un amplio acuerdo social de precios y salarios, pero las diferencias políticas entre grandes sectores del empresariado, el sindicalismo, y el Gobierno inhibieron esa posibilidad. Más en un año electoral.
Sólo un moderado aumento salarial del 24 por ciento aplicado por el gremio de Hugo Moyano quiso presentarse como testigo para el resto y así frenar la carrera precios-salarios.
Pero, este gremio cuenta con niveles salariales muy por encima del resto, y es por esto que no quiere ser tomado por otras organizaciones sindicales en paritarias.
La encrucijada que plantea el Fondo es como ralentizar los precios y evitar más rebotes inflacionarios sin hacerles perder rentabilidad a la economía en su conjunto, en pos e incrementar la producción y el empleo.
Javier Álvarez
NA