Reducir la emisión monetaria parece ser una de las medidas en la que los economistas mayoritariamente están de acuerdo.
Entre las promesas de campaña que más enfatiza parte de la ¿oposición?, además de reducir el nivel de inseguridad, se encuentra la de bajar la inflación.
Así por ejemplo, un equipo de economistas vinculados al PRO ha elaborado en los últimos días un plan financiero, monetario y fiscal para el período 2012-2020 que permitiría, a entender de dichos profesionales, bajar la inflación al 9 %.
Como ya se ha dicho tantas veces, la inflación resulta el impuesto que financia al Tesoro Nacional mediante la recaudación practicada por el Fisco, cuya incidencia sobre el PBI es de algo más de dos puntos.
Un dato no menor de la actualidad es que aún sigue habiendo a nivel internacional, el famoso viento de cola, y esto facilitaría en cierta medida las condiciones para empezar a tratar el problema inflacionario. Aunque, observando someramente lo que está ocurriendo en diferentes partes del mundo de manera simultánea, no sería descabellado suponer que la buena suerte ha de agotarse relativamente pronto.
En torno a la cuestión inflacionaria local, la vía más adecuada parecería comenzar por una importante reducción del gasto público, congelamiento de los salarios, una emisión sustancialmente menor a la que se viene haciendo y una generación genuina de superávit fiscal.
Es cierto que un ajuste fiscal reduciría la demanda agregada y la tasa de crecimiento del PBI incrementando el nivel de desempleo, aunque si se llevara adelante una política seria para incentivar las inversiones, se podría contrabalancear la depresión del gasto público. Pero las inversiones nunca llegan.
Asimismo, todo indica que cada vez resulta más difícil sostener el festival de subsidios a empresas y los planes sociales, sobre todo cuando nos han obligado a financiar con nuestros recursos la inactividad de extranjeros en cuyas filas además militan quienes especulan lucrando con la pobreza mediante actos delictivos promovidos desde las más altas esferas del poder.
Políticas de Estado demenciales si las hay, pero en ellas encuentra sus fundamentos el famoso modelo.
Nuestra inflación supera algo así como diez veces el mismo fenómeno a nivel internacional, y con o sin Comisión auxiliadora del FMI, los indicadores oficiales siguen falsificados.
El cálculo del impuesto inflacionario se efectúa con relación a la demanda real del dinero, por lo que una inflación anual superior al 30 % implica más de 3 puntos de ingresos indirectos del BCRA.
Aprovechar el viento de cola actual permitiría al país contrabalancear el tipo de cambio alto recuperando el superávit primario, lo que posibilitaría reducir la emisión y como consecuencia, operar sobre la inflación.
Pero ahora, el gabinete en pleno, con la Sra. Presidente a la cabeza, solo parodian estar preocupados por no perder las elecciones, aunque frente a estas perspectivas económicas lo más lógico es cuestionarse ¿de qué manera podrán sostener el poder si no es aplicando —una vez que hayan ganado nuevamente— drásticas medidas de corte netamente antipopular?
No parece casual entonces, que en momentos tan complejos de la realidad nacional, la oposición se la pase teatralizando tantas peleas estériles.
¿Habrá quizás algún pacto preexistente, para que el kirchnerismo continúe al frente de la Nación Argentina varios períodos más? ¿Para qué?
Y en caso de que así fuese ¿Quiénes serían sus cómplices?
Nidia G. Osimani