Cuando calibra las respuestas, Elisa Carrió es temeraria. No solo las respuestas, a veces desliza indicios sin que nadie se lo pregunte. Es más fuerte que ella. Luego del anuncio de Cristina Fernández que peleará por la reelección en un acto en Casa Rosada por la trigésimo quinta cadena nacional de los últimos tiempos, la presidenta no dio pistas sobre quién será el vicepresidente. La candidata presidencial de la Coalición Cívica había sido la más acérrima defensora de que Cristina finalmente no sería candidata. ¿Qué pasó? ¿Se equivocó?
¿Por qué importa tanto ese cargo? Comencemos por el final. Luego del paso poco feliz de Julio Cobos como compañero de fórmula que, según los oficialistas, solo generó tristezas, amarguras y traición y, como alguna vez declaró Emilio Pérsico, no le dio ni un voto a Cristina ni siquiera el de su familia, el nombre del vicepresidente de la Nación no es un dato menor. Pero, fundamentalmente, y aunque lo nieguen los funcionarios del poder de turno, el dato es clave para la continuidad de los destinos del país pues, si es cierto que Cristina sufre el poder, tras la muerte de su compañero militante Néstor Kirchner, cuatro años más en el sillón de Rivadavia serán un camino lleno de espinas.
Los continuos llantos, los pedidos de apoyo, el eterno operativo clamor, ¿fueron un plan pergeñado para levantar su intención de voto que, dicen todos los encuestadores del país, está de por sí encima de los 40 a 45 puntos? ¿Fue todo un lindo cuento para enamorar a la clase media y a los jóvenes –ese colectivo que ensalza el gobierno como ningún otro espacio político-?
El viernes por la tarde, entrevisté en el departamento de Elisa Carrió sobre la avenida Santa Fe. Ese día, más de 72 horas antes del anuncio, la candidata vaticinó: “Es candidata. Cambió. Y el vice será o un familiar o un corrupto. Alguien que garantice impunidad.” ¿Alicia o un gobernador? “Entre nosotros, Capitanich es el elegido”, susurró sobre el final del encuentro. Ahora bien, ¿qué implica ese nombre? ¿Es solo un compañero fiel o es algo más?
El anuncio de Cristina se realizó en el peor momento desde que falleció el ex presidente y su marido, Néstor Kirchner. Schoklender, Hebe, el INADI, y el conflicto docente en Santa Cruz amenazan con ser eternos. Incluso la muerte y la desidia en la toma del Parque Indoamericano parecen un mal menor en comparación con este mal trance en donde parece que el gobierno se desarma como un mazo de cartas apiladas sin ton ni son. Hay que volver a ganar la agenda pública, afirma el gobierno. ¿Cuánto durará? La oposición se juega sus últimas chances: o denuncia detrás de los hechos y critica al gobierno luego de que este actúa o toma la iniciativa de una vez por todas y se queda con el poder. El voto va y viene de un lado al otro. Nada parece definido. Ni siquiera el vice de Cristina. Hoy es Capitanich. El hombre fuerte del norte argentino, el fiel, el que se deshizo de su mujer cuando se animó a mostrar disidencias, el que más obras ofreció a Sueños Compartidos de las Madres de Plaza de Mayo, el que recibió mil y un veces a Sergio Schoklender y el que acalló al presidente de la Cámara Argentina de la Construcción, Ricardo Siri, por denunciar sobreprecios en las obras en su provincia. Aún con sus defectos, para la opinión pública –al menos para los porteños- tiene menor imagen que otros gobernadores candidatos a vice como Gioja de San Juan o aun desconocidos como Juan Manuel Abal Medina. ¿Alicia? Sería casi monárquico, desliza un opositor desde el más sentido común.
“Acordate de las testimoniales del 2009”, concluye Carrió. ¿Tendrá razón?
Luis Gasulla