Fito Páez apareció en la escena grande del rock nacional allá por el `82. Causaba un poco de gracia ver a ese muchacho que imitaba el look de Charly García y su manera de cantar. Era una suerte de Charly pobretón y afectado. Más tarde tocó con el propio Charly y también se acercó a Luis Alberto Spinetta, y se spinettizó. Su canto era, una vez más, una copia barata del genial flaco.
Hacia principios de los ´90 su carrera estaba en franca declinación, pero un contrato con una discográfica y una abrumadora publicidad donde el grupo Clarín estuvo omnipresente lo relanzó, con los dientes arreglados, medianamente presentable y cantando algunos de sus buenos temas mechados con jingles pegadizos como "Mariposa Technicolor", una de esas canciones inolvidables porque se te queda pegada y molestando en tu cabeza por toda la vida.
La incesante publicidad del 13 para shows y discos, su imagen renovada y, como corresponde a todo ídolo fabricado, una novia actriz o modelo hicieron que también lo conozca hasta Doña María, la curandera del barrio.
Desafortunadamente para él, los dos íconos del rock nacional son y serán por siempre sus imitados Charly y Luis Alberto, Fito es el River del Rock.
Y como todo músico que anduvo años muerto de hambre, gastando el dinero que ganase en drogas mujeres e instrumentos, y que un día "pelechó", ahora el Sr. Páez, rosarino, se arroga el derecho de ser juez de la civilidad porteña y sus formas de votar.
"Da asco la mitad de Buenos Aires", dice Páez, sin detenerse a pensar que muchos de los integrantes de esa mitad muy probablemente hayan contribuido a que él ahora sea millonario.
Dice el Sr. Páez que esos porteños "siempre hacen caso a lo que mandan Dios y las buenas costumbres.", como si fuera detestable ser creyente o tratar de observar buenas costumbres. ¿O acaso las buenas costumbres pasan por la jeringa que aparecía en el piso de la tapa original de su disco de vinilo "Del 63" y fue convenientemente eliminada en la foto de la versión de CD?
¿Las buenas costumbres consisten en llenarse los bolsillos actuando para el oficialismo y olvidando la naturaleza cuestionadora y jamás oficialista del rock?
El problema no es Buenos Aires y su voto, Sr. Paez, este es un país maravilloso, uno de los pocos donde un flaco muerto de hambre, con la dentadura podrida, drogadicto e imitador vulgar puede llegar a convertirse en gran estrella millonaria.
Por decirlo de otra manera, en la hermosa Argentina hasta los piojos resucitados juegan al juez de la moral ajena.
Buenos Aires será lo que será, pero al menos los gatos siguen paseando por los jardines de los hospitales, y bastante saludables.
Fabián Ferrante