"Olivos, estamos en problemas". Esa es la sensación que empezó a recorrer las filas del kirchnerismo, después de la doble derrota contra Mauricio Macri en la Capital y del inesperado tercer puesto en Santa Fe, por detrás del humorista Miguel Del Sel.
Pero lo más grave, tal vez, no sea la magnitud de las derrotas (que ya se descontaban) y cómo éstas incidirán en el resto del calendario electoral.
A fin de cuentas, calculadora en mano, los estrategas de la campaña "Cristina 2011" siguen convencidos de que los números favorecen a la primera mandataria, gracias a la contundente mayoría peronista en Buenos Aires y en las provincias del norte.
En cambio, lo que se ha revelado como un problema, quizá sin solución a la vista, es la equivocación en el tono de la campaña electoral.
Y el diagnóstico al que llegan la mayoría de los expertos es el mismo: el kirchnerismo viene cometiendo una seguidilla de errores en la estrategia de comunicación, que son los que ahora abren un manto de dudas en relación a cómo le irá en octubre.
En este sentido, Artemio López, politólogo que trabaja en pos de la causa oficialista, advierte sobre cómo se está tomando un camino equivocado al alejarse del perfil peronista clásico.
"Hoy, más que nunca, el kirchnerismo no es un progresismo. Todos los candidatos que sobredimensionan este perfil progresista (muy respetable, pero complementario y no central) están fracasando de manera contundente. No va más", es la expresiva frase de López.
Desde un ámbito profesional y neutro, como el de la respetada consultora Poliarquía, el análisis no es muy diferente.
"En contraposición con Pro, el kirchnerismo mostró nuevamente sus falencias para encarar un proceso electoral", señala Alejandro Catterberg, director de la consultora.
Y remarca que "el oficialismo no parece comprender que su estilo confrontativo, duro, directo y fragmentario de gobernar no es lo más adecuado a la hora de realizar una campaña".
A momento de enumerar errores en el "estilo electoral K", la lista de puntos que mencionan los expertos es extensa:
- El hecho de hablarle a los ya convencidos, en vez de apuntarle a los indecisos.
- El tono confrontativo de muchos adeptos al Gobierno, no sólo hacia los candidatos rivales sino hacia los votantes.
- El dejar en un segundo plano a las fuerzas tradicionales peronistas, que le han dado sustento político.
- El tono discursivo, que apunta a dividir a la sociedad entre "buenos y malos", promovido en buena medida por medios kirchneristas a ultranza.
- La alusión a una épica militante setentista que una gran parte de la sociedad no comparte.
Todos los componentes del estilo K parecen condensados en el primer spot publicitario de la campaña oficialista.
Al respecto, el publicista Gabriel Dreyfus señala que no comparte algunos aspectos: "Está la voz de Cristina en off, se ven banderas que se agitan y ella le habla a la juventud. El mensaje es el mismo de siempre", expresa.
Dreyfus hace referencia a que su alocución apunta a los ya convencidos del modelo K y que hace demasiado énfasis en la cuestión generacional.
En la otra vereda, el principal estratega de campaña del Pro, Jaime Durán Barba, "develó el secreto" que llevó al éxito, sorpresivo para muchos, a las anteriores campañas de Mauricio Macri, más la de Francisco de Narváez en 2009 y la del "Midachi" Del Sel, en Santa Fe.
"¿Qué tuvieron en común todas ellas? Fueron sin malicia, sin un estricto ‘contenido político', con una gran dosis de transmisión de alegría en el mensaje", afirma Durán Barba.
Y destaca que "sus críticos se quedaron en las formas, se fijaron en los globos, en los bailes y no leyeron el mensaje que estaba detrás de esa comunicación. El PRO enfrentó un estilo crispado de hacer política y de descalificación de los adversarios, con otro de respeto por los demás", remarca.
Asimismo, señala el error kirchnerista de criticar a quienes no comulgan con las ideas del oficialismo, recurriendo para esto a diversos medios afines.
Y esta es una actitud a la que señala como opuesta a la del Pro (es decir, a la campaña que él diseñó), donde deliberadamente se buscaron "elementos banales" para dar un mensaje profundo de que la convivencia pacífica también es posible.
"La clave del éxito fue la coherencia en el contenido del mensaje. Todos los votantes que prefieren una democracia respetuosa de los demás no son los argentinos más vacíos, como creen sus críticos", agrega el gurú ecuatoriano.
De la batalla económica a la cultural
A buena parte de la sociedad le resulta llamativo entender cómo, en poco tiempo, se pasó del "Cristina ya ganó" a un escenario en donde esto sea puesto en duda.
"¿Cómo se explica la actitud de los intelectuales de Carta Abierta, de salir a criticar la campaña de Filmus a pocos días del ballottage? ¿Cómo es que gente que nunca planificó una contienda electoral salga a decir que el kirchnerismo habría ganado si en vez de conejitos hubiese puesto globos?", se pregunta el politólogo Jorge Giacobbe, uno de los más respetados analistas de la interna peronista.
Y se responde: "Esto no es otra cosa que el síndrome del burgués asustado. Eso es lo que le está pasando ahora al kirchnerismo. Hay un movimiento de los que ven que el futuro no es tan bueno como se pensaba y empiezan a decir ‘miren que yo no tuve la culpa´".
Mientras ese "amague de éxodo" se produce, muchos se preguntan cómo pudo haber cambiado el panorama político de manera tan rotunda.
Sucede que el kirchnerismo, a la "batalla del discurso económico", en la que venía ganando cómodo, dejó —innecesariamente— el terreno libre a la oposición para que ésta se adueñe de la "batalla cultural".
¿Qué significa esto?
- La primera contienda (la del discurso económico) es la que pregona las bondades del repunte logrado por la Argentina en todos estos años, el boom de ventas, el modelo industrialista, la baja del desempleo.
Y hasta el Ejecutivo se ocupó de crear, estratégicamente, la falsa dicotomía entre "crecimiento vs. enfriamiento" de la economía. En este campo, obtiene una rotunda victoria y hasta deja con pocos argumentos a los candidatos opositores.
- En la segunda pelea (la del discurso cultural) su estilo confrontativo le abrió una "tierra de oportunidades electorales" a los otros postulantes en su pelea de cara a octubre.
Es por eso que muchos centraron sus estrategias publicitarias en resaltar las ventajas de bajar el actual tono de crispación.
Así, tras los resultados de Santa Fe y Buenos Aires, y al analizar cómo se dio la forma en que ganaron los que se plantaron frente al estilo K, éstos han empezado a buscar un mix en sus discursos.
En este marco, Javier González Fraga, candidato a Vicepresidente de Ricardo Alfonsín, declaró que la antinomia "inflación o enfriamiento" constituye "un debate ya superado, de los años ‘80".
En tanto, Alfonsín presentó un proyecto que apunta al gran talón de Aquiles del modelo económico kirchnerista: la falta de créditos hipotecarios.
Pero, a su vez, se muestra en su spot publicitario con De Narváez, candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, apelando a que es posible la convivencia entre personas que "piensan distinto".
De esta manera, da la impresión de que los candidatos opositores tomaron nota de cómo "viene la mano". Y apuntan a presentar una propuesta electoral que mantenga lo más valorado del kirchnerismo (la recuperación económica) pero que, a su vez, deje de lado sus defectos (el estilo confrontativo).
Muchos analistas creen que allí puede estar la clave del éxito.
Por el caudal de votos que representa quienes están a favor del modelo K, pero que no comulgan con su estilo. "Es en este segmento del ‘mercado' electoral en donde se va a definir la elección", analiza Fernando Navajas, economista de la fundación FIEL.
Pero mientras la oposición se acerca a esa combinación, la duda es si el oficialismo también lo hará. En este sentido, los analistas ven como poco probable la aparición de un "kirchnerismo light". Esto es, la reconversión hacia un estilo menos confrontativo por parte no sólo del Gobierno sino, además, de todos aquellos militantes que conforman el aparato kirchnerista.
Por ejemplo, conocido el resultado de los comicios, Cristina llamó a Macri para felicitarlo. Pero, a las pocas horas, ese gesto que podía interpretarse como el primer paso de un cambio, terminó opacándose. En efecto, el ministro del Interior, Florencio Randazzo, se ocupó de culpar a los medios y luego Aníbal Fernández salió al ruedo a minimizar el impacto electoral.
"Este estilo confrontativo se impuso a partir del 2002, como una forma de ganar poder estando en el poder. Así lo hicieron Néstor Kirchner y sus seguidores. Es parte del gen K", destaca un funcionario muy cercano a la Casa Rosada.
¿No quiere o no puede?
Los resultados adversos en las elecciones provinciales parecen haber puesto seriamente en duda esa convicción de que la confrontación es redituable políticamente.
"Resultará clave ajustar la sintonía para captar el gran flujo de electores independientes y de centro derecha que, sin referencias nacionales visibles, al haberse bajado Macri, optarán por el Frente para la Victoria ante la ausencia de visibilidad de Duhalde y de las alternativas de Alfonsín o Binner, si es que antes no se los espanta", apunta el politólogo Artemio López.
Por lo pronto, Eduardo Duhalde ya está sacando provecho de la situación, al convocar a una "rebelión electoral del peronismo" y al querer sumar a sus filas a aquellos que quedaron resentidos, luego de haber sido desplazados en los repartos de las candidaturas.
La gran duda es si, aun llegando al diagnóstico de que su estrategia comunicacional tiene problemas, el kirchnerismo querrá cambiar su tono discursivo, que hoy gira en torno a la confrontación y a la reivindicación de la militancia juvenil.
Y las respuestas de los analistas es que ello difícilmente ocurra. Ya sea porque no tiene otra forma de hacer las cosas, no quiere, o tal vez porque no resultaría creíble.
"No creo que el Gobierno cambie su estilo. No habrá modificaciones sustanciales en una administración que hace años viene ocupando un lugar preponderante en el poder", afirma Guido Donaire, docente de Ciencias Políticas en la Universidad del Salvador. En la misma línea, Rosendo Fraga, director del Centro Nueva Mayoría, considera improbable un cambio de estilo.
"No lo hizo en ocho años y medio, y difícilmente lo hará ahora. Hay cambios entre Néstor y Cristina, por ejemplo, en la relación con el peronismo y el sindicalismo. Pero el estilo de confrontación se mantiene como características de ambos", apunta Fraga.
Lo cierto es que, con vistas a las cruciales elecciones primarias del 14 de agosto, el bunker oficialista pasó a discutir intensamente los motivos de las derrotas recientes. Y mientras tanto, la oposición sigue festejando cada vez que escucha discursos agresivos o en contra de los votantes, por parte de medios afines al gobierno.
Sin embargo, para el publicista oficialista Fernando Braga Menéndez, no tiene sentido el concepto de "kirchnerismo prolijo". "Si querés transformar la sociedad, te tenés que pelear con alguien. No se puede lograr lo que se logró con buenos modales, tomando el té y tratándonos con sonrisas", afirma.
Fernando Gutiérrez
IProfesional.com