Carlos Barragán y su amigo Osvaldo Barone son el ejemplo viviente de los tremendos estragos que la doctrina del “lameculismo” puede ocasionar en las mentes de los individuos.
Este dúo, no dinámico por cierto, se ha caracterizado desde 2003 en posicionarse como más stalinistas que Stalin, más papistas que el Papa y más kirchneristas que el otro dúo que nos viene maltratando desde arriba hace casi diez años.
Barragán y Barone no son dos simples francotiradores pasados al bando pseudo progre con armas y bagajes por unos cuantos dinerillos, sino que se constituyen la avanzada de una rentada cruzada de apóstoles de este engañoso evangelio que el próximo domingo 23 reafirmará con gran probabilidad la continuación del gatopardismo.
Y ellos dos seguirán desde la palestra de 678 atacando con virulencia a quienes sigan pretendiendo pensar distinto hasta que, qué duda cabe, no quede ningún ladrillo que no sea cristinista.
La fe de los conversos
Es sabido que quienes abjuran de una fe para abrazar otra, muchas veces se convierten en ardientes fanáticos de esta última. Y lo que es peor, se ponen en perseguidores e inquisidores de aquellos que aún mantienen la camiseta de la antigua creencia.
Por eso, el ataque artero de Barragán a Jorge Lanata se encuadra dentro de esta órbita. Pero Barragán, el otro bastonero real, olvida que, muy convenientemente, “trabajó durante casi una década como libretista de radio en el Grupo Clarín”, según cuenta el propio Lanata en un escrito aparecido en Perfil.
También Barone fue soldado del mismo grupo, pero en durante la dictadura, y según parece de acuerdo con afirmaciones de colegas de entonces, no se caracterizó precisamente por ser lo que ahora propala, sino que por el contrario se manifestaba muy derecho y humano. Luego pasó su pluma por La Nación, para luego rasgarse las vestiduras y convertirse en el propagandista “number 1” de esta religión que se lo pasa haciendo plin caja por ahí. A aquellos que, más vale, dejaron que se les inserte en la frente el número de la Bestia. “Es la Fuerza del Amor, es la Fuerza de un País, de un Pueblo”, profetiza Nilda Garré desde Facebook, pero da que pensar si no habría tantos de millones de pesos provenientes de partidas oficiales, los conversos ni siquiera se molestarían en darse a conocer tremolando banderitas en nombre de la fuerza de Él.
¿Cuánta guita habrá costado la convicción conversa de Barone? ¿Y la de Barragán? ¿Una suma parecida a la que en 1978 Massera logró pactar con Firmenich? ¿Algo menos? ¿La fuerza de El sigue sumando voluntades, gracias a la cajita feliz del ANSES? ¿Y cuando esta escasee, el evangelio según San Néstor, se predicará “gratarola”? ¿Qué sucederá si esta aventura termina mal?
Entonces, que duda maldita, seguramente se asistirá al grotesco espectáculo tantas veces visto, de millares de opacos ex fervientes militantes de otra causa perdida, que se sumarán a los heraldos negros del Proceso, a los caídos del catre del Tercer Movimiento Histórico, a los entusiastas de la Convertibilidad y a los adictos al malogrado Fernando De la Rúa, para decir a coro “yo no la voté”, “menos mal que esta pesadilla terminó”.
Colorín, colorado, el cuento aún no ha terminado… sólo está por comenzar.
Fernando Paolella