En el día de ayer hubo una marcha por el aniversario de la injusta muerte de un adolescente. Sé que frente a estas palabras, a la mayoría de los que leen estas líneas les habrá venido a sus mentes la figura de Axel Blumberg. Pero no, no se trata de él.
El adolescente del que hablamos se llamaba Mariano Vasquez y fue asesinado hace 10 años. Su madre, Linda, hizo una convocatoria frente al palacio de Tribunales en el día de ayer, 23 de marzo, a partir de las 9 de la mañana.
La convocatoria de Linda fue amplia. Invitó a “las víctimas de la violencia social; de la violencia en el fútbol; accidentes de tránsito; “gatillo fácil”; mala praxis y de todo tipo de violencia institucional”. Así y todo la plaza de Tribunales estuvo muy poco concurrida.
Linda estuvo decepcionada por ello, no podía creer que ni la gente ni los medios la acompañara en su interminable agonía.
Tal vez su decepción se deba a que ella suele acompañar a todas las victimas institucionales: puede vérsela por igual en las marchas de Cromagnon o acompañando a los padres de algún adolescente asesinado por el gatillo fácil. Todas las causas son sus causas. Me consta.
Quien escribe estas líneas suele burlarse –en el buen sentido- de ella. “Te veo hasta en la sopa”, le digo a Linda cada vez que me la cruzo en alguna marcha. Ella siempre está, nunca falta.
A pesar de eso, a pesar de estar siempre allí, Linda ayer estuvo poco acompañada.
Injustamente sola.
Recordando a Mariano
Mariano Eduardo Vásquez fue asesinado el 23 de marzo de 1995, a pocas cuadras de su casa. Tenía 17 años y un futuro promisorio.
A Mariano lo mataron mientras jugaba a la pelota con unos amigos. Después de haber sido baleado en el pecho por unos patoteros quedó tendido en el piso. Lo atendió una ambulancia del SAME que no estaba equipada para emergencias y el médico que debía socorrerlo lo dio por muerto antes de tiempo, lo levantó como un bulto y lo llevó al Hospital Pirovano. Murió pocos minutos después de llegar.
La causa judicial por su muerte quedó en manos del doctor Raúl Eduardo Irigoyen, quien nunca llegó a imputar a nadie, tal vez porque entre los responsables había varios barras bravas del club Chacarita que preside Luis Barrionuevo.
Su madre lo cuenta de manera más elocuente: “Mariano fue baleado en el pecho por un grupo de 3 chicos que agredieron a unos amigos suyos mientras disputaban un partido de fútbol. La ambulancia del S.A.M.E. que lo socorrió no estaba equipada para las emergencias. El médico que venía en ella, le ‘diagnóstica’ al policía presente: ‘levántenlo, que este no va más’. Esa fue la ‘atención’ médica que recibió en ese momento. Cargado como un bulto, ingresó al Hospital Pirovano, donde falleció media hora más tarde.
El médico del S.A.M.E. -según el director médico de la Obra Social- actuó correctamente. Nunca me reconocieron los gastos de sepelio, a pesar de los 18 años de aportes que había realizado. Los documentos por reintegro están perdidos”.
La impunidad tiene ramas que van más allá de la muerte de un inocente en manos de un criminal; la inoperancia policial, el desgano de algún juez, y hasta la desidia de un médico forman parte del desprecio por la vida.
Prosigue el relato de Linda: “han pasado 10 años, 2 jueces e infinitos reclamos de justicia sin haber logrado imputar al asesino. La Dra. Adriana Leiras, jueza del juzgado de menores Nº 6, nunca me atendió. La causa estuvo 8 años en la fiscalía Nº 33 a cargo del Dr. Capagnoli. A partir de noviembre de 2003 el fiscal a cargo es el Dr. Alejandro Esmonis. Actualmente la causa está archivada.
Mientras los asesinos sigan teniendo tanta colaboración por parte de quien debiera combatirlos, las víctimas inocentes se seguirán sumando y los reclamos de justicia tendrán que ser cada vez menos silenciosos y más contundentes”.
La razón está de su lado, mal que me pese.
Concluyendo
La plaza de los Tribunales se va vaciando. Y no le cuesta demasiado, ya que no había mucha gente allí.
Linda intenta una sonrisa que se contradice con la tristeza de su propia mirada, lo cual se torna inevitable frente al recuerdo de 10 años de injusticia.
Antes de partir le pregunto qué va a hacer ahora, luego de esta nueva convocatoria. “Seguiré acá, en la plaza, junto a las madres, ante la indiferencia de la prensa”, me asegura.
“Hoy vino un papá de Cromagnon y me dio su apoyo. Me dijo que le gustaba lo que yo hacía, en silencio, sin violencia. Me dijo que me respetaba”, se conforma Linda.
Acto seguido, mientras mira a su alrededor y no puede evitar hacer catarsis: “mucha de la gente que no está acá es porque su voluntad fue comprada por el Gobierno. En la Casa Rosada reciben a todos, pero a nosotros no ¿Sabés por qué? porque el Gobierno compra voluntades y la nuestra no la queremos vender”. Duro pero real.
Linda parte sin destino, como siempre. Tal vez a apoyar alguna causa perdida, como la de ella.
Sé que allí la encontraré finalmente: en alguna marcha o convocatoria por injusticia institucional. Ella nunca falla. Ella acompaña, siempre.
Aún cuando el sistema le ha fallado a ella...
Christian Sanz
Para contactar a Linda Vazquez escribir a marianoevasquez@yahoo.com.ar