La noche en la que se incendió el boliche República Cromagnon perdí a una de mis mejores amigas, Jaqueline Santillán, una gran periodista que realizaba tareas sociales desde su profesión de comunicadora. Jacquie, como le decíamos sus amigos, era una gran persona. Vivía cada uno de sus días tratando de ayudar a los demás y empujando a sus propios amigos a que hicieran lo mismo. Ella no intentaba convencer a nadie, simplemente nos llevaba del brazo a cada uno de nosotros al lugar que fuera necesario para que nunca pudiéramos decir que no.
Cuando se fue de este mundo, Jacquie dejó cientos de sueños sin realizar. Sueños que tenían que ver con cambiar el mundo y con superar sus propias miserias. Todo ese trabajo lo hacía con muchas presiones en contra, la más importante por parte de su propia familia. Jacquie no tenía una buena relación con ella por un motivo esencial: ninguno de sus familiares entendió jamás su constante entrega a los demás. Quienes frecuentamos horas y horas de café con ella y escuchamos sus periódicas catársis, sabíamos que luchaba contra esos fantasmas, representados en la figura de su propia madre y sus hermanos, con quienes estaba distanciada porque no la ayudaban a progresar en lo que ella quería y jamás le dieron una mano para esclarecer la muerte de Daniel, su hermanito menor, asesinado en el año 2002 (1).
"Dar hasta que duela". Ese era el lema de la Madre Teresa de Calcuta que Jacquie hizo suyo durante el tiempo que pudo.
Su vida se apagó el 31 de diciembre de 2004 en el Hospital de Clínicas, el mismo lugar de la Capital que la vio nacer 29 años antes. Murió asfixiada. Había ido a la disco República Cromagnon simplemente para agradecer al grupo de rock Callejeros su participación en un recital en beneficio de los internos del Borda, que ella misma había organizado en Cemento en octubre anterior y en el que pedía alimentos no perecederos, ropa y abrigo para los internos de ese hospital neuropsiquiátrico.
Amante del rock nacional, Jackie luchaba para que los conciertos masivos se pudieran desarrollar sin violencia, sin drogas y sin agresión y por medio de ellos, construía un camino solidario para ayudar a los más marginados de la sociedad.
Al momento de fallecer trabajaba en la edición del libro "Acunando almas" en el que reconstruyó las historias de las víctimas del gatillo fácil, como la de su propio hermano, y de otros tipos de violencia, que próximamente editará la Comisión de Familiares de Víctimas Indefensas de la Violencia Social, Policial e Institucional (Cofavi) de la que Jaquie era integrante.
En 2003, la Fundación Sopeña le otorgó una mención especial dentro del premio Gota en el Mar por su contribución solidaria a través del programa "Un viaje a las puertas del rock".
El 18 de junio de 2008, Jacquie hubiera cumplido 34 años, pero el destino no quiso que esto sucediera. De todos modos, quienes la llevamos en nuestro corazón hacemos un silencioso brindis por ella en su natalicio. Todos compartimos un inevitable sentimiento de gratitud hacia ella por lo que representó en nuestras vidas.
No hay manera de expresar en palabras lo que ella hacía con hechos concretos. Es imposible.
Nuestro agradecimiento será eterno.
Christian Sanz
(1) Hugo Daniel Ramos, hermano de Jacquie, falleció el 24 de octubre de 2002. El asesino es hijo de Mario Espinosa, conocido puntero de Avellaneda.