“A Graciela (Guardia) la espera le costó la vida”, dijo Osvaldo Quiroga al hablar de su esposa, quien murió de cáncer de mama la semana pasada en Mendoza, luego de estar tres meses a la espera de un medicamento oncológico llamado TM11 Kadcyla.
El hombre alberga en su interior la creencia de que, de haber sido medicada con ese remedio, su esposa hubiera podido curarse de la enfermedad que la tenía a mal traer. Se entiende: cualquiera en su situación haría lo que fuera por detener el sufrimiento de un familiar querido, aún a costa de recurrir a terapias no comprobadas.
Es el caso del Kadcyla, medicamento del laboratorio Roche cuyo principio activo es: se trata de un anticuerpo-fármaco, no una droga.
Esto quieres decir que el medicamento no tiene acciones curativas, ni asegura mayor calidad de vida, sino que actúa como un refuerzo a la acción del tratamiento convencional de quimioterapia.
No obstante, lo más llamativo de la implementación de este fármaco es que el producto todavía se encuentra en una fase experimental, según evidencia un informe del Congreso Multidisciplinario Europeo del Cáncer.
Según destaca ese documento, en el año 2011 el medicamento estaba en la fase experimental II —aún sin prueba en humanos— y en 2013 estaba en prueba experimental III con 991 mujeres voluntarias que padecían cáncer de mama.
Lo que se pudo ver en las fases descriptas —que todavía deben ser confirmadas en fase IV—, es que el fármaco actúa sobre anticuerpos que se fijan a las células tumorales, liberando un tóxico directamente en ellas.
De esta manera, la toxina es inocua para otras células distintas de las tumorales, limitando los efectos tóxicos del fármaco de la quimioterapia e incrementando la disponibilidad del mismo en el tejido tumoral. Solo eso, no más.
Ergo, como se dijo, este medicamento no es curativo y, si no es aplicado en el momento en que se realizan las quimioterapias —en conjunto con las drogas que combaten el cáncer— no tiene ninguna acción farmacológica, ni preventiva en el paciente.
“Mientras esté en etapa de investigación es difícil afirmar que una droga da respuesta terapéutica”, dijo a este cronista el reconocido oncólogo Norberto Grinspan Bozza (foto). Y agregó: “Aún no puede estarse seguro de que la droga actúa o no”.
-¿Está bien que el Estado avale dar un fármaco que no ha demostrado eficacia a un enfermo?
-Ante la presión de una enferma desahuciada, yo hubiese hecho lo mismo.
-El ministro de Salud lo permitió, ¿está bien?
-¿Cómo se va a negar?, lo escrachan hasta el día que deje el cargo.
-Yo hablo de una cuestión ética, ¿está bien que un funcionario público avale un tratamiento que hoy es pseudocientífico?
-Es muy discutido, porque es una cuestión de conciencia. Te doy un ejemplo: cuando a un enfermo terminal le sacamos el aparato, ¿es correcto o no es correcto? La biblioteca está dividida en un 50% y un 50%.
El médico Gustavo Contarelli (foto), especialista en bioética —egresado de Flacso— asegura que, “a partir de 1948 con la Convención de Lisboa se consensuó que es el paciente el que determina qué tratamiento se le va a dar.
-¿Pero está bien que el Estado recomiende o permita dar tratamientos que no tienen rigor científico?
-El Estado tiene la obligación de informar todos los tratamientos científicos, es cierto, pero es el paciente el que elige uno u otro, sea científico o no. De hecho, el paciente entra a un protocolo donde firma un consentimiento en pleno uso de sus facultades.
Consultado respecto de la decisión de su cartera de permitir un tratamiento no confirmado a nivel científico, el ministro de Salud de Mendoza, Matías Roby, dijo que “muchas veces los médicos pueden indicar medicamentos en fase de experimentación, con el consentimiento de la familia”.
-O sea que usted sabía ya que este medicamento aún está en etapa experimental.
-Sí, lo dijimos en la conferencia de prensa (de ayer).
-¿Y no le parece poco ético que esto se permita?
-La decisión vino por parte de la Justicia y la paciente vino desde Buenos Aires con la sugerencia y la doctora (Miriam) Rogel. Habría que discutir a lo mejor por qué hay médicos que recomiendan drogas de ciertos laboratorios, aunque no esté comprobada su eficacia.
Colofón
Aunque Roby lo intente justificar de toda manera posible, suena antiético que el propio Estado impulse el uso de un fármaco cuya eficacia no ha sido comprobada aún. No solo se trata de la potestad de la provincia, sino también de la Anmat y de otros organismos públicos que permitan que esto suceda.
Sería entendible si no hubiera alternativas al uso de Kadcyla, pero no es este el caso. Hay drogas que han demostrado funcionar y que han superado todos los protocolos de experimentación.
No significa esto que esos remedios hubieran salvado la vida de Graciela Guardia, ya que estaba en un cuadro ya irreversible, pero saber esto ayuda a un debate que la mayoría de los medios abrazaron con falta de honestidad. Solo se dejaron llevar por el sentimentalismo barato y creyeron a pie juntillas lo que dijo una sola fuente: el marido de la mujer afectada.
¿Acaso a nadie se le dio por indagar acerca de la eficacia real de Kadcyla? Por lo visto, no. Como dice una célebre frase de redacción: “Que la realidad nunca arruine una buena historia”.
Christian Sanz
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