La trama podría ser parte de la más sorprendente historia de ficción, pero es real. Una altísima fuente de la jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación lo reveló con abundancia de detalles que jamás podrían mencionarse. Por decoro, principalmente.
Es una de esas típicas tramas en las cuales no hay buenos y malos, sino solo malos. Por un lado, aparece el “chimentero” más conocido y relevante de la televisión argentina.
Un hombre a sueldo del gobierno desde hace muchos años, con una ostensible fortuna, imposible de explicar con una simple calculadora. Un operador hecho y derecho.
Por el otro, se observa la silueta de una avasallante ganadora del reality show más importante del mundo, Gran Hermano.
Una mujer sin escrúpulos, "asalariada" por el gobernador de Tucumán, José Alperovich. A sus expensas, la joven logró hacerse con un envidiable patrimonio. Casi siempre sobre la base de filmaciones subrepticias, donde ella misma aparece teniendo sexo con opositores del mandatario tucumano.
Merced a esa labor, Alperovich logró desactivar con puntual eficacia muchas de las denuncias que había en su contra. Baste observar cómo se han evaporado los principales señalamientos hacia su gestión en los últimos meses.
Con esos antecedentes, el “chimentero” y la “mujer reality” libraron una batalla imperdible, no exenta de participación de funcionarios del gobierno nacional.
El disparador se dio a principios de agosto del año pasado, cuando el periodista proclamó: “Voy a votar a Massa”.
Ello provocó la incontenible furia de importantes funcionarios del Gobierno, los mismos que lo tienen “a sueldo” desde hace años. No solo enojaron sus declaraciones, sino también dónde las hizo: en el programa de otro gran enemigo K, Luis Majul.
¿Cómo entender que el mismo tipo que se animó a banalizar el caso Lázaro Báez —lo mediatizó y transformó en el intrascendente “Fariña-gate”— se encolumnara ahora con el massismo? ¿Y la gratitud por el dinero percibido durante tanto tiempo?
El retumbar del enojo del secretario de Legal y Técnica del oficialismo se pudo escuchar en casi todas las paredes de la Casa Rosada. ¿Cómo era posible que el mismo que permitió una entrevista “inducida” a la presidenta de la Nación ahora se alineara con su principal enemigo?
Mucho dinero oficial corrió bajo la mesa para mantener a raya al “chimentero”. Tanto, que si alguien se animara a investigarlo, este estaría en verdaderos problemas. ¿Cómo explicar acaso los insistentes viajes que hace a Europa y otras partes del mundo? ¿Cómo justificar sus onerosos gastos diarios?
En este contexto, se dio la batalla mediática más dura de los últimos tiempos. Ambos contendientes perdieron mucho en el camino: uno, su propia credibilidad y un incipiente noviazgo; la otra, todos sus contratos “ñoqui” en Tucumán.
“El trabajo fue muy sencillo, a Marianela se la reclutó para hacerle pisar el palito a Jorge. Lo hizo a la perfección, de manera idéntica a lo que suele hacer en su provincia”, dijo el informante oficial a este diario.
El motivo estaba claro: “Nos cansamos del apoyo que Jorge le da a Massa, de que sea el anfitrión de los actos opositores mientras nosotros le garpamos todos los meses un sueldazo”, agregó la fuente.
Lo demás es público: mensajes de chat entre la “chica reality” y el “chimentero” que explotaron a principios de marzo de este año, pero que comenzaron en 2013.
Allí, la mujer enciende la mecha y el periodista termina de calentar el fuego. “Soy una mujer sola… a la noche me aburro”, le dice ella por Whatsapp al “chimentero”.
Él cae en la trama de inmediato: “¿Sabés que tenés la capacidad de calentar sólo escribiendo?”, le dice. Y agrega: “Me gusta que seas guarra”.
Como se dijo, el escándalo le costó caro al periodista: perdió un ansiado noviazgo, con una joven bastante menor que él, y su prestigio cayó como un piano.
La “chica reality” no la sacó barata: si bien logró recaudar ostentosos fondos gubernamentales, perdió varios contratos “ñoqui” en Tucumán, aportados por su “benefactor”, Alperovich.
La pelea sigue adelante, dosificada por la joven con precisión homeopática, siempre para enojo del “chimentero”. En Casa de Gobierno festejan la pírrica victoria, aún cuando dejó esquirlas por doquier. Saben que la operación operó como mensaje para aquellos que eventualmente piensen en “sacar los pies del plato” a futuro.
Es como la leyenda de la rana y el escorpión: no importan tanto los daños, se privilegia siempre la cruel naturaleza.
Christian Sanz
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