¿Estamos en default o no estamos en default? La discusión respecto de lo que sucede en la Argentina se volvió semántica finalmente.
Parece que lo que importa es que venga alguno, con un diccionario en la mano, y defina si técnicamente el país cayó en default, técnico, selectivo, o lo que fuere. Si no puede comprobarse, no hay default.
Sin embargo, ¿qué importa la definición? Me sorprende sobremanera que alguien se haya enfrascado en esta insólita discusión.
Algo pasó esta semana, no importa cómo quieran llamarlo. Y eso que pasó complica a la Argentina en muchos aspectos. Más aún: no se sabe hasta dónde pueden llegar las consecuencias de eso que todavía no terminamos de definir.
Eso que pasó, que para mí fue un claro default, más adelante diré por qué, fue mayormente responsabilidad del juez Thomas Griesa, que no estuvo a la altura de las circunstancias, pero también tiene que ver con la impericia del propio gobierno argentino.
¿Por qué la insistente negativa a reunirse con los fondos buitre? ¿Hacía falta hacer una gesta épica de algo que claramente no ameritaba? ¿De qué sirvieron tantas palabras de confrontación y sobreactuación?
Como pocas veces, puntuales referentes de la oposición ostentaron su apoyo al Gobierno en esta pelea y criticaron duramente a Griesa. ¿Por qué el kirchnerismo no aprovechó ese guiño para invitar al diálogo a todos ellos y buscar una salida mancomunada?
Está claro que Cristina Kirchner no está dispuesta a compartir una eventual victoria con nadie. Ello explica su desinterés en hablar con la oposición e incluso en el hecho de dinamitar un acuerdo con bancos privados que impulsó el propio gobierno.
A esta altura, la presidenta debería tener claro que es más importante el destino de la Nación que un encendido discurso de barricada que finalmente terminó conspirando contra los propios negociadores.
A ello debe agregarse que, en privado, el gobierno terminó cediendo en situaciones que gustó desmentir en público. Ello hace recordar cuando Néstor Kirchner le dijo a George Bush, a poco de haber llegado a la presidencia: "No mire tanto lo que decimos sino más bien lo que hacemos".
Como sea, el default llega en mal momento para el país, en medio de suspensiones y despidos en diversos rubros de la economía y con una inevitable recesión que promete profundizarse de aquí a fin de año. A su vez, hay puntuales amenazas de paro y recrudecimiento de la protesta social.
Por lo dicho, es un buen momento para detenerse, barajar y dar de nuevo. Con la mente fría, con la astucia de quien sabe jugar al Póker sin emociones de por medio. Aún hay chances de resolver el conflicto en ciernes.
Antes de terminar esta columna, explicaré por qué estamos en default a pesar de la insistente negación del gobierno bajo argumento de que sí pagó, a pesar de que los acreedores no llegaron a cobrar.
Hete aquí que es el propio kirchnerismo quien en el prospecto de los bonos estipuló que el pago se concreta en forma efectiva cuando el titular de un bono recibe el dinero, no cuando la Argentina hace el depósito en los bancos.
La definición clave aparece en los prospectos depositados, por ejemplo, en la Securities and Exchange Commission (SEC), la Comisión de Valores y Cambio de los Estados Unidos.
Los textos están disponibles en inglés en el sitio web del organismo: "Las obligaciones de la República [Argentina] de hacer pagos futuros, si hay alguno, no estarán satisfechas hasta que ese pago sea recibido por el titular del [respectivo] bono".
Más claro, echarle nafta.
Christian Sanz
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