Mauricio Macri entendió finalmente lo que no logró comprender en sus primeros dos años y medio de gobierno: que tenía que hacer un cambio de gabinete.
No porque se lo pidiera la oposición o referentes de su propio espacio, sino porque debía hacerlo, porque “el mejor equipo de los últimos 50 años” fracasó por completo. ¿A quién responsabilizar sino por los vaivenes negativos de la economía?
Es bien cierto que el kirchnerismo dejó un desastre en el país, con índices altísimos de desocupación, subocupación y pobreza, pero el macrismo profundizó esos tópicos, a través de una serie de medidas desacertadas, que privilegiaron la timba financiera por sobre el incentivo a la producción.
Según la explicación oficial de entonces, lo que se buscaba era ir disminuyendo el déficit fiscal a través de un Frankenstein llamado “gradualismo”.
En buen romance, ir ordenando las cuentas de manera “gradual”. Todo ello sostenido a través del financiamiento externo, lo cual, dicho sea de paso, terminó generando una preocupante profundización de la deuda externa argentina.
¿Por qué Macri no se animó a achicar los gastos de una sola vez al principio de su gobierno? Fue uno de los más grandes errores que cometió, solo superado por el hecho de no haber dicho nada sobre la herencia recibida.
Finalmente, el jefe de Estado debió hacer ese ajuste tarde y mal. Cuando ya la sociedad le quitó gran parte de la confianza que había puesto en él. La corrida del dólar refleja parte de ese síntoma.
El dólar debió superar los 40 pesos para que el presidente entendiera que debía renovar su propio gabinete. ¿Cuánto tiempo más deberá pasar para que comprenda que debe abrirse al diálogo inter y extra partidario, obviamente dejando fuera a los golpistas de siempre?
En la medida que no comprenda que debe dejar de lado toda esa soberbia, Macri seguirá yendo cuesta abajo, sin solución de continuidad.
Volviendo al centro de la cuestión, ¿no es hora ya de admitir que el presidente se equivocó en su desmesurado optimismo, donde presumía de segundos semestres atestados de inversiones extranjeras?
Esa misma soberbia lo llevó a plantear metas de inflación que nunca se lograron cumplir. ¿Para qué lo hizo, por qué se puso una vara tan alta, si nadie se lo había pedido?
Hoy en día, cuando todo ha hecho implosión, Macri avanza en todo aquello que no se animó a hacer en su momento. Tarde, como ya se dijo. Y mal… porque persiste en su torpeza al sostener a un Marcos Peña que es visto por muchos como el principal responsable político de la crisis actual.
Con un gobierno que sigue sin tener un claro programa económico, y que no atina a brindar un mensaje claro y consensuado a la ciudadanía —que lleve la tranquilidad necesaria—, el panorama sigue siendo sombrío.
En unas pocas horas habrá importantes anuncios, derivados de horas y horas de reuniones y encuentros en la Quinta de Olivos. Es, quizás, la última chance para Macri de hacer las cosas que corresponden.