Esta semana trascendieron sendos informes sobre la pobreza, uno elaborado por la Universidad Católica Argentina (UCA) y el otro por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).
Este último advierte que, para no ser pobre, una familia necesita ganar dos salarios mínimos vitales y móviles. A su vez, la UCA advirtió que la pobreza multidimensional urbana pasó del 26,6 al 31,3 por ciento de la población entre 2017 y 2018.
A ambos informes debe sumarse un tercer documento, elaborado por UNICEF, que refiere que un 42% de los niños, niñas y adolescentes viven bajo la línea de pobreza. Se trata de 5,5 millones de chicos y chicas.
A su vez, el mismo documento sostiene que un 8,6% vive en hogares que no alcanzan a cubrir la canasta básica de alimentos.
No es todo: el 48% de los niños, niñas y adolescentes sufren al menos una privación en sus derechos básicos y fundamentales.
En particular, el estudio indagó sobre los cambios que el contexto económico está generando en los ámbitos de salud, alimentación, educación, bienestar económico, acceso a seguridad social y empleo, condiciones del hogar, dinámicas de convivencia social, relaciones familiares, asignación de tiempo, estrategias para enfrentar la coyuntura y el funcionamiento de los programas sociales.
De manera general, los resultados del trabajo de campo que surgen del estudio muestran que, "en relación con el año anterior (2017), las principales problemáticas en las familias en situación de vulnerabilidad son el desempleo y la precarización del mercado trabajo, aunado a un déficit habitacional y una precipitada pérdida del poder adquisitivo".
Se trata de situaciones que "están impactando en la calidad de vida de las familias con niñas, niños y adolescentes, restringen su consumo, y ponen en riesgo su supervivencia, sometiéndolas a una mayor estigmatización y a situaciones de discriminación".
En otro orden de cosas, los resultados en materia de nutrición muestran que la alimentación y la dieta de las familias de sectores vulnerables está compuesta de forma casi exclusiva por harinas y azúcar: "En los relatos obtenidos se resalta que en el último año se han incrementado las restricciones en el consumo de alimentos tanto en su cantidad como en su calidad. Algunas familias saltean comidas, se suprimen comidas grupales de fin de semana, se cocina una única vez por día, los adultos a veces no comen por dejarle el alimento a los niños, niñas y adolescentes, y cambia la composición de la cena. Los relatos dieron cuenta de la eliminación de determinadas comidas por parte de los adultos, principalmente las mujeres: por ejemplo, suprimir la cena y reemplazarla con mate muy azucarado con el objetivo de hacer "rendir la comida" y que esta sea consumida por otros integrantes del hogar, principalmente los niños, niñas y adolescentes", sostiene el documento.
A su vez, el paper señala que la canasta de alimentos disponible en los hogares de las comunidades que participaron del estudio depende en gran medida del acceso a bolsones, cajas de alimentos y apoyos alimentarios gubernamentales: "Diferentes referentes manifestaron que estas ayudas no alcanzan a cubrir las necesidades alimentarias de las familias y la provisión de alimentos resulta insatisfactoria y de mala calidad nutricional. Funcionarios locales resaltaron que los apoyos que los gobiernos reciben desde organizaciones de la sociedad civil y empresas han disminuido en cantidad y variedad, lo que se traduce en menos alimentos entregados", puntualiza el informe.
La información de marras proviene de los testimonios de las familias que reciben los apoyos alimentarios "y también de quienes organizan sus entregas, que reconocen incluso haber negociado con las familias los alimentos suprimidos, es decir, que las familias definen los alimentos menos importantes para ellos".
Allí mismo se revela que en los merenderos y comederos de las comunidades visitadas se ha incrementado el número de asistentes y se observa una mayor apetencia de comida, producto de la ausencia de alimento en los hogares: "En paralelo, niños, niñas y adolescentes manifestaron sentir hambre, de forma somática, la cual se expresa en trastornos del apetito, dolores de cabeza, entre otros. Los referentes de comedores y el personal de salud entrevistado mencionaron un incremento de los padecimientos vinculados al hambre producto de la escasa o mala nutrición", de acuerdo al paper.
Finalmente, el trabajo de campo observó que en las familias en situación de vulnerabilidad son recurrentes los padecimientos crónicos tanto en los adultos como en los niños, niñas y adolescentes: "Las afecciones más mencionadas fueron las enfermedades transmitidas por los alimentos (ETA), principalmente gastroenteritis y diarreas, posiblemente asociadas a las prácticas de búsqueda y recolección de desperdicios en basurales. En las plazas con mayor densidad demográfica del estudio, se explicó la recurrencia de padecimientos o enfermedades asociadas al medio urbano y a deficiencias infraestructurales como alergias respiratorias y afecciones dermatológicas", según el documento.
Bienestar económico
Según el informe de UNICEF, la economía familiar de las poblaciones estudiadas ha estado estructuralmente determinada por el empleo informal o precario, la inestabilidad y la fluctuación de sus ingresos: "Actualmente, ante menores oportunidades de empleo una proporción importante del ingreso familiar proviene de los programas de transferencia de ingresos. No obstante, en el momento en que se realizó el estudio, se señaló que estos montos mostraban una pérdida de su poder de compra debido al proceso inflacionario", sostiene el documento.
En este contexto, se observa el surgimiento de estrategias de supervivencia y de protección del poder adquisitivo "como ferias auto-organizadas por vecinos, la compra en despensas comunitarias organizadas por referentes, el intercambio o trueque de productos entre familias o clubes de trueque, roperos comunitarios, vendedores ambulantes, fiado entre vecinos (aunque en algunos casos con problemas de encarecimiento de los bienes por la existencia de intereses), entre otras iniciativas. En este sentido, resalta la activación de estas redes vecinales que ponen en práctica estrategias colectivas de intercambio y ayuda solidaria".
Finalmente, respecto del trabajo infantil, se evidenció que, en mayor medida, las niñas y adolescentes "suelen colaborar con el trabajo doméstico y tareas de cuidado, y los niños y adolescentes acompañan tareas de venta callejera y trabajo en oficios, principalmente albañilería. Esta situación se ha acentuado en el último tiempo y se indica la mendicidad y la venta callejera por parte de niñas y niños como una estrategia para aportar ingresos económicos en sus hogares", culmina el paper.