Muchas veces, nuestro país se parece más al "reino del revés" que a una verdadera república. Aquí, los delincuentes y estafadores muchas veces están en mejores condiciones que los ciudadanos honestos y los corruptos están mejor posicionados que los probos.
En este contexto, la historia que relataremos a continuación no asombrará a nadie. Son las peripecias de una persona que por manejarse de manera correcta, sufrió la embestida de sus pares y la ignorancia de toda la sociedad.
Se trata de lo sucedido a Nahuel Suárez, cabo primero de la policía de la provincia de Buenos Aires, quien denunció diversos hechos de corrupción en la fuerza a la que pertenecía y terminó siendo ignorado por los que le prometieron protección. Suárez es el mismo que fuera calificado en su momento por el Gobernador Felipe Solá como uno de los mejores miembros de la fuerza. Esto fue justo antes de ser abandonado a su propia suerte.
Gracias a sus denuncias, el policía logró que fueran separados de la fuerza un comisario, un oficial inspector y un sargento ayudante por dejar en libertad a dos traficantes de drogas a cambio de una coima, y por destruir los documentos que acreditaban las detenciones.
Fue el comienzo de todos sus problemas.
Génesis de un problema
Todo empezó el 10 de enero del año 2000, cuando Suárez patrullaba junto a un compañero la zona de Sáenz Peña, periferia de la comisaría 10a. de Tres de Febrero, donde se desempeñaba. Esa misma noche detuvo a dos sujetos que tenían en su poder un paquete de medio kilo de marihuana.
Horas más tarde, los dos detenidos fueron dejados en libertad a cambio de dinero por los superiores de la comisaría citada: el comisario Eduardo Luenzo, titular de la seccional; el oficial inspector Daniel Insaurralde, jefe de calle de la comisaría, y el sargento ayudante Pedro Florentín, también del servicio externo.
Gracias a Nahuel Suárez, los tres efectivos fueron condenados por el tribunal federal oral N° 4 de San Martín y se logró que el fiscal federal Jorge Sica secuestrara la documentación que había sido destruida junto a otros elementos.
De manera inversamente proporcional, su vida empezó a complicarse: las amenazas empezaron a hacerse cada vez más elocuentes y, aunque intentó escapar mudándose una y otra vez, siempre lo encontraron.
En peligro
En mayo del año 2004, el gobernador Felipe Solá aseguró que desde su cargo apoyaría a Suárez: "Hay que respaldar a los buenos ejemplos dentro de la fuerza", dijo en esos días.
Hoy en día este valiente policía vive custodiado por dos efectivos de Prefectura que ni siquiera tienen automóvil para transportarlo. Por si no fuera suficiente desde el Estado se está evaluando la posibilidad de quitarle esa magra custodia.
Al mismo tiempo, la oficina de Asuntos Internos de la Policía inició un sumario contra él por ilícitos inexistentes.
"Yo no entiendo nada, denuncié cosas muy graves, me jugué la vida y al final me terminaron usando. Al principio todos me felicitaban, yo era el mejor policía, pero ahora nadie me da bola. Arslanián nunca me recibió, Solá no me da la hora y el fiscal Sica en lugar de investigar los datos que denuncié, me ataca", aseguró Suárez a este periodista en una charla de café.
No miente el policía: a pesar de que una alta fuente de la justicia federal de San Martín afirmó en su momento a diario La Nación que Suárez "ha demostrado un gran valor", el ministro de Seguridad bonaerense, León Arslanian, jamás lo recibió.
"Cuando fue la purga de la bonaerense yo les serví a todos y era elogiado por todos, pero ahora la política está en otro lugar y a nadie le importo, aún cuando está en peligro mi vida y la de mis hijos", insiste Suárez, quien se muestra conmocionado a la hora de hablar de sus vástagos: una nena de seis años y un varón de cuatro. "A mi de última que me hagan lo que quieran, pero que no toquen a mis hijos, es lo único que pido", dice.
Lo cierto es que este policía, que eligió seguir el camino de la verdad, se encuentra totalmente solo en una pelea en la que le fue prometida ayuda desde diferentes estamentos gubernamentales y finalmente le fue soltada la mano. "Si yo hubiera sabido que me iban a dejar solo, no se si hubiera avanzado tanto. Yo no pido nada que no me hubieran prometido, necesito que no me abandonen a mi suerte, nada más", asegura Suárez visiblemente dolorido.
Lo más elocuente es que las mismas personas que en su momento alabaron su accionar, hoy en día no quieren hablar públicamente del tema. Es todo un síntoma de lo que se esconde detrás de todo lo sucedido.
Concluyendo
Hace algunos años, el periodistas Ricardo Ragendorfer dijo a este periodista que la policía era la "mafia perfecta". "Ellos pueden matarte y borrar todas las huellas después. Con mucho menos esfuerzo pueden armarte una causa judicial", aseguró oportunamente.
Viendo la enorme cantidad de casos que se han dado a lo largo de estos años, no hay dudas de que esto es así. Los buenos policías sólo pueden trabajar en la medida en que no denuncien casos de corrupción dentro de la fuerza. Si alguien se anima a patear el tablero, inmediatamente será aislado del sistema. Todo se mueve de manera corporativa en la policía y nadie aún se ha animado a intentar avanzar en el cambio que hace falta.
En estas horas, Nahuel Suárez evalúa la posibilidad de presentar una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA en caso de que Estado argentino no actúe como corresponde.
Es muy probable que esa eventual demanda contra nuestro país prospere a favor de Suárez, como lo han hecho tantas otras similares.
Será, lamentablemente, una nueva cachetada de la que tendremos que avergonzarnos.