La conozco hace poco. Nuestra amistad es mas virtual que otra cosa. Nos hablamos por Twitter, Whatsapp… no mucho más. Incluso, pensamos diferente en muchas cuestiones.
Pero eso no me evita decir que es una persona honesta y transparente, que carga con una fuerte pulsión por cambiar las cosas. Las cosas que están mal, claro.
Viene a cuento de que esta semana Amalia Granata fue parte de una operación brutal en su contra, a través de la cual intentaron ensuciarla relacionándola con uno de los delitos más aberrantes que puedan existir: el abuso de menores.
Quien lo hizo es una mujer desequilibrada, llamada María Raquel “Rachel” Holway, CUIT 27-17622158-0, quien gusta presentarse como socióloga, politóloga y ¡astróloga! Para más precisiones, jura que es licenciada en Ciencias Políticas y que tiene un postgrado en Derecho. Pero todo ello es falso: no tiene diploma universitario alguno.
En realidad se trata de una mujer mitómana, a quien conocí hace una década en un bar de la Ciudad de Buenos Aires porque juraba tener información sobre un caso que yo estaba investigando.
El encuentro duró media hora y decidí terminarlo repentinamente luego de cansarme de escuchar tantos inventos juntos. La mitomanía de pronto se convirtió en delirio. Llegó a decirme que había trabajado para Interpol, el FBI y no sé cuántos organismos internacionales más. Por las dudas, cotejé la información, y resultó ser falsa.
Volviendo a Granata. Holway dijo que había un expediente judicial en el cual estaba implicada y que ella había tenido acceso al mismo. Pero, otra vez, se trató de un completo invento.
De hecho, la supuesta abusada, la hija de Andrea del Boca, dijo públicamente que nunca había visto en su vida a Amalia, lo cual fue refrendado por su propia madre, la conocida actriz K.
Por eso, Granata decidió impulsar una querella por calumnias e injurias contra Holway, porque siente que todo esto va más allá de la simple locura de la mujer. Sospecha que hay una suerte de maniobra política detrás, orquestada por alguien que se evidencia molesto por sus proclamas políticas.
Todo es posible, sobre todo en Argentina, cuna de los carpetazos y operaciones de prensa. Uno espera que no sea así, pero nada debe descartarse.
Entretanto, Amalia jura que no bajará los brazos, que seguirá peleando por sus ideales y que, incluso, pedirá a la justicia que la investigue. Más aún: renunciará a sus fueros como legisladora.
“No pensé que la política era así, esto me devastó... pero no me venció”, me escribió este sábado temprano . Me emocionó hasta el alma, porque significa que no todo está perdido.
Tal vez sea tan simple como reza aquella vieja frase del saber popular: “La esperanza es lo último que se pierde”.