El día que el nombre de Raúl Eugenio Zaffaroni fue insinuado como posible integrante de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, hubo muchos que se indignaron y trataron de impugnar su llegada a ese importante cargo.
Mucho se supo entonces acerca de su desempeño en los años de plomo de la dictadura militar y algunos creyeron -puerilmente- que hacerlo público bastaría para que no fuera nominado al cargo "supremo". Pero no fue así: a pesar de todo lo dicho y demostrado el Gobierno kirchnerista decidió nombrarlo finalmente.
Lo que nadie sabía ni esperaba, es que Zaffaroni asumiera el cargo acompañado de un asesor privado sobre el que pesan duros cuestionamientos judiciales, un personaje llamado Jacobo Isaac Grossman, detenido oportunamente por ser jefe de una bande dedicada a los "secuestros extorsivos".
Para algunos políticos de la oposición, la actitud del novísimo juez de la corte fue una burla impertinente y se le pidió que diera explicaciones. Jamás lo hizo y Grossman sigue siendo su asesor hasta el día de hoy.
Mi pasado me condena
A lo largo de estos años, varios medios de información han dado cuenta de los antecedentes de Jacobo Grossman. Se sabe que estuvo detenido en la década del 70 por diversos secuestros extorsivos y que debió ser indultado para conocer la libertad. Pero aún hay algunas cuestiones que no se han hecho públicas.
Grossman fue apresado junto a su entonces novia Mirta Graciela Fabris y estuvo detenido en la cárcel de Caseros luego del cobro del rescate por el secuestro del presidente de Pepsi Cola. Fue capturado el 6 de julio de 1976 por el ejército acusado de tener "asiduos contactos con personas de la agrupación Montoneros" y de ser espía israelí. Si bien Grossman ha tratado de compararse con los detenidos-desaparecidos que fueron "chupados" ilegalmente en los 70, no deja de llamar la atención que nunca fuera torturado ni desaparecido.
De hecho, Grossman fue condenado a 25 años de prisión y permaneció detenido aún después del regreso de la democracia argentina. Sólo fue liberado después de ser indultado, luego de haber sido señalado -junto a otro preso de nombre Miguen Angel Corgola- por la muerte de un recluso en el interior de un camión celular en junio de 1985.
Estos antecedentes han sido largamente reproducidos por el periodismo vernáculo, pero jamás se investigaron los vínculos de Grossman con el Servicio Secreto Israelí (SSI), algo ratificado por la propia embajada de Israel a mediados de los 80 a través de documentos secretos.
Según un paper confidencial emitido en el año 1976 y que se adjunta en exclusiva al pie de este artículo, Grossman es señalado por ser un “agente adscipto al Servicio Secreto Israelí. Estaría vinculado y haría sus contactos con el segundo encargado de negocios de la embajada israelí, manejando grandes sumas de dinero”.
A principios de la democracia, ante la reclusión inacabable de Grossman, importantes miembros de la cancillería de Israel intentaron manejar el tema "silenciosamente" desde la diplomacia. Así lo hicieron durante varios años importantes funcionarios israelíes mediante una docena de viajes, llevando en sus valijas documentos no publicables sobre este tema que según ellos era "resabio de la epoca de la dictadura".
Recién despues del fracaso de esa gestión por parte del entonces canciller Itzak Shamir y del ministro de Finanzas Moshe Nissim -quienes intentaron una respuesta positiva por parte de la Argentina- se decidió dar a publicidad la "tragadia Grossman", obviamente sin mencionar que este último era agente del SSI.
El mero interés diplomático por parte de Israel muestra a las claras la magnitud del asunto.
Dos pícaros sinvergüenzas
Jacobo Grossman nació en 1946. Es abogado graduado en la Universidad de Buenos Aires y, aunque cueste creerlo, fue director de Relaciones Institucionales del INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo) desde 1999 hasta 2001. También fue asesor de la entonces senadora Graciela Fernández Meijide en la comisión de libertad de expresión del HSN y de la diputada Mary Sánchez.
Por si esto no fuera lo suficientemente asombroso, tuvo su cuota de participación en la reforma de la Constitución Nacional del año 1994, asesorando a Zaffaroni en temas de la Comisión Nacional de Legislación Legal (Planta transitoria Cat-A4).
Quienes conocen al juez en profundidad, aseguran que Grossman es algo más que su "asesor" y admiten que tiene enorme influencia sobre su persona. "Algunos de los fallos más increíbles atribuidos a Zaffaroni tienen la pluma de Grossman", aseguró a este periodista hace meses una fuente que supo trabajar con el magistrado.
Sería interesante que alguien se animara a avanzar sobre Grossman y develar qué se esconde detrás de su persona. No es posible que un personaje de tal calaña esté detrás del juez más importante de la Corte Suprema de la Nación argentina.
El mismo tratamiento merece Zaffaroni, quien aún no ha podido explicar el por qué de algunos de sus fallos en épocas de la dictadura (como el caso "César Ollero", cuando rechazó un hábeas corpus) o de dónde ha salido su cuantiosa fortuna. Cuando alguien le preguntó cómo había hecho para acceder a la descomunal casa que el magistrado posee en el cruce de las calle Boyacá y Gaona de esta Capital Federal, atinó a decir que "unos amigos mexicanos me prestaron el dinero".
Surgen no pocos interrogantes frente al proceder de Zaffaroni:
-¿Quiénes son sus "amigos mexicanos"? ¿Por qué algunos aseguran que son personas oscuras?
-¿Por qué nunca quiso dar a conocer el listado de "clientes" que tenía cuando actuaba como abogado penalista?
-¿Es verdad que defendió a narcotraficantes y represores de Paraguay? ¿Por qué defendió a la fabuladora paraguaya María Edith Bordón de Debernardi?
-¿Por qué muchos de sus fallos son benevolentes hacia los grandes grupos de venta de estupefacientes?
-¿Cómo es que pudo ser juez en épocas del proceso militar?
Preguntas sin respuesta...