“Se llevó por delante los cables de la luz. Estábamos mateando cuando vimos al helicóptero. Venía a dos metros del piso. Enseguida escuchamos una explosión y el helicóptero se ladeó hacia arriba, ganó altura y giró hacia la izquierda. Inclinó la trompa y se vino abajo, como una piedra. Rebotó dos veces y quedó clavado en la tierra”.
Las palabras corresponden a Walter Torres, un camionero de la empresa Baile y Gadea que fue testigo presencial el día que murió el hijo de Carlos Menem, el 15 de marzo de 1995.
De la misma manera en la que, 25 años después, moriría Jorge Brito, uno de los banqueros más importantes de la Argentina. A la sazón, uno de los más furiosos críticos del kirchnerismo. Y dueño de las más increíbles intrigas palaciegas del poder.
“A los veinte minutos de la caída del helicóptero, llegaron una autobomba y una ambulancia.
A las 12:30 hs el cuerpo de Junior fue trasladado al hospital San Felipe de San Nicolás. En el trayecto sufrió un paro cardiorrespiratorio, que repitió a los poco minutos de ingresar a terapia intensiva. ‘Casi por una hora intentamos reanimarlo pero el cuadro era severísimo’, explicó el neurocirujano actuante”, según el libro “Maten al hijo del presidente”, escrito por este periodista en 1999. El final es conocido: finalmente, el hijo del entonces presidente murió.
Ahora, al igual que en el caso de Menem Junior, la aeronave de Brito se habría enredado en un cable, en esta ocasión de “tirolesa”.
Antes de quedar enganchado con su helicóptero, Carlitos había sido tiroteado, tal cual reveló un peritaje de la Gendarmería Nacional en 1997. Los impactos de bala pueden verse en el fuselaje de la aeronave en las fotos y videos de la época.
Todo indica que, en el caso de Brito, solo se trató de un accidente… al menos por ahora.