La tendencia es creciente, contra todos los pronósticos que uno mismo había arriesgado en el pasado. Y es una propensión lesiva por demás para la actividad periodística.
Grandes medios “invitan” a periodistas a escribir en sus sitios de manera gratuita. Como si fuera una suerte de “regalo” que los trabajadores de prensa deben agradecer de alguna manera.
“¡Qué bueno, Infobae me deja escribir gratis!”, me dice un colega con elocuente júbilo. “En realidad, qué suerte para ellos”, le retruco. “Porque vas a trabajar sin cobrar un peso”, insisto.
El cronista, mediático e híperactivo, me mira con desconfianza. Y avanza en su planteo: “¡Pero a mí me conviene, porque es Infobae!”.
La charla es real. Ocurrió hace unos años y luego se dio casi calcada con muchos otros colegas, que sucumbieron ante medios como Perfil, La Nación y otros similares.
Y siempre el planteo final es el mismo: “¡Me reconviene!”. Entonces, llegan las preguntas de rigor: ¿Por qué a alguien le convendría poner su fuerza de trabajo sin cobrar un mango a cambio? ¿Cuál es el negocio?
La mayoría de los periodistas con los que charlé al respecto, siguen sin trabajo hasta el día de hoy. Aún cuando escribieron incontables cantidad de columnas de manera gratuita para grandes medios a lo largo de los últimos años. Entonces, ¿para qué les sirvió, más que para rellenar “status” en sus redes sociales y en sus propios egos?
La verdad, hay que decirlo, es otra: lo único que hacen esos periodistas es alimentar una rueda infinita que solo les sirve a los empresarios de medios. Un círculo vicioso que suma cada vez más conejillos de Indias. Sin solución de continuidad.
Los popes de los grandes portales de noticias son felices con tal coyuntura, porque llenan sus sitios web con información por la cual jamás pagan.
Entonces, vale hacer de nuevo la misma pregunta, pero esta vez con la mano en el corazón: ¿Quién gana y quién pierde con este mecanismo perverso?
Para entenderlo, hay que analizarlo a la inversa: si todos los colegas se plantaran y exigieran cobrar en “contante y sonante” a la hora de hacer su labor, no existiría tal sistema de aprovechamiento del trabajo ajeno por parte de los empresarios.
Pero ello no ocurre, básicamente porque a muchos colegas los devora el ego. Y, como se sabe, el ego es más poderoso que cualquier otra pulsión humana.
Pero no sirve para pagar las cuentas, ni tampoco para calmar los dolores que provoca el hambre. Apenas sí provoca una sensación que llena el pecho un rato. Solo eso.
A pesar de ello, malas noticias: la cosa seguirá más o menos igual en el corto y mediano plazo. Primero, porque los medios carecen de fondos para sostener su propio negocio, a causa de la pandemia del coronavirus.
Segundo, porque siempre habrá colegas dispuestos a trabajar gratis, obligando a todos los demás a “igualar para abajo”. En un gesto de egoísmo pocas veces visto.
Entonces, cuando se habla de la decadencia del periodismo, es bien cierto que existen muchos factores que explican el fenómeno.
Pero también es real que la “auto precarización” del oficio juega un papel fundamental a la hora de retroalimentar ese declive.
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