El escándalo de la vacunación VIP ha llegado a un nivel de discusión surrealista. Ante la imposibilidad de negar lo innegable, ahora el gobierno intenta cambiar el foco de la cuestión. Ya no importa lo que ocurrió, sino más bien cómo se denomina a eso que pasó.
El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, lo dejó claro hoy al decir que “el Vacunatorio Vip es un invento de los periodistas”.
No hablaba de lo ocurrido en sí, sino más bien de cómo se calificó al hecho en cuestión. Ahora, para el funcionario, habría que hablar de “distribución errónea de un puñado de vacunas”.
Es decir, el problema ya no es “de fondo”, sino “de forma”. No importa debatir sobre lo relevante de la cuestión, sino más bien apalancarse en una discusión semantica.
Pero... ¿importa que se denomine a lo acaecido “vacunación VIP” o “distribución errónea de vacunas”? ¿Le quita alguna gravedad?
El kirchnerismo es hábil a la hora de los discursos. De hecho, con un poco de dinero, mucho relato y nada de honestidad, Néstor y Cristina lograron llegar al poder… y mantenerse.
Ese es su terruño. Y por eso quieren llevar a los periodistas a ese lugar, el del barro discursivo. No les molesta tanto que informen, sino cómo lo hacen. Quieren que se haga como ellos quieren.
No es nuevo: en 2004, Alberto Fernández llamaba a los medios intentando algo similar. Entonces era jefe de Gabinete de Ministros y hacía verdaderas piruetas discursivas para intentar convencer a los periodistas de que, lo que habían publicado, era falso. Luego, cuando no lo conseguía, pasaba a la violencia verbal. Este periodista bien puede dar cuenta de ello.
“Hubo una campaña despiadada por los medios para hacer creer a la población que la Sputnik V era veneno”, sostuvo hoy mismo el jefe de Estado. Sin dar precisiones al respecto. Como es su costumbre.
Alguno de sus asesores tendría que haberle dicho que la que dijo semejante aberración no era periodista, sino exlegisladora de Juntos por el Cambio: Elisa Carrió.
Es curioso que Alberto insista en caer en los peores vicios del kirchnerismo, que siempre ha encontrado en el periodismo su mejor enemigo. Y nunca le ha ido bien.
Pero no debería sorprender. Es el pecado de todo populismo, tanto de izquierda como de derecha.
Nada que deba quitar el sueño a nadie. En Argenzuela todo transcurre como de costumbre.